“Mis familiares son patriotas y están decididos a pelear para frenar la invasión de Rusia pero de todas maneras los estoy tratando de convencer de que dejen todo y se vengan a la Argentina. Ni la muerte de ellos ni la de sus hijos va a impedir lo inevitable. Rusia está tirando bengalas. Si quisiera invadir y destruir a Ucrania, ya lo habría hecho en dos minutos” dice Tatyana Kolin, una ucraniana que vive en Argentina desde hace 25 años y cuya familia sigue residiendo en Odessa, al sur del país eslavo.
A los 23 años el papá de Tatyana, Yuriy Kolin, abandonó el conservatorio para viajar por el mundo como músico en un trasatlántico. En una de esas travesías recaló en el puerto de Buenos Aires. Le gustó tanto la ciudad que se prometió -algún día- traer a sus hijos. Las dificultades para desarrollarse en Ucrania, en ese momento dominada por las mafias y la corrupción, sumadas al desastre de Chernobyl, lo empujaron a buscar otro futuro para ellos. Fue así como en 1997 vendió todas sus pertenencias y se instaló en Cañuelas junto a su segunda esposa y sus hijos Nicolás y Tatyana, por entonces de 13 años.
En Cañuelas Yuriy se ganó la vida como profesor de música, sonidista de la Municipalidad de Cañuelas y empleado en la óptica de Rodolfo Morales. En 1999 presentó un disco de folk, jazz y gospels grabado con la cantante norteamericana Rosa Banks. “Es la primera vez que un compositor ruso se une a una cantante norteamericana del nivel de Widney Huston. Yo soy ortodoxo; ella es protestante, y nos hemos juntado en tierra de católicos; creo que es un arreglo de Dios”, bromeó ante el lanzamiento del álbum.
Kolin murió de un infarto en 2001, a los cuatro meses del nacimiento de su tercera hija Ludmiva. En ese mismo año su mujer decidió volver a Ucrania junto a sus hijos menores, mientras Tatyana permaneció sola en Argentina, haciéndole frente a una vida que tampoco ha sido fácil para ella.
Los hermanos, primos, tíos y la abuela paterna de Tatyana viven en Odessa, la tercera ciudad más importante de Ucrania, de un millón de habitantes. “Estoy en comunicación permanente con mi familias, están todos bien, todavía no hay acciones militares en la zona pero ya se observa escasez de comida y combustibles y estuvieron trabajando armando bunkers” cuenta Tatyana. Odessa es el principal puerto marítimo del país, sobre el Mar Negro, en el extremo opuesto a la frontera con Bielorrusia, donde se inició la invasión.
La familia Kolin en Cañuelas.
Tanto sus tíos como sus primos y su hermano Nicolás, de 28 años, están en edad de combatir. “Mi hermano es marino mercante, en estos momentos está en alta mar, estamos seguros de que cuando toque puerto en Odessa lo van a llamar para ir a la guerra”, se lamenta.
La insensata incursión armada ordenada por Vladimir Putin que conmociona al mundo no es un hecho novedoso para los ucranianos, que desde hace más de 10 años viven en tensión permanente. “Todos apuntan hacia Putin pero también es cierto que ha sido un error de Ucrania insistir con incorporarse a la OTAN. Putín no va a permitir que le instalen un lanzamisiles en la puerta de su casa. Por otra parte, Ucrania siempre pidió ayuda a la OTAN y a la Unión Europea, por ejemplo para sellar el sarcófago de Chernobyl, pero nunca le dieron bolilla. Ahora hay promesas de ayuda, pero creo que al presidente de Ucrania le están vendiendo espejitos de colores”.
“Por lo que tengo entendido los ucranianos van a resistir porque nadie quiere ser invadido, pero es improbable que Ucrania aguante demasiado tiempo. Rusia la triplica en soldados, armamento y fondos. Si bien tenemos un buen ejército para defendernos, tampoco creo que se pueda aguantar mucho tiempo” reflexiona.
Tatyana en la Fiesta de las Colectividades de Cañuelas.
Tatyana siente que su patria está en una encrucijada de la que resulta imposible escapar. “Si el presidente quiere evitar más muertes civiles, no le queda más remedio que ceder. Ucrania no puede sola. Ucrania está en jaque mate y si no cede el mando, arrancará la Tercera Guerra Mundial. El único que sufre es el pueblo ucraniano por una guerra política. Tengo primos que viven en Rusia y también la están pasando muy mal pero tampoco pueden decir nada porque terminan arrestados”.
En todos estos años, a pesar de las permanentes crisis de Argentina, Tatyana jamás pensó en volver a su país e incluso está convencida de que la pareja de su padre cometió un grave error al regresar, empujando a sus hermanos. “Me duele decirlo, pero en Ucrania no hay un futuro para mi generación ni para nuestros hijos. El futuro más cercano que tenemos hoy es que nos den un fusil y nos manden a la trinchera. Y además, si mañana termina esta guerra con Rusia, siempre habrá alguna guerra latente, Chechenia, Polonia, Bielorrusia... Siempre estamos en conflicto con alguien y por eso no tiene ninguna lógica volver. Por supuesto que extraño mi país y a mi familia, pero sólo volvería un mes para visitarlos, nada más que eso. No hay futuro prometedor en Ucrania ni lo va a haber nunca”.
Tatyana vivió en Cañuelas hasta el 2008, cuando se mudó a la Zona Oeste del Gran Buenos Aires. Trabaja en el sector gastronómico, estudia abogacía y tiene tres hijos. Sigue en contacto con un puñado de personas de Cañuelas, especialmente con Rosana Laurens y Osvaldo Bruguera, madrina y padrino de Ludmiva.
Entre tanto lamenta el dolor que atraviesa su familia en Ucrania, especialmente su abuela. “A ella le tocó vivir el final de la Segunda Guerra Mundial y ahora está sufriendo el inicio de la Tercera. No es justo que el pueblo sufra tanto”.
Escrito por: Redacción InfoCañuelas