A fines de mayo de 1976 los diarios argentinos cubrían sus tapas con los desfiles de la Junta Militar; el asesinato de Ringo Bonavena en Nevada y el sangriento triunfo de Víctor Galíndez ante el norteamericano Richie Kates. Algunos se detuvieron un episodio menor pero llamativo: la clausura de una clínica de Cañuelas dedicada a la cura del cáncer con tecnología extraterrestre.
Este extraño centro médico -denominada Planta de Investigación Científica Argentina Internacional de Neurología (PICA)- estaba ubicado en el kilómetro 77 de la ruta 3 (a metros de donde hoy se encuentra la estación de peaje). Había comenzado a funcionar alrededor de 1973 bajo la dirección de Carlos Eduardo Jérez, un falso médico oriundo de Baradero que decía tener comunicación con los ummitas, seres provenientes del mítico planeta Ummo.
La planta de Jérez en la zona rural de Cañuelas tenía la réplica de un platillo volador en su entrada, construido en chapa y acrílico. Los consultorios estaban repletos de consolas con luces multicolores, cables, osciloscopios y campanas de aluminio, una puesta en escena con la que decía curar el cáncer mediante una combinación de “rayos gamma y energía cibernética”.
Desde su inauguración hasta su clausura, en mayo de 1976, la llamada “Clínica de Cañuelas” recibía entre 20 y 30 personas al día con la promesa de una cura milagrosa. En su mayoría eran enfermos terminales de cáncer, pero también pacientes con otras patologías cardíacas, psiquiátricas o neurológicas.
Si bien se presentaba como médico, Jerez era técnico en radio y televisión y la aparatología que usaba en la clínica ovni había sido construida con sus propias manos. Se declaraba heredero de un “proyecto de investigación químico-médico-físico” iniciado en Francia en 1901 por su abuelo materno Gaspar Asprella. Según Jerez, su abuelo llegó a la Argentina en 1937. La planta funcionó en distintos pueblos del conurbano bonaerense hasta que en la década del ´60 se radicó en Cañuelas.
En su libro “Revelaciones”, el ufólogo Jacques Fabrice Vallée detalla que en una visita de estudiantes locales, Jérez les dijo que el personal de su planta provenía de Ganimedes (un satélite de Júpiter) y que curaba con el uso de técnicas de radiación traídas de otros planetas.
La planta PICA fue cerrada por disposición de la Subsecretaría de Salud Pública de la provincia de Buenos Aire, luego de una denuncia presentada por el Círculo Médico de Cañuelas ante el Colegio Médico Distrito III. Al momento de la inspección recibían "tratamiento" unos 200 pacientes con enfermedades terminales.
En una entrevista con el semanario Siete Díaz el Dr. Somaiel Harón, presidente del Círculo cañuelense, expresó sin medias tintas que Jérez era “un charlatán”. Su colega, el Dr. Pedro Agustín Elorga, agregó: “Estas personas van tan lejos como para afirmar que son extraterrestres: tienen un platillo volante en la puerta”.
En su descargo ante las autoridades Jérez explicó que curaba el cáncer mediante una combinación de “rayos gamma y energía cibernética”, una técnica creada por su abuelo en 1901 que había recibiendo distintos apoyos políticos, desde el senador Lisandro de la Torre en 1937 hasta el general Juan Domingo Péron. Aseguro que en 1968, durante el gobierno del general Juan Carlos Onganía, le entregaron una habilitación provisoria para tratar a pacientes desahuciados, según cita el diario La Razón en su edición del 25 de mayo de 1976.
En junio de ese año un cronista de la revista La Opinión visitó el lugar para recabar datos sobre los “principios científicos” que guiaban a Jérez. “Comenzamos a investigar a través de un proceso de esquizofrenia y con el propósito de comprobar le teoría de mi abuelo. El hombre, científicamente no existe. Es un elemento recargable humano y transmisible. Y si es un elemento, tiene dos polos y un punto medio o sea: Cefálico Positivo - Medio Yutrón - Podálico Negativo. En definición: una pila con comportamiento matemático, y para tal prueba se encuentra el núcleo del átomo y se empieza a alimentar nuestra madre con Potasio-Magnesio y Azufre, produciendo un núcleo infraestructural energético compensatorio” describía un documento de difícil comprensión.
Durante ese visita el cronista de La Opinión entrevistó al médico paraguayo Analberto Alcaraz Luizzi (matrícula 46014); y al homeópata y radiestesista Eduardo Salatino (matrícula 36613), dos profesionales de la medicina que Jérez había contratado para darle una pátina de legalidad a su emprendimiento.
“Para nosotros —dijo Salatino— la muerte celular no existe. En neurología hemos hecho buenos trabajos. Resulta sorprendente esa teoría, y más aún, aceptar que en casos de hemiplejía se logre una recuperación en el enfermo del 80 al 90 por ciento. Como se sabe, cuando se ha producido una destrucción de centros nerviosos, la medicina tradicional ayuda al paciente tratando el origen y las secuelas, pero jamás hubo resultados que obtuviesen semejante porcentaje de recuperación, lo que acaso no tenga explicación”.
Meses después de la clausura, mediante el decreto reservado S 3216 fechado el 14/12/1976 (desclasificado en 2013), Videla ordenó el arresto de Carlos Eduardo Jérez, MI 4.587.258 y su permanencia “en un lugar de detención que al efecto se determine”. Las versiones indican que fue torturado por presuntas actividades subversivas y por sus extraños comportamientos, pero gracias a la mediación de algunos pacientes que tenían contactos en la cúpula militar, fue liberado a los dos meses.
Luego de esa traumática experiencia abandonó su clínica alternativa de Cañuelas, regresó a su Baradero natal y cayó en el olvido.
Germán Hergenrether
Escrito por: Germán Hergenrether