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23 de noviembre. Cañuelas, Argentina.

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El Pacto de Cañuelas según la revista Caras y Caretas

“Viendo que Rosas no llegaba, Lavalle se acostó en su limpia cama, pidiendo, a uno de los asistentes ¡que le diesen mate!” relata el historiador Gontrán Obligado.

El 24 de junio de 1829 -hace 192 años- se celebró en la estancia La Caledonia de Cañuelas el llamado Pacto o Convención de Cañuelas entre Juan Lavalle -Gobernador y Capitán General Provisorio de la Provincia de Buenos Aires- y Juan Manuel de Rosas, Comandante General de Campaña.

Como resultado de ese acuerdo se selló la paz entre la ciudad y la campaña; Juan Manuel de Rosas se erigió como jefe de la Provincia de Buenos Aires; y se acordó la convocatoria a elecciones para definir representantes en la Provincia. Ambos se comprometieron a volcar su esfuerzo para que las fuerzas de la ciudad y el interior se sometieran al nuevo poder elegido.

En la edición Nro. 1032 de la revista Caras y Caretas publicada el 13 de julio de 1918, el poeta y escritor Gontrán Ellauri Obligado (1885 - 1949) publica un curioso artículo con pintorescos detalles de la entrevista realizada en la estancia de Cañuelas. Apelando al recurso literario el autor se imagina el dilema moral que habrá sentido Rosas al ver a su rival dormido en su catre y entregado a la muerte.

Periodista y miembro de la Academia Nacional de Historia, Gontrán Ellauri era primo de Rafael Obligado. Su labor literaria se inició en la primera década de este siglo pasado publicando sus trabajos, verso y prosa, en la citada Caras y Caretas, La Pampa Argentina, El Hogar, Nativa y Atlanta.

Reproducimos a continuación el artículo de 1918 titulado “De la romancesca vida de Lavalle / La famosa entrevista de Cañuelas”. Se advertirá que el autor menciona la estancia El Pino como lugar del pacto, un dato que fue corregido por el historiador Lucio García Ledesma a fines de los ´70, cuando determinó que el histórico encuentro se produjo en la estancia de Miller.

Vamos a relatar hoy uno de los hechos más culminantes de la romancesca existencia del “Sableador de Río Bamba”, su famosa entrevista con don Juan Manuel de Rosas, en el campamento de este último en Cañuelas, en la noche del 23 de junio de 1829.

Fusilado el coronel don Manuel Dorrego el 13 de diciembre de 1828, a consecuencia de su derrota en Navarro por las tropas unitarias, el general don Juan Lavalle en presencia de la conflagración que, en casi todo el país levantara ese acto, cuya responsabilidad histórica asumiera con tanta caballerosidad, se aprestó, sin pérdida do instante, a hacer frente al enemigo. A este afecto formó dos ejércitos: uno, que dejó bajo su comando en jefe, para oponerlo al de Juan Manuel de Rosas y Estanislao López, que avanzaban sobro la provincia de Buenos Aires; y el otro, a las expertas órdenes del general don José María Paz, a fin de que marchase sobre Córdoba contra Bustos y los demás caudillos federales coaligados.

Esta expedición llenó brillantemente su cometido: después do batir y descalabrar a orillas del río San Roque a las fuerzas de Bustos, se posesionó de la capital del centro, obligando a su ex gobernador a huir hacia el norte, en procura
de la incorporación de Facundo Quiroga, que ya se adelantaba en su auxilio, desde La Rioja, a marchas forzadas; no así la que quedara en Buenos Aires; pues mientras Paz obtenía tan señalados triunfos, Lavalle, aunque si bien victorioso en dos primeros encuentros sobre las huestes invasoras del caudillo santafecino, era, empero, vencido, poco más tarde en la acción de “Puente de Márquez”, circunstancia ésta que lo obligó a desprenderse de una parte de sus fuerzas, que puso bajo la« órdenes del coronel Raucb, y despacharlas precipitadamente hacia el sur, con la misión de impedir la organización de partidas en auxilio de Rosas.

Pero Rauch no pudo cumplir su cometido pues encontrándose que hubo con un regimiento que acababa de volverse contra la revolución, el heroico jefe, villanamente engañado, fue hecho prisionero y pasado por las armas. Esta inesperada ocurrencia obligó a Lavalle, entonces, a replegarse aceleradamente en dirección a la Capital. 

A todo esto, López, sabedor do los triunfos de Paz en Córdoba, y temiendo por su feudo, resolvía hacer lo propio, es decir: retirarse hacia Santa Fe, abandonando a Rosas la campaña. 

Quedaban, pues, Rosas y Lavalle, frente a frente, en la llanura porteña; el primero, organizando sus elementos, cada vez más numerosos, y, el segundo, viendo a los suyos desmoralizarse y quebrantarse: los invictos soldados do Ituzaingó, desconociendo los recursos de la guerra gaucha, no lograron resistir a la guerrilla y la caballería resista, en encuentros diarios, iba diezmando, sin peligro, las filas de aquéllos...

«Por fin, simultáneamente,—dice, historiando estos sucesos, el ilustre Joaquín de Vedia— dos situaciones diametralmente distintas coinciden en la defensa do la causa unitaria: Paz, que ha logrado aumentar a dos y medio millares de hombres el efectivo de su victorioso ejército, abandona su acantonamiento de Córdoba, dispuesto a librar batalla contra las huestes de Quiroga, próximas ya; pero una maniobra de astucia permite a éste entrar en la ciudad evacuada, dejar en ella una parte do su infantería y de su tren, y salir, a su vez, en busca del enemigo. 

El encuentro tiene lugar muy luego en el paraje conocido como «La Tablada», y el ímpetu de los terribles llaneros riojanos y de su famoso jefe, se estrella ante la táctica fría, sesuda, matemática del gran militar: Paz obtiene un triunfo completo, brillante, y una desbandada total destruyó las fuerzas del «Tigre de los llanos», muy superiores en número, sin embargo, a las del vencedor.» Esta victoria fue lo que hizo proferir a Quiroga aquella, su célebre frase: «El general Paz me ha derrotado con figuras de danza y contradanza». Era el 23 de junio de 1829.

Y fue, pues, en la noche de este mismo día de gloria —como hemos visto— para la causa unitaria, que el general Lavalle, percatándose que, por su descalabro en «Puente do Márquez» y la irreparable pérdida de su teniente Rauch, — que lo dejaban, puede decirse, reducido casi a su propio campo, — la prosecución de la guerra en la provincia de Buenos Aires seríale ya imposible, concibió el propósito de poner término a la lucha. Y resuelto a llevar a efecto su designio, de «Los Tapiales», donde se hallaba con su ejército, y sólo seguido de unos cuantos hombres de escolta, se encaminó al campamento de su adversario, situado a seis leguas, poco más o menos, do distancia, en el Pino, partido de Cañuelas. 

Llegado que hubo a él, se hizo conducir por las avanzadas federales hasta la misma tienda del comandante en jefe de las milicias del sur, y como no lo encontrase resolvió aguardarlo. Más como las horas transcurrieran y Rosas no llegara, resuelto a descansar, se acostó en su limpia cama, pidiendo, entretanto, a uno de los asistentes ¡que le diesen mate!

A todo esto, Rosas que, según su costumbre, recorría su campamento inspeccionando por sí mismo la observancia de sus órdenes, noticiado do lo que ocurría, vuelve riendas hacia su alojamiento donde encuentra a su rival... ¡durmiendo profundamente!

Rosas se detiene. Le mira... Frunce el ceño... Medita... ¿Qué piensa el futuro verdugo de su patria?... ¿En la brillante oportunidad que el destino le depara para librarse sin riesgo de su adversario, para siempre? Acaricia el pomo de su espada... Más de súbito desarruga el ceño... Se serena su hermoso y pérfido rostro... ¿Qué le ocurre?... ¿Que el alma gaucha domina a la pasión?... ¿O cual un hálito de nobleza, recuerda quo para el hijo de las pampas, la hospitalidad es sagrada, el valor, un culto?... ¡Quién sabe!

Lo cierto es que con un gesto altivo, que ilumina su semblante, se desprende de sus armas, que arroja, con asco, lejos de sí. ¡El valor sereno, sublime, de su bizarro rival, adormece su instinto, acalla la voz del genio maléfico que lo impele a cometer una villanía, impropia de su sangre, de la tradición inmaculada de la estirpe! 

¿Es que Juan Manuel de Rosas aún no tiene corrompido el corazón?... ¿O es que presiente, por misterio indescifrable, que en su arsenal fundido está ya el plomo traicionero quo ha de rendir, años después, la vida de su adversario, basta entonces invicto triunfador de los tiranos y la Muerte?... ¡Quién sabe!...

Se acerca, pues, quedo, muy quedo, al catre do tijera donde, ajeno al drama moral que junto a sí se desarrolla, reposa, plácido, el jefe unitario; y, despertándole con suavidad, previo a los saludos do práctica, dan comienzo a la famosa conferencia, conocida en los fastos históricos de la Patria con el nombre de “Conferencia de Cañuelas”, y cuyos resultados fueron: la cesación do las hostilidades, la convocatoria a elecciones de nuevos representantes para que designen gobernador, y la obligación por parte de ambos contendientes de reconocer y prestar acatamiento, con sus respectivas fuerzas, al que resultare ungido.

Y signado que fue el armisticio, a la mañana siguiente el general Lavalle, seguido de su escolta, y de otra que en su honor dispusiera Rosas, emprende el regreso a su campamento, dejando en el ánimo del caudillo federal y de todos sus subordinados, la más sincera admiración por su legendario rasgo do valor, que ha sido glorificado por sus pósteros, y ha acrecentando la fama inmaculada que gozara de bravo entre los más bravos paladines de su época.

Gontrán Ellauri Obligado
Julio de 1918


 

 

 

Escrito por: Redacción InfoCañuelas