La crisis de Venezuela genera posturas tan enfrentadas que muchas veces impiden analizar su realidad desde una óptica desapasionada, opina el analista Julián Velázquez.
Periodista oriundo de Cañuelas, egresado de TEA y Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), acaba de disertar en el XIV Congreso Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP) en la Universidad Nacional de San Martín. Junto a su equipo presentó la ponencia entre “Crisis migratoria venezolana e integración regional: posibles escenarios de cara a la contienda electoral argentina”.
Ha publicado en medios nacionales y revistas especializadas, y expuesto sus investigaciones en numerosos congresos académicos. Actualmente se desempeña como analista de comercio exterior en la firma Ernst & Young.
Consultado por InfoCañuelas, brindó su punto de vista sobre la crisis humanitaria de Venezuela, su situación política y su posicionamiento en el ajedrez de las potencias mundiales.
-¿Cuál es tu balance de los primeros seis meses de Guaidó como presidente interino o encargado de Venezuela?
-En primer lugar, me gustaría señalar que es esta una crisis que despierta tantos apasionamientos que los análisis que abundan adolecen de objetividad crítica, a lo que hay que añadir una campaña de desinformación por parte de ambos bandos, y un periodismo generoso en titulares sensacionalistas pero carente de investigaciones bien fundamentadas, y todo en el marco de una debacle económica y humanitaria, con capítulo migratorio incluido (al que me referiré más adelante). A Maduro se lo considera tanto mandatario legítimo como dictador, hay quienes opinan que la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente encargado es legal al estar contemplada en la Constitución, mientras que otros han considerado esa jugada como un Golpe de Estado. Cito estos ejemplos para que se alcance a vislumbrar los extremos que se manejan a la hora de explicar lo que ocurre. Lo que puedo decir es que, si el objetivo de Guaidó era desalojar a Maduro del gobierno, tal meta no ha sido alcanzada. La llamada “Operación Libertad”, un alzamiento cívico-militar ocurrido el 30 de Abril, fracasó, sólo contribuyendo a alimentar la espiral de violencia que se vive en Venezuela. A todo ello se suma el poco poder de convocatoria que posee Guaidó respecto a las FFAA. Dicho esto, si se ponderan otros aspectos, el dirigente opositor ha incrementado su capital político, no solo por su popularidad, sino también por el apoyo internacional recabado.
-¿A partir de la irrupción de Guaidó se ha producido una crisis de liderazgo de Maduro o el régimen mantiene el mismo nivel de control?
-No hablaría de crisis de liderazgo de Maduro por la irrupción de Guaidó. Maduro conserva aún los principales resortes del poder, y su gobierno está apuntalado por el apoyo internacional de Rusia y China. No obstante, ningún régimen puede mantenerse indefinidamente en un contexto como el que se observa: posiciones políticas que podrían definirse como irreconciliables, un ambiente crecientemente represivo, con una violencia en aumento y la intervención de múltiples actores en el conflicto. Sí considero que el reciente informe de Michelle Bachelet, la alta comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, ha representado un duro golpe para Maduro, minando una credibilidad ya socavada.
-¿Por qué Maduro ha logrado resistir a pesar de la fuerte presión internacional?
-No se trata sólo de que Maduro cuente con el apoyo de las Fuerzas Armadas, cuyos dirigentes ocupan puestos estatales clave de la administración chavista, sino de un hecho insoslayable: lo cierto es que la autodenominada Revolución Bolivariana continúa manteniendo un fuerte apoyo por parte de sectores de la población. Habiendo dicho eso, aquí las posiciones de analistas divergen: algunos opinan que el régimen sólo se sostiene gracias a la represión por parte del Estado; otros opinan que Maduro no cae porque tiene al pueblo movilizado. No hablamos solamente de las Milicias Bolivarianas, sino de simpatizantes chavistas, ciudadanos de a pie, que están a favor del gobierno de Maduro.
-¿Cómo se inscribe la crisis venezolana en la Geopolítica?
-Es necesario enmarcar el conflicto venezolano en un sistema internacional convulsionado, cuyo centro de poder se traslada progresivamente hacia el Asia-Pacífico. Estados Unidos lucha por mantener su preeminencia al tiempo que otros Estados cuestionan el actual estado de cosas y buscan reordenar el tablero internacional a su beneficio. Se habla incluso de una disputa por la hegemonía global. Es en este contexto donde se inscriben varios hechos o acontecimientos de diversa naturaleza: la guerra comercial entre Washington y Pekín, el cerco de la OTAN a Rusia, la crisis siria, etc. Si bien es erróneo hablar de un renacimiento de la Guerra Fría, sí advierto que se reedita un aspecto de aquélla: el enfrentamiento entre los adversarios no se da de forma directa, sino que ocurre en distintos puntos del planeta mediante el apoyo o no a otros jugadores.
Asimismo, la intervención china en el conflicto venezolano no es sorpresiva teniendo en cuenta que China ha consolidado su presencia en América Latina. Pekín es hoy el principal socio comercial de varios países de la región. En esta creciente influencia del gigante asiático su ambicioso plan de la Nueva Ruta de la Seda desempeña un papel clave: se trata en pocas palabras de grandes proyectos de infraestructura a lo largo y ancho del globo.
En consecuencia, es un error considerar el conflicto venezolano como un fenómeno exclusivamente doméstico, limitado a dicho país, y esto debido a los intereses en juego y a los diversos actores que intervienen a favor de Maduro (1), en contra (2), o los que proponen una “tercera vía” (3):
En este grupo destacan China y Rusia, que han denunciado la injerencia estadounidense en el conflicto. Ambos son los principales acreedores del gobierno de Maduro, y mantienen importantes negocios en el país caribeño. Moscú ha concentrado sus inversiones en el sector petrolero y minero, además de que ha firmado con Caracas numerosos contratos en materia de Defensa, consolidando así la cooperación técnica-militar entre ambos países. Por su parte, China, además del otorgamiento de créditos, ha invertido también en el sector petrolero y minero. Respecto a Irán, se han firmado múltiples convenios de cooperación en distintas áreas (energía, industria automotriz, alimentos e infraestructura, entre otros). Si nos concentramos en el apoyo latinoamericano a Maduro, Bolivia, Nicaragua y Cuba han destacado por su fuerte crítica a lo que consideran intentos imperialistas para acabar con la autodenominada Revolución Bolivariana.
Estados Unidos, uno de los primeros países en reconocer a Guaidó como presidente interino de Venezuela, históricamente ha considerado a Latinoamérica como su patio trasero, y actuado en consecuencia intervenciones armadas mediante. No olvidemos que la “opción militar” en el caso venezolano aún no fue descartada. Tras más de una década de confluencia de gobiernos progresistas o de centro-izquierda, que aspiraron a una mayor autonomía respecto a la potencia del norte, Washington pretende retomar el control de la región. Más allá de los discursos idealistas proferidos por distintos funcionarios de la administración estadounidense, incluido el presidente Donald Trump, EEUU no actúa en el conflicto venezolano en defensa de la democracia, sino sencillamente por los intereses que tiene en juego. Quiero ser claro en esto: el problema no es el tipo de régimen (democrático o dictatorial, por esbozar una sencilla categorización), sino si está alineado o no con las prerrogativas de Estados Unidos. Así, EEUU fue durante mucho tiempo el principal comprador de crudo venezolano, y prefiere tener de aliado a un gobierno adepto que a uno díscolo para el desarrollo de sus negocios.
La OEA como institución, a lo que se suma un numeroso grupo de países latinoamericanos (Colombia, Paraguay, Brasil, Argentina, Chile, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Perú y República Dominicana, entre otros), ha manifestado su apoyo a Guaidó, así como varios Estados Europeos. Destaca aquí el accionar desplegado por el Grupo de Lima, que desconoce al gobierno de Maduro y respalda a Guaidó. Argentina forma parte del mismo, y no hay que dejar pasar un hecho preocupante: al reconocer a Guaidó como presidente interino, nuestro país ha desconocido dos principios clave del Derecho Internacional que históricamente ha observado: la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en los asuntos internos de los Estados, a cuyo corpus ha contribuido con doctrinas como la Drago y Calvo.
El gobierno mexicano ha declarado que no está ni a favor de Guaidó ni de Maduro, y ha propuesto una “tercera vía”. En pocas palabras, defiende la idea de mantener la neutralidad frente a un conflicto interno de otro Estado, y propone arribar a una solución dialogada. Es la misma postura adoptada por Uruguay. Esta línea de acción estaría cercana a la posición del Grupo Internacional de Contacto (GIC), que busca una salida pacífica y negociada a la crisis venezolana.
-¿Por qué el Vaticano no ha tenido un rol más activo en la crisis?
-Hubo intentos de mediación por parte del Vaticano que resultaron infructíferos, y comparto que su diplomacia de “neutralidad positiva” no ha sido efectiva hasta el momento. Por otro lado, tendríamos que definir qué implicaría un “rol más activo”. Quiero decir, la política exterior que puede desplegar el Vaticano no puede imponer nada, sino solo limitarse a apelar a la buena voluntad de las partes. Asimismo, el Papa no tiene medios concretos para presionar a Maduro. Sí puede señalarse que no ha condenado de forma clara y directa al régimen, más allá de sus reiterados llamados al cese del conflicto, pero entonces surgen varios interrogantes: ¿tendría que extremar su discurso? ¿Serviría esto para cambiar el estado de cosas?
-¿Cuál creés que puede ser el resultado del diálogo que se está desarrollando en Barbados?
-De momento, pareciera que las conversaciones auspiciadas por el gobierno noruego, y de las que participan representantes del régimen de Maduro y de Guaidó, serían la única vía, o al menos la más viable actualmente, para arribar a una solución dialogada que ponga fin al conflicto. De acuerdo a los últimos trascendidos, se especula sobre la posibilidad de que el próximo año se convoquen elecciones sin la participación de Maduro como candidato. Por parte del régimen, los nombres del gobernador del Estado de Miranda, Héctor Rodríguez, así como quien es considerado el número dos del chavismo, Diosdado Cabello, serían las posibles alternativas, mientras que Guaidó encabezaría la propuesta opositora. Aunque aún nada está definido.
-¿Qué desafío presenta para América Latina la emigración venezolana?
-El desafío es gigantesco. De acuerdo a la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), es el éxodo más grande que ha atestiguado la región en los tiempos recientes. Según las últimas cifras difundidas por la ONU, estamos hablando de 4 millones de personas que han abandonado Venezuela, lo que ha impactado de distintas maneras a los países latinoamericanos vecinos que reciben ese flujo migratorio. Algunos países, entre ellos Argentina, pueden estar mejor preparados -desde un punto de vista de gestión e infraestructura estatales- para hacer frente a tal acontecimiento, pero varios son los Estados que no cuentan con los recursos presupuestarios suficientes para ello, y que requieren ayuda internacional. Tal es así que ACNUR, en conjunto con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), ha coordinado esfuerzos con los países de acogida. No estamos hablando solamente de personas que deben ser alojadas: hay que recordar que las migraciones masivas tienen impacto en la atención sanitaria, el sistema escolar y el mercado laboral.
-¿Hay casos equivalentes en el mundo?
-Un ejemplo cercano es el de Colombia. A causa de la guerra civil, se calcula que fueron más de 7 millones de personas desplazadas en el transcurso de más de 50 años. Pero en el caso venezolano hablamos de 4 millones en tan solo 3 años. Perteneciente a otras latitudes, la guerra civil siria ha provocado que 5 millones se refugiaran en otros países y 6 se desplazaran dentro del territorio sirio.
-¿Cuál es el impacto del movimiento migratorio en Argentina y cuál es la proyección?
-Según la Dirección Nacional de Migraciones, la cifra de inmigrantes venezolanos en Argentina asciende a 145 mil, y se espera que ese número aumente. De acuerdo con la información recabada, el mayor porcentaje de ese número está compuesto por jóvenes profesionales de clase media, que se radican principalmente en CABA o en el primer cordón del conurbano.
Escrito por: Redacción InfoCañuelas