Las personas que tienen un familiar internado por Covid se enfrentan a la triste realidad de no poder verlo ni acompañarlo en esas horas difíciles. Si muere tampoco podrán despedirlo. La deshumanización en su máxima expresión.
Juan Carlos Carricaburo vivió eso y mucho más: ni siquiera le avisaron que su madre, Ana Pérez, había fallecido. Se enteró por casualidad al día siguiente, cuando concurrió al Hospital Cuenca Alta para saber cómo estaba, al no recibir los partes telefónicos que le habían prometido.
En diálogo con InfoCañuelas, Carricaburo reconstruyó esos últimos días de su mamá, quien desde marzo se encontraba viviendo en la residencia Idana.
“El jueves a las 3 de la tarde fue internada en el Hospital Cuenca. En ese momento con mi hermana la vimos por última vez, siempre manteniendo la distancia. Nunca nos pudimos acercar a menos de 10 metros de la ambulancia. Desde el hospital nos dijeron que a la tarde-noche me mandaban un parte telefónico. Estuve esperando pero en todo el jueves no me enviaron nada. El viernes a la mañana tampoco recibí el informe, entonces me fui al Hospital, donde me encontré con un montón de gente conocida de toda la vida. Una persona que estaba en la recepción, a la que conozco, me comunicó con el jefe de terapia intermedia, el Dr. Carlos Garavaglia, también conocido de toda la vida, compañero de secundaria de mi hermana. Él tuvo la amabilidad de bajar y darme el parte diario” relató Carricaburo.
El viernes a la noche Carricaburo seguía sin recibir un informe oficial. El sábado tampoco se comunicaron con él, por lo que volvió al Hospital. Nuevamente concurrió y apeló a la buena voluntad del Dr. Garavaglia, que le facilitó los datos sobre el estado de su madre.
El domingo no tuvo noticias ya que el Cuenca no emite partes sobre estado de pacientes. Esperó que el lunes alguien le enviara el demorado parte telefónico, pero hasta el mediodía no tuvo noticias. “Después del mediodía concurrí, había un médico dando partes a familiares y le pregunté por mi mamá. Me miró con cara de asombro y me dijo: ´Su madre falleció ayer. ¿No le avisaron?´ Me quedé helado”.
“Así fue como enteré. Desde su internación, el día jueves, nunca me dieron ningún parte telefónico. Si no iba al Hospital en persona y apelaba a la buena voluntad de algún conocido, hoy (martes) seguiría sin saber que mi mamá había fallecido. De hecho recién este martes a las 9 me llamó una chica del Hospital para preguntarme si necesitaba alguna orientación con el sepelio. Un poco molesto le dije que lo que necesitaba era que hicieran el certificado de defunción”.
Esa fue otra dificultad administrativa con la que Carricaburo se encontró. El lunes, cuando el vehículo de la cochería fue a retirar el cuerpo, no pudo llevárselo porque el certificado de defunción no tenía el horario de muerte ni la firma del médico actuante.
“En resumen, entre tantos empleados que hay, el Hospital parece no tener a nadie encargado de recopilar los partes y llamar a los familiares. ¿Acaso no debería haber un encargado para eso? Hay una desorganización total. No puede ser que mi mamá falleció el domingo y el lunes ni siquiera estaba hecho el certificado de defunción. Hoy, martes, todavía no sé ni el horario de fallecimiento . Haciendo los trámites supe de otra persona que se enteró que su padre había fallecido cuatro días antes y no le avisaron” cuestinó Juan Carlos (varias horas después de la publicación de este artículo, por el certificado de defunción se enteró de que el horario de muerte fue el domingo a las 13.40).
Carricaburo reconoce que la situación de su madre era muy complicada, con una combinación de patologías (trastornos renales, cardiopatía y neumonía, a lo que se sumó el diagnóstico de Covid-19 el día viernes). “Con mi hermana estábamos preparados para este desenlace, pero nos molesta mucho y nos deja muy mal que no nos hayan avisado al momento del fallecimiento”.
Ana Pérez de Carricaburo tenía 92 años. Hasta marzo vivió con su hijo, en su casa, cuidada por tres mujeres que la atendían las 24 horas debido a los primeros indicios de demencia senil. Ironías de la vida, junto a su hermana decidió llevarla a la residencia Idana para preservarla del virus, convencido de que allí estaría más aislada.
“Fue una fatalidad, una ironía de la vida, como quieras llamarle. Me consta que en la residencia son muy cuidadosos, aplicaron el protocolo de manera muy estricta. Cuando iba a visitarla la veía a través de la ventana, los elementos que le llevábamos siempre eran desinfectados y las enfermeras se cambiaban al ingreso y al egreso. A pesar de todos los cuidados el virus se filtró igual. En ese sentido, no tengo ningún reproche para Idana, todo lo contrario, estoy muy agradecido con la familia Elchin”.
Además, agradeció a los profesionales del Cuenca que le brindaron información y a la cochería de Sergio Rodríguez por ayudarlo en los trámites.
Escrito por: Redacción InfoCañuelas