25 de abril. Cañuelas, Argentina.

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La proximidad del nuevo ciclo lectivo

La profesora Mirta Etcheverry se plantea algunos interrogantes que surgen desde distintos ámbitos ante el inminente inicio de clases.

Culmina enero y el inicio de las clases es un realidad cercana que quita el sueño, preocupa, genera adrenalina, enoja, insta a una actitud expectante... depende de la edad y del rol que se desempeñe en ese complejo sistema en cuyo entramado está la resolución efectiva del proceso de enseñanza y de aprendizaje.

Si es padre o madre de la comunidad educativa, las preguntas, inquietudes y desvelos suelen pasar por la elección de la institución que abrazará a su hijo o hija y que sin lugar a dudas deberá conocer para posteriormente comulgar con los valores, la cultura institucional, con las cercanías, con las posibilidades tanto económicas como de distancias, de acceso... sentirse parte o no.

Si es uno de los protagonistas del encuentro áulico, adulto y con la  responsabilidad de enseñar, los interrogantes suelen merodear acerca de la futura conformación de los grupos, quiénes serán esas nuevas personas con las que se vinculará a los largo de nueve o diez meses, cómo vendrán preparados y qué herramientas conceptuales tendrán, con qué perfiles, cómo será la familia que lo acompañará...

No queda afuera de estos enigmas, aquel que hace al desempeño específico del rol y que se instala en el fuero más interno y ahonda sobre la posibilidad de poder enseñar todo lo prescripto, cómo se podrán vincular esos saberes, cómo será la  relación específicamente humana.

Si por el contrario se es el otro protagonista del aula, quien asume el rol de alumno o alumna, las expectativas están y radican también en las preguntas acerca del grupo, de quiénes serán los que les acerquen los nuevos contenidos, si existe una coherencia entre lo que desea y encuentra concretamente, si hay una predisposición al esfuerzo que implica aprender, si hay una dedicación de tiempo y postergación de cuestiones más lúdicas y de satisfacción inmediata...

Pero también existen muchas otras personas que son parte constitutiva del sistema educativo y que no están en el aula pero que también conforman la comunidad educativa sea ésta escolar, distrital, regional, provincial o nacional, con distintos niveles de responsabilidades en la pirámide jerárquica, pero que sin lugar a dudas existe un concepto nucleante, complicado y político que a todas y a todos interpela y que es la Educación.

No hay dudas acerca de la importancia que tiene este proceso únicamente humano, sin caer en un idealismo u optimismo pedagógico extemporáneo, pero se sabe que es la educación la que permite el acceso al mundo en términos de comprensión y modificación; que es un derecho y que dentro de éstos, el vivenciarlo es el que mayor exigencia tiene, porque demanda la toma de conciencia, la voluntad, el tiempo, el compromiso, vinculado a un modelo de país y que sin dudas es absolutamente liberador.

Falta muy poco para que comience el ciclo lectivo, esfera en el que se da por excelencia la educación sistemática. 

Pensá con cuál de los protagonistas directos te identificás. Por ahí con ninguno, pero si podés leer este artículo es porque en algún momento de tu vida pasaste por un aula... y  quizá digas que antes fue mejor. Sin dudas es distinto, por el avance científico tecnológico,  la velocidad en la producción de conocimiento, la conceptualización de alumno, docente y escuela es otra. Lo que no ha cambiado es que la educación es un derecho humano.


(*) Mirta Etcheverry es profesora en Ciencias de la Educación, en Retardo Mental y en Estimulación Temprana; licenciada en Gestión Educativa; actualmente cursa la especilaización en Nuevas Infancias y Juventudes. Además es directora del nivel Polimodal de la Escuela José Manuel Estrada de Cañuelas.


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Escrito por: Redacción InfoCañuelas