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24 de noviembre. Cañuelas, Argentina.

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Interrogantes sobre la educación para la paz

En este nuevo artículo, la Prof. Mirta Etcheverry aborda la construcción de la paz como un valor que se edifica en el aula y que tiene un correlato directo con el saber dar y recibir afecto.

(Por Mirta Etcheverry *) Cuando se piensa en la educación formal, entendida como "el arte de re-bautizarnos o de enseñarnos a sentir de otro modo" en las palabras de Nietzsche, estamos invitados a buscar constantemente distintas maneras de educar para la paz.

No es tarea fácil si sólo nos quedamos en la contemplación del recorte mediático que suele encontrarse más teñido de violencia, de amarillismo, de sensacionalismo, de señalamiento de los aspectos más instintivos o primitivos.

Habrá que iniciar la búsqueda de las otras acciones que también tienen de protagonista a hombres y mujeres que se encuentran en la búsqueda diaria de mejora y de crecimiento interior.

Hay un escenario más pequeño todavía que es la escuela con sus aulas, plagadas de individualidades y de historias compelidas a socializarse en ese marco. Ahí está el desafío de la construcción de la paz. Por cierto se asume como una necesaria provocación que habrá que iniciar cada día.

Algunas preguntas que me permitirán analizar el rito de inicio de las clases diarias, pueden ayudar o no a la consecución de un día de construcción o de destrucción del valor en cuestión.

¿Cómo se ubican las niñas, niños o adolescentes en el patio?; ¿quién los recibe?; ¿se les eleva la voz para que se ubiquen en la formación o hay un ritmo ya instalado?; ¿se recita la oración a la Bandera o se escucha alguna canción patria?; ¿se les plantea el día escolar desde un discurso amenazante, informativo o incentivador?; ¿cómo se los/as invita a pasar a las aulas?

Estas preguntas pretenden poner en tensión ciertas rutinas de las que no siempre somos concientes; sin embargo, van instalando maneras, formas y características que son parte de la cultura institucional, que es otro aspecto no revisado.

Lo que se quiere señalar aquí hace clara referencia a cómo somos coprotagonistas de situaciones que invitan o no a recocer al otro/a como sujeto de derechos.

Pero necesariamente hay otros interrogantes que me permitirán bucear sobre las actividades áulicas que favorecerán o no el encuentro entre alumnos/as y docentes mediatizados por el conocimiento: ¿los saludo al entrar al aula?; ¿les he planteado que me esperen de pie o pueden estar sentados a mi ingreso?; ¿permito que hablen y estén dispersos/as mientras me ubico, saco los útiles y materiales para trabajar?; ¿los invito a pensar cuáles han sido los últimos temas trabajados?; ¿permito la intervención acerca de algún tema fuera del espacio curricular a enseñar?; ¿cómo me vinculo en general con el grupo?

Las incógnitas planteadas no son una novedad didáctica, pero sin lugar a dudas por ser tan obvias muchas veces son naturalizadas y no son tenidas en cuenta, dando lugar a la aparición de otras situaciones que irrumpen en esa deseada construcción de la paz.

Estos breves aportes están invitando a trabajar otro valor, el amor, asumido como respuesta al reconocer que somos seres incompletos, necesitados de cuidado y que a su vez podemos brindarlo y cuidar.

Este planteo permite pensar nuevamente la igualdad porque tanto el otro/a como yo estamos en las mismas condiciones de dar y recibir amor y sin encasillarse en el miedo puesto que protegerme no es necesariamente porque existen posibles peligros sino porque soy humano.

Esto cobraría la verdadera fuerza educativa e innovadora si se pudiese relacionar entonces, la educación, el amor, la justicia y la paz, sin grandes despliegues, sino en las prácticas diarias.

(*) Mirta Etcheverry es profesora en Ciencias de la Educación, en Retardo Mental y en Estimulación Temprana; licenciada en Gestión Educativa; actualmente cursa la especilaización en Nuevas Infancias y Juventudes. Además es directora del nivel Polimodal de la Escuela José Manuel Estrada.

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Escrito por: Redacción InfoCañuelas