22 de noviembre. Cañuelas, Argentina.

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Cañuelas y sus tres cementerios

El principal fue creado en 1878 a raíz de las epidemias de cólera y fiebre amarilla que asolaron a Buenos Aires.

Cementerio Municipal.

Cementerio Municipal.

El Cementerio de Cañuelas, ubicado en el km. 69,500 de la Ruta 205, fue creado oficialmente en 1878, pero no fue el único que tuvo el partido en sus dos siglos de historia.

El primero funcionó entre 1824 y 1837 en el terreno contiguo a la Iglesia Nuestra Señora Del Carmen en una época en la que los cementerios eran considerados sitios sagrados. ´Cementerio´ deriva de la palabra latina ´coemeterium´ y ésta del griego ´koimêtêrion´ (dormitorio) y ´koiman´ (acostarse). Ese decir que el cementerio era el dormitorio temporario para el descanso de los cuerpos en su tránsito hacia la resurrección.

Siguiendo la tradición española, los cementerios solían ubicarse alrededor de los templos bajo el control de la Iglesia, como parte de la educación moral de los fieles, que al ver las tumbas de sus vecinos o seres queridos reflexionarían sobre la muerte y ordenarían su vida en busca de la salvación eterna.

En su “Historia de Cañuelas” Lucio García Ledesma revela que las primeras actas de defunción están registradas en un tomo de la parroquia local llamado “Libro de Entierros” que comienza el 1 de enero de 1824. Una década más tarde el Ing. Carlos Zucchi aconsejó demoler parte del viejo templo y buscar otro lugar para el cementerio parroquial, que se utilizó hasta 1837. En ese año el juez de Paz Casimiro Villegas le solicitó al gobernador Juan Manuel de Rosas autorización para la creación de una necrópolis donde serían depositadas “las cenizas de nuestros semejantes”.

Con fecha 17 de abril Rosas aprobó el pedido: “Vuelva al juez de Paz, a quien se faculta para proceder según se solicita, siendo prevención que el cementerio debe fabricarse al nordeste del pueblo, como a seis cuadras de distancia más o menos, a efectos de que los vientos del sudoeste alejen la insalubridad”.

EL CAJÓN

Hacia 1837 los cuerpos comenzaron a enterrarse en la manzana comprendida por las actuales calles Del Carmen, 25 de Mayo, Matheu y Larrea (el mismo lugar donde a partir de 1931 funcionó el estadio del Cañuelas Fútbol Club, apodado “El Cajón” en alusión a los ataúdes que descansaron bajo su césped).

En 1868 Buenos Aires sufrió una devastadora epidemia de cólera que afectó también a Cañuelas. La población local fue asistida por el Dr. Manuel Acuña, primer médico con título universitario que ejerció en el partido y miembro de la corporación municipal (un equivalente al Concejo Deliberante). El 23 de enero de ese año en reunión de emergencia Acuña manifestó “la necesidad de obtener algunos medicamentos que no tenía en su botica para administrar los pobres atacados del cólera” siendo autorizado a comprar “los remedios que considerara más eficaces”.

En 1870 y 1871 la ciudad de Buenos Aires padeció dos fulminantes epidemias de fiebre amarilla que mataron casi al 10 % de los porteños. El terror se extendió rápidamente a la campaña. 

Para evitar el contagio se nombró una Comisión de Salubridad Pública encargada de establecer medidas de higiene y se contrató al doctor en Medicina y Cirugía Joaquín Robles y Gomes como médico municipal, quien se sumó a la solitaria tarea de Acuña. A pesar de los esfuerzos, en Cañuelas hubo seis casos fatales de fiebre amarilla, según consigna García Ledesma en si historia local.

A lo largo del siglo XIX el higienismo urbano estuvo dominado por la llamada “teoría de los miasmas”: se consideraba que los cadáveres desprendían gases tóxicos que contaminaban el aire y causaban graves enfermedades. Para proteger a la población era necesario erradicar los cementerios de las zonas pobladas. Cañuelas no escapó a esa corriente por lo que se decidió crear una nueva necrópolis fuera del ejido urbano.

SURGIMIENTO DEL CEMENTERIO MUNICIPAL

Superados los avatares de la fiebre amarilla, la Comisión de Salubridad se abocó a la búsqueda de un sitio alejado, ubicado del lado opuesto de donde soplaban los vientos predominantes en la época de mayores calores para evitar de este modo que el aire transportara los “miasmas” de la muerte hacia el pueblo. Fue así que se optó por un terreno ubicado a 2,7 kilómetros en línea recta de la plaza principal.

El 4 de marzo de 1878 se estableció el reglamento en base a los planos levantados por el intendente Jacinto Casteltort. Dicho reglamento es un cuadernillo de 12 páginas con la firma del presidente de la corporación municipal Justo P. Fuentes, que establece los requisitos para acceder a terrenos y sepulturas en propiedad o por cinco años, el precio de la vara cuadrada, los requisitos edilicios mínimos y las funciones inherentes al guardián. 

El Art. Nro. 11 establece que los cadáveres deberán colocarse en cajas mortuorias “resguardadas por un cajón interior de plomo o zinc, perfectamente soldado” y el Nro. 13 agrega que si el cajón exhalase mal olor “el dueño de la bóveda hará la reparación necesaria en el cajón para evitar el daño”.



El pasillo "de los angelitos" con sepulturas de niños.
 

El Art. Nro. 43 alude a las pestes de la época: Expresa que “en caso de epidemia la Municipalidad puede coartar en todo o en parte los derechos del propietario, ya sea impidiendo el depósito de los cadáveres en los monumentos que no cierren a cal y canto; ya mandando cerrar en esta forma los que crea conveniente”.

A 140 años de su creación el Cementerio de Cañuelas es hoy un monumento histórico que conserva no sólo bóvedas centenarias que dan cuenta de los estilos arquitectónicos imperantes en cada época y de las familias fundadoras; es sobre todo un dormitorio de la memoria colectiva con sus relaciones sociales, rituales y creencias.

 

Germán Hergenrether

 

Escrito por: Germán Hergenrether