“El mundo es un libro y aquellos que no viajan sólo leen una página”. Tal vez inspirados en esa frase de San Agustín, los cañuelenses Lucía Mc Cormick (26) y Juan Martínez Tanoira (27) decidieron lanzarse a los caminos con el único objetivo de vivir sin ataduras.
Luli y Coco se conocieron a los 16 años siendo alumnos en el colegio Don Bosco de Uribelarrea, de donde egresaron como técnicos Agropecuarios en 2009. Lucía siguió estudiando hasta recibirse de profesora de Inglés y Juan abandonó el profesorado de Matemática para dedicarse al oficio de carpintero.
Lo que definen como “un sueño” se apoderó de ellos poco a poco. Empezaron haciendo viajes cortos como mochileros, primero en la provincia de Córdoba y luego en el norte de Argentina, en 2012. Esas salidas relativamente cercanas los conectaron con viajeros de todos los puntos cardinales.
“El siguiente verano viajamos por Bolivia y Perú. Ahí vivimos un intercambio muy grande con gente de distintos países y nos agarró una intriga de saber cómos sería el resto. Empezamos a soñar con viajar indefinidamente, pero era un sueño. Siempre hablábamos de hacerlo pero era difícil tomar la decisión” rememora Lucía.
Al otro año recorrieron el sur. En 2015 se casaron en la capilla del Don Bosco (el mismo lugar donde se habían conocido a los 16 años) y, fiel a su proyecto latente, hicieron la luna de miel como mochileros en Brasil. “Con la plata de una semana en un all inclusive viajamos un mes. En ese viaje conocimos un montón de gente que no tenía plata ni para pagar el camping de la noche. Nos dimos cuenta de que no hacía falta un gran ahorro; que se podía resolver sobre la marcha”.
Finalizada la luna de miel volvieron a la rutina de los estudios y el trabajo, lo que llaman “los parámetros de la sociedad”. Con el dinero que tenían ahorrado planificaron construir la casa hasta que sacaron cuentas del tiempo -eterno- que les demandaría reunir lo que faltaba para terminarla. Al día siguiente, en un arrebato de impulsividad, usaron la plata de los cimientos para comprar los pasajes a España, donde se iniciaría el periplo. Era 6 de diciembre de 2016. Comenzaba otra construcción.
TOCAR EL CIELO CON UN RENAULT 4
Mientras pasaban unos días en la casa de familiares en España cayeron en la cuenta de que con los 3 mil Euros que tenían en los bolsillos, durmiendo en hostels y carpa, no durarían mucho tiempo. En Barcelona localizaron un Renault 4 amarillo que se vendía por 1.500 Euros. Era demasiado para su frágil economía. En medio del regateo hablaron de su sueño. “¿Y qué puedo hacer yo para ayudar a cumplirlo?” preguntó el vendedor. Finalmente lograron comprar el auto en 1.200 Euros. Luego seguiría otra negociación con una empresa que, a cambio de publicidad, les cubrió los 800 Euros del seguro.
De la noche a la mañana Coco tuvo que aprender mecánica.
En una semana y media de preparación la ´Renoleta´ se transformó en una casilla rodante. Le retiraron los asientos traseros y colocaron cortinas en lo que sería el dormitorio. Así viajaron por España, Portugal, Andorra, Francia e Inglaterra pagando la nafta y los ingredientes para cocinar con la venta de pulseras tejidas por ellos mismos. “Estábamos felices. Sentíamos que el mundo era nuestro”, afirma Lucía.
El 4 de julio de 2017, saliendo de Londres, un camión los chocó de atrás. Resultaron ilesos pero el auto quedó inservible. Se quedaron sin vehículo y sin dinero. Unos amigos los hospedaron mientras evaluaban opciones. Una de ellas era abandonar el proyecto y volver a la Argentina. “Pero nuestro sueño no era el auto sino el viaje. Entonces se nos ocurrió seguir en bicicleta. Al día siguiente nos compramos un par de bicis baratas de tres cambios, conseguimos alforjas y arrancamos, sin tener ninguna experiencia ni estado físico. Ni siquiera carpa teníamos. El primer día hicimos sólo 15 kilómetros. Dormimos en una caballeriza. Parábamos en casas de gente que nos acogía. Hasta paramos en una casa de testigos de Jehová. Aprendimos a romper barreras. La ventaja de la bicicleta era el contacto directo y permanente con la gente y el paisaje”.
Un choque casi pone punto final a la aventura.
En Edimburgo el seguro les pagó el auto y con parte del dinero decidieron comprar otro vehículo más característico y llamativo: una bicicleta tándem de dos plazas. La equiparon con una bandera argentina y el efecto fue instantáneo: arrancaban sonrisas en cada pueblo por el que pasaban, con una caravana de chicos corriendo detrás al grito de “¡Messi Messi!”.
El tándem terminó uniendo más a los jóvenes aventureros. “En esta bicicleta tenemos que avanzar sincronizados y podemos ir conversando. Si nos pasa algo, nos pasa juntos. A veces, en las subidas, Coco me pregunta si estoy pedaleando y ahí me doy cuenta de que voy girando los pedales sin hacer fuerza”, bromea Luli.
Con este nuevo medio de transporte recorrieron Escocia e Irlanda, donde pasaron el invierno de 2017 a 2018. Dado que Lucía tiene ascendencia irlandesa, fueron muchas las familias que los invitaron a dormir en sus casas, a compartir el té o a tomar una pinta de cerveza. Aún hoy hay muchos de esos irlandeses gentiles y hospitalarios que les envían postales de Navidad.
Los viajeros se financian con la venta de artesanías.
Al año siguiente fue el turno de Bélgica, Francia y Suiza (que hicieron a dedo ante lo dificultoso que implicaba enfrentar los Alpes a pedal). Tras recuperar el tándem recorrieron Italia hasta Nápoles y luego Grecia, desde donde volaron a Australia. El pasaje lo compraron con el dinero que ahorraron gracias al trabajo de carpintero que un irlandés le ofreció a Coco. Luego hicieron escala en Nueva Zelanda, donde los dos trabajaron de sol a sol en un cultivo de kiwis para pagar los pasajes a la Argentina. La bicicleta está en pausa en la ciudad de Hasting, el punto de partida de la nueva ruta por Asia.
UN CAMBIO DE MENTALIDAD
Lucía y Juan están de paso en Cañuelas para visitar a amigos y familiares. El 23 de febrero a las 20.30 darán una charla en el restobar El Cultivo para todos aquellos que quieran conocer cómo es la vida nómada y tal vez animarse al desafío.
El 11 de marzo retomarán lo que será el capítulo más difícil desde Indonesia hasta Nepal o norte de la India. Saben que se enfrentarán a una geografía más agreste y a distancias enormes sin población, por lo que no descartan tener que cambiar la bicicleta por una moto. Como siempre, resolverán las dificultades sobre el camino.
En estos días de descanso se reencontraron con comodidades que en la cotidianeidad no se aprecian, como ducharse a diario o dormir en una cama de sábanas recién planchadas. “Cuando viajás como nosotros uno se las ingenia para ducharse como sea o para dormir como se pueda. En Italia dormimos en iglesias con gente de la calle. En Londres nos hicimos amigos de los ´homeless´. Jamás pagamos un camping”.
Todas esas vivencias quedan registradas en un diario que Lucía completa cada noche. “A veces uno no tiene mucho para escribir porque el viaje también se puede convertir en una rutina, pero lo más lindo es escribir las emociones y pensamientos, las lecciones de vida que aprendiste en el viaje y cómo esas lecciones impactan en la transición personal que vamos haciendo”.
Luli y Coco se imaginan como trotamundos por muchos años más pero saben que la llegada de un hijo podría cambiar ese paradigma. “Viajar nos cambió nuestra manera de pensar. Nunca nos sentimos inseguros y estamos siempre en contacto con la naturaleza. Si me preguntás hoy, no sé si me gustaría tener un hijo en un hospital; creo que me gustaría mucho más tenerlo en pleno viaje. Y para el futuro imagino una vida más tranquila y en contacto con la naturaleza, un casa autosustentable y poder vivir de nuestras cosechas”.
“Viajar es una brutalidad. Te obliga a confiar en extraños y a perder de vista todo lo que te resulta familiar y confortable de tus amigos y tu casa. Estás todo el tiempo en desequilibrio. Nada es tuyo excepto lo más esencial: el aire, las horas de descanso, los sueños, el mar, el cielo; todas aquellas cosas que tienden hacia lo eterno o hacia lo que imaginamos como tal”. La frase, del escritor italiano Cesare Pavese, describe a la perfección ese camino interior que la pareja de Cañuelas decidió construir sobre dos (o cuatro) ruedas.
Escrito por: Redacción InfoCañuelas