Juan Carlos Viale logró el primer premio en el concurso literario convocado por la biblioteca “Nuestros Hijos” de Carrasco, Montevideo. Se trata del primer galardón internacional que recibe el autor de Cañuelas, un habitué de los certámenes en todas las geografías.
Viale obtuvo el reconocimiento por su cuento “Un día más”, en el que aborda la problemática de las adicciones a las drogas.
El segundo premio correspondió a Alejandra Doepking Martini (Frutillar, Chile), por el texto “El niño que no sabe que hoy es Navidad”; y el tercero fue para Matías Alarcón (CABA, Argentina), con el texto “Sobre el alma”. Menciones especiales: Ricardo Curcci Fernández y Daniel Roberto Lanza Pita, ambos de Montevideo.
La ceremonia de premiación se realizará el 5 de diciembre en la sede de la biblioteca ubicada en Miraflores 1443 esq. Ferrari de la capital uruguaya.
Cabe destacar que la biblioteca “Nuestros Hijos” fue fundada por las madres de los jóvenes del equipo de rugby cuyo avión se estrelló en los Andes en 1972. Pocos meses después del accidente, 13 madres de jóvenes que no lograron sobrevivir abrieron las puertas de la institución para honrar la memoria de sus hijos y fomentar la lectura y la instrucción en Uruguay.
Días después de este reconocimiento en la otra orilla Viale obtuvo un nuevo galardón: una mención especial en el certamen de cuento organizado por la Biblioteca Sarmiento de la localidad de Santa Ana, provincia de Misiones.
UN DÍA MÁS
— Buenas noches Don Jorge.
— ¡Hola Carlitos!
— Disculpe que lo moleste; pero quería saber cómo está el Rolo.
— Y... Al Rolo se lo llevaron. Estaba enajenado el pobre. Si hasta nos dio miedo. Llegó a desconocernos. Entre la policía y el servicio de emergencias lograron sedarlo y le pusieron un chaleco de fuerza.
— Pobre Rolo. Bueno Don Jorge, ya sabe que puede contar conmigo para cualquier cosa.
— Gracias Carlitos…
Se despidieron con un abrazo. Don Jorge se quedó solo, con su mirada húmeda y perdida. Como pudo comenzó a acomodar todo lo que había revoleado el Rolo, su hijo, en su reciente ataque de abstinencia. La cocina, el living, el baño; hasta que llegó a su pieza. Allí el desorden era mayor, con el agravante y el riesgo de no saber con qué se podía encontrar (droga, jeringas, medicamentos, botellas, armas, etc.). Acomodó lo que pudo y se sentó en la cama apreciando el lugar. Ese ambiente donde su pequeño había crecido. Tratando de rescatar los mejores recuerdos de un pasado reciente que, ¡sí!, existió, buscó en el placard el cofre donde solía guardar sus medallas de atletismo.
Y allí, para su sorpresa, encontró la siguiente nota:
¡Hola viejo! Si encontraste esta carta es porque yo ya no estoy en mi casa.
Ahora, en este rato de lucidez, quiero aprovechar para confesarte que me resulta difícil encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que siento en este momento. Lo hago de esta manera porque no me animo a decírtelo cara a cara, y mirándote a los ojos, como te lo merecés. El miedo y la vergüenza me invaden al escribirte, pero sé que es necesario.
Intenté ocultar este problema durante mucho tiempo, convenciéndome a mí mismo que podía controlarlo, que no era tan grave. Pero, tarde, me estoy dando cuenta que la adicción me ha llevado por un camino oscuro y destructivo; que no sólo me ha afectado a mí, sino también a todos ustedes. Siempre lo tuve todo, nunca me faltó nada, ni material ni afectivo; pero la inmunda invasión de propagandas consumistas… me avasallaron y, por el solo hecho de sobresalir y permanecer, busqué gente mala que al principio me cobijó regalándome sustancias para pasarla bien, hasta transformarme luego en su propio esclavo, forzándome a hacer cualquier cosa a cambio de veneno…
Quiero pedirte perdón por todo el sufrimiento que les he causado. Por las mentiras, las traiciones y las promesas incumplidas. Por no ser el hijo, hermano o amigo que ustedes merecen.
Por eso les pido ayuda y comprensión para superar mi adicción. Ahora, que me estoy aferrando a la Biblia, comprendí que “cada quien tiene su propia montaña”. Y, después de leer el “Salmo de la montaña”, miro hacia arriba buscando esa mano salvadora. Así, hoy, que ya sé cuál es la mía, estoy confiado en que podré cumplir con lo que dijo Pablo Neruda “Si no escalas la montaña jamás podrás disfrutar del paisaje”.
Necesito apoyo para encontrar la fuerza necesaria para enfrentar mis demonios y comenzar la recuperación. Quiero sanar y volver a ser la persona que ustedes conocieron y amaron antes que esta adicción me devastara.
Les ruego, ante todo, que no maquillen la realidad, como lo hice yo. La enfermedad que padezco empeora mientras siga consumiendo.
Por favor ¡Oblíguenme a internarme! Porque ya no quiero seguir así. Ya no soporto estar así, sobreviviendo cada día, un día más…
Los amo. Rolo.
Escrito por: Redacción InfoCañuelas