19 de abril. Cañuelas, Argentina.

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¿Conectados o comunicados con los adolescentes?

Estar conectados no es lo mismo que comunicarse, lo que implica mirar y escuchar al otro, sostiene la profesora Mirta Etcheverry.

(Por Mirta Etcheverry). Leyendo a Sergio Sinay permite descubrir que estar conectado no es lo mismo que estar comunicado; la diferencia radica en que lo primero hace referencia al fenómeno tecnológico en tanto que lo segundo es una experiencia humana fundamental.

Esta diferenciación permite pensar cómo nos engañamos sintiendo que estamos hipercomunicados porque usamos celulares, correos respondidos casi al instante, el chat, las cámara web, la telefonía de línea en la que solemos mantener extensos relatos... pero no estamos comunicados, porque sin dudas, comunicarse implica mirar a los ojos, percibir las expresiones que se hacen presentes a través de las palabras dichas o escuchadas, con la aparición de gestos, de brillo en la mirada, que se pueden acompañar con una mano que se acerca y ajusta al otro haciendo más vívida la palabra. Y sin dudas, todo esto requiere tiempo y presencia.

Esta invitación a reflexionar sobre la comunicación intenta tomarnos unos segundos para analizar qué estamos haciendo al respecto con los adolescentes, en el rol de padre, de madre, de amigo, de educador, y cuestionarnos acerca de cómo es ese vínculo, ¿de conexión o comunicación?

No caben dudas de que es compleja la tarea de llegar a ellos, decodificar lo que nos dicen y ser, más que nada, coherentes entre los mensajes que les damos y las acciones que ejecutamos.

Es muy común que se presenten en los medios relatos en los que aparecen perjudicados en su imagen, ya sea por la violencia o el consumo.

Se puntualizan actitudes que por cierto no comprenden a la totalidad, pero que invitan despiadadamente a la generalización.

No aparece el rescate de muchas acciones que ellos realizan en el silencio, que son válidas y dignas de imitar.

Muchos jóvenes tienen clara conciencia de que son observados para bombardearlos con publicidad que los incitan al consumo de música, ropa, lugares, estilos y por lo tanto luchan por ser ellos mismos. Otros no tienen la posibilidad de realizar ese análisis y consumen marcas para poder pertenecer.

Para los que tenemos el desafío diario de trabajar para y con esa franja que va de los 15 a los 18 años, la alternativa más sana está basada en el diálogo, en darles voz, en la escucha atenta, en pedir disculpas, en los límites claros, en la pérdida del miedo a decir sí o no, según corresponda, ya que la verdadera provocación está en darse cuenta qué se está comunicando y que la misma esté basada en la coherencia, porque no siempre nos gusta escuchar de sus voces los reclamos por nuestros errores no asumidos y caemos en el facilismo de solicitarles a través de un grito, que se inunden en el silencio.

Es inherente al ser humano la sordera selectiva. Solemos no escuchar aquello que no nos gusta oír para obtener el beneficio momentáneo de lo no escuchado sumado a lo no dicho, pero que, velozmente se convierten en un alud muy difícil de sostener, perjudicando aún más las ya carcomidas brechas generacionales.

Mirar, escuchar, dar la palabra, decir, pueden ser facilitadotes de un vínculo más sano con los adolescentes. Sólo queda que los adultos nos demos ese permiso.

INFOCAÑUELAS

(*) Mirta Etcheverry es profesora en Ciencias de la Educación, en Retardo Mental y en Estimulación Temprana; licenciada en Gestión Educativa; y especialista en Nuevas Infancias y Juventudes. Además es directora del nivel Polimodal de la Escuela José Manuel Estrada de Cañuelas.

Escrito por: Redacción InfoCañuelas