Es frecuente andar por las calles de Uribelarrea y que algún vecino o vecina, luego de un amable saludo, me consulte algún problema relacionado con las plantas. Y una pregunta frecuente, entre otras, es: “Tengo un jazmín que estaba hermoso y ¡se puso todo amarillo! ¿Qué puedo hacer? Vi en internet que le tengo que poner hierro”.
La verdad es que me encanta que me consulten, y ante la pregunta de la vecina viene a mi mente como un rayo la clase de deficiencia nutricional de la facultad.
Y entonces… ahí va. Las hojas del jazmín se vuelven amarillas debido a una enfermedad provocada por la falta de absorción de un nutriente, el hierro. Para identificarla se debe observar en la hoja que la nervadura se mantiene verde y el resto amarillo. Se la denomina clorosis internerval.
—¿Qué?, clorosis inter… ¡No me la compliques, querido” — me dice la vecina.
—Bueno, es simple: la planta no está absorbiendo hierro.
Llegado a este punto al lector le parecerá sencilla la respuesta, que es la misma conclusión a la que llegó la vecina. “Le pongo hierro y listo”.
Y aquí se encuentra la clave del problema. La deficiencia de hierro no se soluciona (en este caso) fertilizando con hierro. No es que no hay hierro en el suelo o maceta, sino que no se encuentra soluble y por tal motivo no está disponible para la planta. Esto es consecuencia de encontramos en una zona con suelos alcalinos y agua con contenido de sales.
—¿Cómo que sales? — interviene la vecina.
—Sí, ¿vio cómo se le forma un sarro en la pava del mate?
—Tenés razón m’hijo, ¿y entones que hago? — me apura.
—Espere, que la película sigue.
La deficiencia de hierro es común en suelos alcalinos, donde el pH es elevado. Estos suelos pueden contener cantidades considerables de hierro; sin embargo, se encuentra en una forma poco disponible para las plantas.
La baja disponibilidad de hierro en nuestros suelos se debe a que las altas concentraciones de carbonatos disminuyen la solubilidad y movilidad del hierro, ya que el mismo es menos soluble a medida que el pH del suelo aumenta por encima de 6.5. Esto sumado a que el agua tiene contenido de carbonatos también hace que el pH aumente.
No debemos olvidar que el jazmín es una planta acidófila, quiere decir que absorbe mejor los nutrientes manteniendo niveles bajos de pH en el medio de cultivo, es decir absorbe los nutrientes con un PH ácido.
—Ah, claro, pero ¿qué es el pH? — me interroga.
—Es la concentración de iones de hidrógeno presentes en determinadas disoluciones, pero no la quiero complicar, así que diremos simplemente que es una medida de acidez y alcalinidad, de 0 a 14, siendo 7 la medida neutra.
—Uh, querido, no te pregunto nada más, ¡qué complicadas las plantas al fina! ¿Y entonces? — pregunta la señora, sin poder contener la ansiedad.
Así que fui directo a la solución.
La clave aquí es bajar y estabilizar el pH. Se puede fertilizar con un fertilizante de base ácida, y al mismo tiempo acidificar el suelo con algún sustrato formulado especialmente para plantas acidófilas, o algún material orgánico acido como la pinocha (hojas secas que caen del pino).
El riego es fundamental hacerlo con agua de lluvia, cuyo pH neutro no provocara un aumento del mismo. Al bajar el pH del suelo o la maceta va a provocar que el hierro que se encuentra allí, vuelva a estar disponible para que lo absorba la planta, y de esa manera corregir la deficiencia nutricional.
No me esperaba el abrazo de la vecina, que con los ojos vidriosos me dijo: “Gracias querido, me la regalaron para el día de la madre y no quería que se me muriera”.
Espero que al igual que a la vecina de Uribelarrea, les haya servido la solución a esta enfermedad tan común en las plantas acidófilas de nuestra zona, ya que algo parecido les ocurre, por ejemplo, a los cítricos… pero esa consulta la dejamos para la próxima.
Juan Pablo Truglia
Tecnico en Floricultura. UBA.
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Escrito por: Juan Pablo Truglia