A fines de 1828 llegó al país el ingeniero y artista Carlos Enrique Pellegrini contratado por el gobierno argentino para realizar instalaciones de aguas corrientes y construir un observatorio astronómico.
Los cambios políticos echaron por tierra el plan de obras por lo que impedido de dedicarse a la ingeniería adquirió un campo en el partido de Cañuelas -bautizado “La Figura”- con el propósito de instalar un establecimiento modelo para la cría de ovejas merino.
En 1849, aprovechando una ausencia circunstancial de Pellegrini, un ladrón ingresó al casco sustrayendo prendas de vestir, aperos y un caballo. Mortificado por el hecho, el ingeniero le envió una carta al juez de Paz de Chivilcoy -convencido de que el ladrón era de esos pagos- ofreciendo una recompensa por su captura.
Gracias a la gentileza del personal del Complejo Histórico de Chivilcoy -donde se encuentra la carta original- y del Archivo Histórico de Catastro y Geodesia de la Provincia -que facilitó una transcripción- podemos conocer el contenido de la denuncia.
Viva la Santa Confederación Argentina!
Mueran los salvajes unitarios!
100 pesos de gratificación al que al juicio de la autoridad del lugar contribuya más eficazmente a buscar, prender y remitir al señor Juez de Paz del partido de Cañuelas al vago ladrón cuya filiación es:
• Edad: de 20 a 25 años
• Color: trigueño subido
• Pelo: lacio y largo, negro, indiado en el de la barba naciente, y ala.
• Voz: humilde y lenta.
• Modales: jesuíticos, es decir arrastrados e hipócritas.
• Ojos: vergonzosos, negros
• Patria: al credo, tucumano
• Nombre: Manuel
• Apellido: a veces Acuña, a veces Medina
• Cavallo (sic): colorado grande (dibuja la marca) robado
• Prendas: todas robadas, cuyo detalle irá a continuación.
• Apero: todo robado, cuyo pormenor irá a continuación.
Sombrero de lana, blanco y usado - Poncho de paño en buen estado - Otro poncho catamaco - Camiseta de bayeta punzó - Freno con una sola c... - riendas con argollas de composición y añadidas de un lado - recado y carona de media medida y de cuatro bastos poco usados - carona de vaca de mala muerte - cincha buena - cojinillo azul bueno - sobrepuesto labrado de potro algo descosido - por sudario una faja inglesa muy sucia, otra colorada - un paño doblado de bayeta colorada.
El ladrón va sin pase ni resguardo alguno. Se ha jactado de ser un diablo, aunque lleva cara de santo. Se acaba de saber que ha venido a esta estancia de La Figura, partido de Cañuelas, saliendo huido de una quinta frontera del pueblo donde hirió a un soldado en una pulpería. El robo se ha hecho en dicha estancia al anochecer del día miércoles 12 de septiembre de 1849.
El dueño de esta estancia es Carlos Pellegrini, quien esto escribe y ofrece la gratificación de 100 pesos, aunque no apareciese ninguna de las prendas, y dará 200 si aparecen todas con el cavallo (sic). Es de presumir que el vago lleva el rumbo de su querencia arribeña y que se hallará en uno de los partidos de Lobos, Navarro o Chivilcoi (sic).
Estancia La Figura a 13 de septiembre de 1849.
Carlos Pellegrini
Al señor Juez de Paz de Chivilcoi (sic).
PELLEGRINI, ARTISTA Y HOMBRE DE PROGRESO
La amena carta que abre este artículo es sólo un pretexto para repasar la notable biografía de Carlos Enrique Pellegrini, nacido en Chambery (Francia) en 1800. Asistió a la Universidad de Turín y a la Escuela Politécnica de París. Se graduó como ingeniero en 1825, especializándose en puentes y caminos.
Arribó a Buenos Aires en 1828, contratado por Juan Larrea por indicación de Bernardino Rivadavia para desarrollar distintas obras públicas.
Al momento de su desembarco Rivadavia ya no era el presidente de las Provincias Unidad del Río de la Plata y Buenos Aires se encaminaba a una guerra civil. Se desempeñó en el Departamento de Hidráulica sólo durante algunos meses ya que las turbulencias políticas hicieron que el Gral. Viamonte suprimiera esa oficina.
Sin trabajo y sin perspectiva de desarrollar su profesión, Pellegrini aprovechó sus dotes naturales de dibujante y pintor para utilizarlas como medio de vida.
Por un lado se asoció al fotógrafo suizo César Hipólito Bacle, introductor de la litografía en Argentina, y por otro cultivó el género del retrato. Rápidamente se convirtió en el pintor más requerido por la sociedad porteña: ante él posaron hombres de gobierno, militares, eclesiásticos, comerciantes, terratenientes, damas elegantes y niños atildados.
Con la fortuna que hizo como litógrafo, acuarelista y pintor, en 1837 le compró a Pascual Costa un campo de legua y media de frente en Cañuelas, donde se dedicó a la cría de ovejas (llegó a tener 20 mil cabezas).
Cuenta Lucio García Ledesma en sus “Bases documentales para la Historia de Cañuelas”: “En 1837 la salud de Pellegrini se resiente por el intenso trabajo. La política de Rosas contrariaba sus ideas democráticas y su nacionalidad francesa lo mantenía en situación incómoda e intranquila a causa del bloqueo. Dueño de un capital apreciable gracias a su labor de retratista, decidió buscar quietud en dirección a la campaña”.
En 1840 era un solterón dedicado casi exclusivamente a las tareas de campo. Durante el gobierno de Rosas evitaba ir a Buenos Aires y sólo en contadas ocasiones volvió a su casa de la calle Cangallo. En una de esas oportunidades se enamoró de María Bevans Bright, una niña de 17 años, hija de don Santiago Bevans, ingeniero cuáquero que en 1829 había sido su jefe cuando prestaba servicios en la oficina de hidráulica. Se casaron en 1841 y de esa unión nacería Carlos Enrique José Pellegrini Bevans (1846-1906), presidente de Argentina entre 1890 y 1892.
La Figura fue el nombre que la gente de la zona le dio a la estancia cuando en 1841 Pellegrini colocó una figura romana en la torre del casco. Allí le enseñó a leer a su hijo Carlos, el futuro presidente, y allí inventó el balde volcador, que rápidamente fue adoptado en estancias vecinas por su gran practicidad.
Sería interminable enumerar cuánto peleó Carlos Enrique Pellegrini por el progreso argentino. Bastaría con decir que estudió la clarificación de las aguas del Río de la Plata, el suministro de aguas corrientes en la ciudad, impulsó el cultivo de la yerba mate, difundió una clave para las marcas de ganado, planeó el alumbrado de la ciudad y el desarrollo de los ferrocarriles, fundó el Instituto de Historia y Geografía…
Concluida la batalla de Caseros (1852) vendió La Figura y regresó a Buenos Aires para trabajar como ingeniero y arquitecto, siendo su obra más conocida el viejo Teatro Colón de Rivadavia y Reconquista, luego reconstruido por Alejandro Bustillo como sede del Banco Nación.
En cuanto a la estancia, se produjeron sucesivos traspasos de dominio hasta que en 1877 Miguel Nemesio de Uribelarrea destinó parte de esas tierras para la fundación de la colonia.
Germán Hergenrether
Fuentes y agradecimientos:
• Melina Wenzel, del Archivo Histórico de Catastro y Geodesia de ARBA (AHARBA)
• Laura Boleso, del Complejo Histórico Chivilcoy.
• Bases Documentales para la Historia de Cañuelas, Lucio García Ledesma, 1994.
• “Carlos Enrique Pellegrini. Biografía de una época”, por Miguel Alfredo D´Elía, revista Vea y Lea, 1963.
Escrito por: Germán Hergenrether