Mario Adalberto Morhain, trabajador de la historieta, querido vecino de Máximo Paz y concejal elector en los albores de la democracia falleció este jueves 19 de mayo a los 77 años en su hogar, víctima de un cáncer de páncreas.
Nacido en la ciudad de Buenos Aires el 31 de marzo de 1945 en el seno de una familia trabajadora (su papá era panadero y su mamá empleada de limpieza), se radicó en Máximo Paz en su temprana infancia.
Tras quedar cesante en la empresa Gilera se vio forzado a incursionar en el mundo de la historieta, actividad que se convirtió en su medio de vida durante cinco décadas, en muchos casos acompañado por su hermano Jorge Claudio como guionista. Fue el dibujante de la tercera parte de El Eternauta y de infinidad de tiras que lo tuvieron como autor identificado u oculto detrás de un seudónimo.
En 1983 fue electo concejal por la Unión Cívica Radical, integrando el primer Concejo Deliberante posterior a la dictadura. Compartió el cuerpo legislativo con los radicales Héctor Rivarola, Susana Frasseren, Julio Del Valle, Armando Luzzi, Juan Vicente, Hugo Perfumo, Saúl De Los Santos y Juan Luna; y los justicialistas Rafael Rouco, María Julia Banegas de De Armas, Carlos Molina, José Norberto Porte Petit y Miguel Ángel Petre.
En Máximo Paz fue un activo colaborador de todas las entidades intermedias, especialmente en la parroquia (fue autor de la publicación parroquial "La Revistita") y de la Escuela Media de esa localidad. "Fue un gran tipo, me ayudó mucho en mis épocas de director en la escuela. Cuando egresaron los primeros 17 alumnos de quinto quisimos darles algo diferente porque era la primera promoción. Les regalamos a cada uno una caricatura personalizada que hizo Mario. Era un dibujante brillante que además ayudó a todas las instituciones del pueblo", lo recordó el artista plástico Rodolfo Morfese.
“Por los últimos intercambios de mensajes que tuve con Mario y su familia, al principio estuvo internado pero llegó un punto en que prefirió quedarse en su casa. Deja un legado inmenso en toda la comunidad, un ser solidario, amables y siempre al servicio del prójimo”, lo despidió el productor televisivo Hugo Castro.
Sus restos serán velados este jueves de 16 a 20 en Cochería Rodríguez de Cañuelas. La intendente Marisa Fassi firmó una resolución decretando 48 horas de duelo.
Homenaje de la UCR en 2013, a 30 años de la democracia.
SU CARRERA EN LA HISTORIETA
En el blog "Top Comics" creado por Luis Alberto Rosales y dedicado a la historieta mundial hay una detallada biografía artística de Mario Morhain, publicada en 2011.
La reseña señala que comenzó su carrera profesional a fines de los años sesenta e inicios de los setenta cuando comienza a colaborar en distintas publicaciones de Editorial MO-PA-SA basadas en conocidas series de TV tales como Kung Fu, Capitán Escarlata, Las calles de San Francisco, La Mujer Maravilla, El Zorro, Sérpico, El Hombre Nuclear, Starsky & Hutch y El Planeta de los Simios, como así también en la revista Más Allá del Terror y en Supervolador, del mismo editor.
También desde inicios de los años setenta se convierte en colaborador de Editorial Columba donde –utilizando en ocasiones el seudónimo Mario Suárez- dibujó las series “Ted Marlow”, “Hilario Corvalán”, “Los Cruzados” y “Lord Bill”, unitarias de guerra, westerns, y adaptaciones de películas. Sobre finales de la citada década (1978) dibuja la tira diaria “Milo Garay” para el Diario Popular e integra el equipo de colaboradores de La Hojita, suplemento para jóvenes del diario La Hoja.
Los años ochenta son de gran actividad para Mario Morhain. Entre otros trabajos dibuja la tira “Martín Galac” para Diario Popular (1980), colabora en distintas publicaciones de Editorial Perfil como por ejemplo Semanario y el comic book Nico Cruz, realiza la serie “Raúl Dantés Investigador Privado” en la revista Operación Ja-Ja (1981) y participa junto a Oswal y Carlos Meglia en la tercera parte de El Eternauta que publicó Record, editorial para la cual hizo una gran cantidad de historietas unitarias que se publicaron también en Italia. A todo ello debe sumarse la tira diaria “2 de Abril” que con guion de su hermano Jorge se publicó en el diario santafecino El Litoral de Santa Fe.
Abrazo con Susana Frasseren en el homenaje de 2013.
Dentro de la variada actividad profesional cumplida por Mario Morhain hay un rubro o especialidad que debe destacarse y es el de las historietas con personajes juveniles, tales los casos de “Sabina” que realizó durante 16 años consecutivos (1980-1996) y “Juampi" que dibujó a lo largo de nueve años, ambos en el Suplemento Infantil y Jóvenes (El Suple) del diario La Nación. En esa misma línea realizó en los años 89 y 90 para la editorial Thompson de Inglaterra una cantidad de publicaciones en estilo semi-funn dedicadas a niñas de 12 a 16 años: Pet Minder, Bonny & Claude y otros, y en 1991 colaboró en revistas de entretenimiento y cultura juvenil editadas en Holanda y Bélgica.
En los años 90, 91, 92 y 93 dibujó para Columba las series El Chasqui, Kiwi, Frankenstein, Capitán York, La Cruz y la Espada, El Bucanero y el Juicio, esta última con guion de Ricardo Ferrari y desde 1999 a 2002 colaboró con Lito Fernández en la serie “Martin Hel” para Italia, en tanto que desde el año 2000 dibuja para Commando (de la Thompson) historietas de corte bélico en episodios de 63 páginas cada uno.
A lo largo de su extensa carrera ha colaborado también en Billiken, el diario Cambio de Cañuelas, Sibersix, diario El Territorio de Santa Fe, en la revista Historietas Sex, Pap, Mundo Infantil, El Chavo, VCD (Viernes, Sábado y Domingo) y Salimos.
Juampi, clásico personaje de Mario Morhain.
En épocas más recientes el especialista en comics Ariel Avilez realizó una entrevista con Morhain para la Agencia Nova, de la que reproducimos un fragmento:
— ¿Cómo estaba compuesta su familia? ¿Había en ella gente ligada al arte?
— Mi familia estaba compuesta por un hermano mayor, Jorge Claudio (Morhain), y dos hermanas menores. No había artistas, si tratamos de decir que no es artista cualquiera que labura. Mi padre era Maestro Amasador, de aquellos que armaban los panes en las panaderías, cuando todavía no existían demasiadas máquinas, pero que lograban que el sabor del producto fuese exquisito porque se le ponía cariño y orgullo al trabajo. Mi madre, ama de casa, en las épocas duras lavaba y planchaba "para afuera", o sea, para clientes vecinales.
— ¿Le gustaba leer historietas de pequeño?
— En mis años de pibe era imposible no leer pues aún no se implantaba la TV o cualquier otro pasatiempo casero, así que se pasaban las horas entre libros de aventuras e historietas. Leía todo lo que me llegaba de parte de mi hermano y, más adelante, lo que yo adquiría. La cosa fluctuaba entre “Billiken”, “Pato Donald”, “Poncho Negro”, “El gigante de la Historieta” -de editorial Tor- y, claro, las revistas de Editorial Frontera, “Hora Cero” y “Frontera” y sus extras y semanales; “Rayo Rojo” y las de Columba, todas y cuantas se podían comprar o intercambiar con pibes vecinos o amigos.
Mario llora en la despedida al párroco Ramón Alves. InfoCañuelas.
— ¿Cuándo decidió que lo suyo sería el dibujo?
— Empezaré contándole que mi familia era pobre y que, tras haber vivido en el barrio de Almagro, a dos o tres cuadras del descampado que sería el futuro Parque Centenario, cuando yo tenía seis años, mis padres decidieron mudarse a Máximo Paz, a 47 kilómetros sobre la Ruta 205, en el partido de Cañuelas, donde continuó mi vida y donde seguramente finalizará. En este lugar, en 1952, no había muchas posibilidades de estudio y, finalizada la instrucción primaria, hacer secundaria significaba viajar 20 km hacia un lado u hacia el otro de la Ruta 205. Había colegio secundario en Cañuelas o en Monte Grande. Eso significaba una importante erogación en ropa, viáticos, libros, etcétera. Mi hermano comenzó a estudiar en Cañuelas, y a mis doce años mi padre me informó que sería imposible "bancarme" un estudio secundario. Yo intenté sacarle algo pensando erróneamente que él especulaba poniendo poco interés y entonces le solicité que me pagara un curso por correo, muy populares en esos años, y cuando me preguntó cuál, sin pensarlo para nada y sin demasiada vocación le dije que el de la Escuela Panamericana de Arte, más por capricho que por interés. Y empezaron a llegar las lecciones que nunca completé con gran acierto y que, finalizado el año, ni siquiera fui al examen que el curso obligaba.
Y no hice uso de lo poco que me quedó de lo aprendido hasta muchos años después, cuando trabajando en una fábrica de motos (Gilera), esta entró en desgracia dejando sin trabajo a seiscientos operarios. Yo era administrativo y no había trabajo en los alrededores. Mi hermano ya había empezado a incursionar en revistas con sus guiones, y me impulsó a presentar muestras en algunas editoriales de segundo orden. Tras prácticas desesperadas, hice unas cuantas muestras y salí a buscar trabajo. En verdad los editores fueron buenos al no echarme a patadas...
Germán Hergenrether
Escrito por: Germán Hergenrether