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22 de noviembre. Cañuelas, Argentina.

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Los viajeros Luli y Coco preparan una Estanciera para recorrer América

Desde fines de 2016 viajaron por Europa, Asia y Oceanía. Comenzaron a planificar su futura casa de Cañuelas, que será construida con materiales reciclados. Fotogalería.

La Estanciera casi lista para arrancar.

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Luego de cuatro años de una vida trashumante que los llevó a recorrer más de 20 países de Asia, Europa y Oceanía en auto, bicicleta, tándem o a dedo, Luli y Coco están de regreso en Cañuelas para reencontrarse con sus afectos ante de iniciar su nueva aventura: una travesía por la Argentina y América en una Estanciera.

La pareja, que acaba de regresar de Italia hace pocos días, ya se encuentra acondicionando el furgón, modelo 1960. En el techo le adaptarán una carpa que será el dormitorio y en la caja irán la cocina y el equipamiento básico. 

Lucía Mc Cormick (27) y Juan Martínez Tanoira (28) se casaron en 2015. Durante un mes viajaron como mochileros por Brasil, una luna de miel diferente que los conectó con viajeros de todo el mundo y despertó en ellos el deseo de permanecer en movimiento. Si bien regresaron a sus rutinas laborales en Cañuelas, la vida les parecía demasiado cómoda y previsible. 

En diciembre de 2016 armaron un pequeño equipaje e iniciaron la primera etapa de un itinerario que los llevó por España, Portugal, Andorra, Francia, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Bélgica, Francia, Suiza, Italia, Grecia y Nueva Zelanda.

En febrero de 2019 hicieron una pausa para visitar a sus familias y amigos en Cañuelas. Regresaron a Nueva Zelanda y desde allí viajaron por tres meses a Australia, donde se financiaron vendiendo bolsas de tela y postales. La siguiente escala fue la península de Malasia y Singapur, que recorrieron viajando a dedo gracias a la hospitalidad de su gente.

Luli y Coco pasaron la cuarentena en Oldshoremore, Escocia.

Si bien teníamos la idea era llegar a la India, hicimos un cambio de planes y volvimos a Escocia. Estábamos un poco cansados de estar todo el día en movimiento y nos quedamos seis meses Edimburgo. Ahí alquilamos una habitación. Coco trabajaba haciendo delivery y yo de moza” relata Luli a InfoCañuelas. Cuando estaban por retomar el viaje hacia la Europa continental, los interrumpió la pandemia, que alteró la hoja de ruta.

RECLUIDOS EN LAS MONTAÑAS

“Imaginamos que el aislamiento iba a durar un par de semanas y decidimos pasarlo en Las Highlands (Tierras Altas), en el norte de Escocia, una hermosísima zona montañosa de acantilados y playas, pero con mucho frío. Ahí conseguimos hospedaje en una casa a cambio de trabajo. Coco hacía tareas de carpintería o cultivo agroecológico y yo me ocupaba de cocinar para todos, hacer el pan y limpiar, incluso en algún momento me ocupé de pintar algunas puertas y paredes” describe Luli.

El lugar donde se instalaron es Oldshoremore, un paraje de unas veinte casas (casi todas deshabitadas) ubicado a una hora y media de Inverness, el principal centro administrativo de la región.

“Pensamos que íbamos a estar en ese lugar unos pocos días, pero la cuarentena se extendió mucho más de lo esperado. Fue un golazo estar ahí porque vivimos con absoluta libertad, se podía circular porque es un lugar muy aislado y con muy poca gente. Íbamos a las montañas, a la playa, hacíamos picnics... fue increíble”.

En esta pequeña aldea vivieron en una casona con varias habitaciones que se alquilan a turistas, propiedad de una pareja conformada por Daniel y Alexa, un alemán y una costarricense. Allí también estaban hospedados un español (el maestro de la escuela local), un amigo ibérico que lo visitaba y un argentino de Roque Pérez que había estado en la Isla de Skye y no había podido regresar a la Argentina por la cancelación de los vuelos. “Fue muy curioso porque en ese remotísimo lugar de Escocia éramos siete personas hablando en español” se ríe Luli.

La casa de Oldshoremore, donde le escaparon al Coronavirus.

Cuando se levantaron las restricciones estuvieron un tiempo más en Edimburgo y luego dos meses en Sicilia, vendiendo macramé para pagar sus gastos diarios.

“Ahora estamos preparando la Estanciera para arrancar de nuevo. La compramos el año pasado, cuando estuvimos en Cañuelas, y quedó guardada en un garaje. La estamos camperizando, lo que implica transformarla en una casa rodante. Pensamos pasar una buena temporada recorriendo la Argentina de punta a punta y luego seguir por América. Paraguay, Brasil, Perú son los países por los que comenzaríamos”.

La elección de este vehículo no es casual: La Estanciera es un utilitario robusto, versátil, todoterreno, que fue un símbolo de la naciente industria automotriz nacional. Fue fabricada entre 1957 y 1970 por Industrias Kaiser Argentina (IKA), que llegó a producir 70 mil unidades.

En simultáneo, comenzarán un nuevo proyecto, quizá pensado para el día en que abandonen la vida errante: una casa eco friendly con materiales reciclados que levantarán ellos mismos en un pedazo de terreno que la familia les cedió en su predio del barrio La Arboleda.

“Vamos a usar muchas cosas que encontremos en el camino, como pallets, maderas, etc. Creemos que no hay que ser ni rico ni nada para hacer una casa. Y la vamos a hacer con nuestras propias manos, a prueba y error”.

Luli agrega otro detalle fundamental del proyecto: será una vivienda pequeña, de no más de 39 ó 40 metros cuadrados. Es una de las cosas que aprendieron en los viajes: que se necesita muy poca carga y muy poco espacio para ser feliz.


LA MAGIA DEL CAMINO

En su diario de viajes Luli y Coco van anotando anécdotas y experiencias de gente especial con la que se van cruzando en el día a día. Desde la idiosincrasia argentina salir a la ruta implica imaginar constantes peligros y acechanzas, pero ellos aprendieron lo contrario, que todo el tiempo aparecen personas generosas y solidarias dispuestas a tender una mano.

“En Australia estábamos vendiendo bosas de tela y postales a la gorra a la salida de un supermercado. Un señor que llegaba a comprar cerveza se puso a conversar con nosotros. Le contamos del viaje, de que hacíamos acampe libre todas las noches y que preparábamos nuestra propia comida. Cuando salió del supermercado nos regaló 300 dólares para que esa noche durmiéramos en un hotel y comiéramos en un restaurante. Nos dijo que la gente que se anima a cumplir sus sueños merece un lujo dentro de tanto esfuerzo”.

En Malasia viajaron haciendo dedo.

“En otra oportunidad en Australia íbamos por un bosque para evitar la ruta, estábamos a 40 kilómetros de un pueblo y de repente se rompió la caja de cambios de la bicicleta. Estábamos preocupados porque no teníamos dinero suficiente para poder arreglarla y tampoco sabíamos si en el pueblito cercano habría una bicicletería. Nos cruzamos con un guardabosque que nos llevó al pueblo y nos dejó en una estación de servicio. El hombre del taller mecánico miró la bici y nos dijo: ´Hoy no la puedo arreglar, pero mañana a las 8 se las arreglo y siguen camino. Y esa noche pueden dormir en la casa de mi papá´. El hombre nos llevó a una posada a tomar cerveza, nos preparó un pescado y cuando nos levantamos ya estaban arreglando la bici, que quedó mejor que antes, y sin cobrarnos nada. Después otra pareja de Australia nos hospedó en su casa y cuando volamos a Malasia para viajar a dedo nos guardó las cosas y bicicletas por meses hasta que finalmente nos envió todo al país donde estábamos”.

“En Malasia la gente era increíble. Cuando hacíamos dedo, si pasaba un vehículo en la dirección opuesta, paraban, pegaban la vuelta y nos llevaban adonde queríamos ir. En una oportunidad nos cruzamos con un paquistaní con el que no podíamos comunicarnos más que con señas. Le dijimos que íbamos a Penang, a 400 kilómetros de donde estábamos. Nunca supimos si realmente iba a ese lugar o nos llevó para ayudarnos”.

“Eso es lo más hermoso de viajar de esta manera, la gente que te cruzás en el camino es mágica. No hay nada más hermoso que poder confiar y abrirte. Si te quedás en tu zona de confort las cosas mágicas raramente suceden. En cambio si te abrís al mundo, el mundo es maravilloso y tiene mucho para ofrecerte. Aprendés que no todo es tan malo como parece”.

Para seguir a Lucía y Juan en sus próximos pasos podés hacerlo a través de su Instagram @luliycocoelviaje

Germán Hergenrether

Escrito por: Germán Hergenrether

Luli y Coco, postales de viaje