Cerca de las 20 hs. del 1 de mayo de 1982, mientras navegaba cerca de Isla de los Estados, el comandante del ARA “General Belgrano”, Héctor Bonzo, recibió la orden de sumarse a una maniobra de pinzas contra los británico junto al portaaviones “25 de Mayo”, pero el plan fue abortado por las malas condiciones meteorológicas. A pesar de ello el submarino HMS “Conqueror” comenzó a seguir al crucero y después de recibir autorización del gobierno de la premier Margaret Thatcher disparó los dos torpedos que lo hundieron el 2 de mayo de 1982.
En esa acción, considerada un crimen de guerra, murieron 323 argentinos: 300 como resultado de la explosión y los incendios subsiguientes y otros 23 afectados por las heladas aguas del Atlántico o por no recibir asistencia médica a tiempo.
En los operativos de rescate desplegados en los siete días posteriores los buques recogieron un total de 793 de los 1.093 tripulantes. En una de las balsas estaba José Fazenda de Jesús, de 20 años, junto al comandante Bonzo, quien le había encomendado al joven de Cañuelas cuidar el maletín con sus efectos personales y entregarlo a su familia en caso de que no lograra llegar a tierra.
A las 4 de la tarde, minutos antes de la explosión, Fazenda, había invitado a su amigo Juan Carlos Reguera a tomar mate. “Me dice ´Portu´, andate a la cocina que después te alcanzo. Entonces me fui a calentar el agua y ahí sentí la primera explosión. A mi amigo no lo vi nunca más” contó Fazenda a fines de los ´90, cuando se animó por primera vez a hablar en público de su traumática experiencia.
“El barco se inclinó de golpe y se apagaron todas las luces. La torre mayor tocó el mar. A los pocos segundos sentí el segundo torpedo. Los impactos fueron en proa y en popa. Yo estaba en la mitad del barco y por eso tuve la suerte de salvarme. Estaba totalmente oscuro e hicimos lo posible para salir en medio del humo. Había chicos intoxicados que teníamos que sacar a la rastra”.
Cuando llegaron a cubierta se dirigió a su bote, el número 44, y lo desarmó para tirarlo al mar, pero la orden de Bonzo fue permanecer en cubierta porque según su opinión las averías del crucero “tenían arreglo”.
Media hora después se ordenó el desembarco. “El comandante fue el último en saltar y justamente se ubicó en la balsa donde estaba yo. Me dio su maletín con papeles del barco y cosas personales y me dijo que se lo cuidara, que era mi responsabilidad”, relató Fazenda.
Fazenda en un homenaje junto a Bonzo. Archivo InfoCañuelas.
Al momento del hundimiento el mar se encontraba agitado con olas de hasta cuatro metros, un viento helado de 50 km/h y una niebla cerrada y permanente. Bonzo ordenó que los botes permanecieran atados unos con otros pero como el viento los volcaba, se decidió desatarlos y que cada uno siguiera su curso. Así estuvieron a la deriva durante 32 horas hasta que fueron rescatador por el destructor Bouchard.
El bote de Fazenda llevaba dos heridos con quemaduras graves. Uno de ellos no sobrevivió y fue arrojado al mar antes del rescate.
“El Portu” Fazenda fue el último en ser izado al Bouchard. Cuando lo levantaban con una soga, se le desprendió el cinto y cayó al mar junto con el maletín de Bonzo, que llevaba aferrado como si fuera un hijo.
“En el agua lamentablemente el maletín se me fue y lo perdí. Después me acerqué a Bonzo para disculparme. Me dijo que no me hiciera problema, que lo importante era que yo estaba bien”.
Esas horas de angustia en la balsa hicieron que se forjara una relación especial entre el joven marino de Cañuelas y el respetado capitán del navío, fallecido el 22 de abril de 2009, a los 76 años. Varias veces Fazenda fue convocado por Bonzo para distintos actos y homenajes e incluso su familia lo llamó para asistir al velatorio.
Fazenda conserva un imborrable recuerdo de ese hombre correcto y amable que hasta el último minuto se aferró al crucero con el afán de salvarlo. Tampoco olvida a su gran amigo Reguera, uno de los 323 muertos del Belgrano. En su homenaje el hermano menor de Fazenda se llama Juan Carlos.
Fazenda y familia en un homenaje en Cañuelas. Archivo.
Este lunes, al cumplirse el 40 aniversario del hundimiento, InfoCañuelas se comunicó con Fazenda, quien prefirió no hablar de la fecha. “Todo lo que pasó lo llevo adentro, tengo una herida por eso, pero ya está” dijo.
Hace unos días fue convocado para sumarse a la expedición del rompehielos “Almirante Irízar” y navegar rumbo al punto del hundimiento. “Preferí no ir, soy muy frío, no me gusta estar recordando y además ando muy embromado de salud”.
Fazenda, que proviene de una familia portuguesa dedicada al cultivo de quintas, trabaja actualmente como portero en la Escuela 1. Por su tarea está en contacto permanente con alumnos, que por supuesto le preguntan sobre su experiencia de guerra. “Cuando los chicos me hacen preguntas, por supuesto que les cuento pero nada más que eso. No participo en las reuniones, no estoy en contacto con otros veteranos... Después del fallecimiento de Bonzo me fui alejando de todo”.
Escrito por: Redacción InfoCañuelas