En la década del ´60 La Martona era un espejismo de la poderosa marca que a principios del siglo pasado señaló el camino de la industria lechera nacional. De a poco fueron surgiendo otros actores en el mercado, cooperativas y empresas regionales que llenaron el vacío dejado por los descendientes de Vicente Casares. Una de esas empresas fue Tamberos Unidos de Cañuelas Agropecuaria S. A. (TUCASA), creada por Juan Salé y convertida en una de las principales usinas de la época.
La cooperativa se constituyó el 10 de agosto de 1961 con una planta industrial ubicada en el predio de Ruta 3 y Pellegrini, donde hoy se encuentra Cañuelas Pack. Producía leche fluida en botellas de vidrio, leche en polvo, crema, quesos, yogur, flan y dulce de leche. En 1978, cercada por la inflación y la crisis cambiaria, fue vendida a Pascual Mastellone, el dueño de La Serenísima. La fusión terminó de concretarse en 1980.
Don Juan Salé, hijo de un inmigrante libanés, nació en Carlos Casares en 1911, se estableció en Villa Vissir en la década del ´30 y murió en la ciudad de Cañuelas en diciembre de 1984, a los 73 años. Casado con Haydeé Peña, tuvo cuatro hijos. Habiendo completado sólo primer grado, fue un exitoso emprendedor, tres veces comisionado Municipal (1955, 1957 y 1966) y dos veces intendente interino (1963 y 1964) en remplazo de Ángel Marzetti.
Si bien el inicio formal de TUCASA se sitúa en 1961, el germen de “La Tuca” -como le decían los cañuelenses- se remonta a 1946. En ese año José Vissir le ofreció a Salé ocuparse de los traslados de su producción de leche a la Sociedad Cooperativa Lecheros Unidos (SCLU), entidad que tenía la sede sobre el puente de la Avenida San Martín y hacía el reparto en ciudad de Buenos Aires. Para ello le ofreció un camión International a pagar con trabajo.
Salé progresó rápidamente hasta contar con una flota propia de cinco camiones. En medio de esta historia, International Harvester le ofreció vender implementos agrícolas, un nuevo proyecto que inició en sociedad con José María Rodríguez. Recorriendo tranqueras de la zona trabó relación con los tamberos y en ese diálogo casi cotidiano solía escuchar las quejas por el bajo precio que les pagaban La Vascongada, La Martona o La Armonía. Don Salé supo captar ese descontento y los nucleó como proveedores de la futura TUCASA.
En 1957, cuando era por segunda vez comisionado de Cañuelas (el equivalente al actual cargo de intendente) compró la quesería de Frescino, ubicada en el barrio San Ignacio, emprendiendo la fabricación de quesos en paralelo a su empresa Juan Salé Agrícola Motor.
TUCASA DESDE ADENTRO
Carlos Eli es un protagonista privilegiado de todo el proceso de surgimiento y evolución de TUCASA. Comenzó a trabajar como empleado en la recepción de tarros lecheros el 15 de octubre de 1966 aunque estuvo vinculado a la planta desde sus cimientos. En 1961 integró la cuadrilla que hizo las excavaciones para colocar los tanques subterráneos destinados al almacenaje del fuel oil. Al mismo tiempo le vendía primero a Frescino y luego a TUCASA la producción de un pequeño tambo que tenía junto a su hermano.
“En casa teníamos un tambito muy chico, mandábamos un tarrito de leche a la fábrica a partir de 1963, cuando empezó a producir. Arrancó como una cooperativa en la que todos éramos socios con un cierto número de acciones. Don Juan Salé, que era el presidente, me dio un puñado de acciones por mi participación y después estaban, por supuesto, los socios importantes como Coco Etchevers y Bernardo Etchevers (dueños de cuatro tambos), Raúl Etchebehere, Beherens y los hermanos Trípodi. Se procesaba la leche de los tambos locales y también de Abbot, Lobos, Salvador María, Monte y Navarro”, recuerda Eli.
A los 23 años buscó independizarse del tambito familiar y habló con José Camilo Ponce para que le dieran un empleo en la TUCA. La respuesta tardó en llegar, porque no había cupos. Un domingo se cruzó en la calle con Carmen “La Niña” Mosoteguy, otra influyentes integrante de la sociedad, y le dijo que estaba buscando trabajo. “Subí al auto que vamos a la fábrica”, respondió ella, expeditiva, y luego de recorrer la calle Pellegrini, todavía de tierra, le indicó al gerente, Carlos J. M. Wright: “Tomalo sí o sí”. “Al otro día empecé a trabajar relevando a un portugués que se había enfermado. Al mes seguía ahí, le pregunté al gerente cuál era mi situación y para mi sorpresa me dijo: ´Ya lo pusimos efectivo´”.
Como la mayoría, Eli comenzó tirando tarros de leche sobre la cinta transportadora y a la semana ya operaba una máquina automática. Julio César Victoria, un ingeniero de producción, lo observó manejarla y elogiando su prolijidad lo invitó a sumarse al laboratorio. “No sé nada de eso, estoy acostumbrado al trabajo bruto”, contestó Eli desde sus casi 2 metros de estatura.
Victoria insistió y a los tres meses Eli ya era el encargado suplente del Laboratorio, en ese momento a cargo de don Manuel Nesprías, el tío del corredor de Turismo Carretera. Fue Manuel quien le enseñó a preparar las soluciones para testear la acidez y el nivel de grasa. A los 6 ó 7 meses Nesprías se enfermó y Eli pasó a ser encargado general de laboratorio. Hasta recuerda que lo enviaron a hacer un curso en Águila Saint para incorporar los últimos descubrimientos en materia de control de calidad de la leche.
Tras el alejamiento de Wright llegó un nuevo gerente, el francés Chapuy, y luego Jorge Omar Diberto, quien lo designó supervisor General de la planta, tarea que desempeñó hasta la fusión con La Serenísima.
En esa época TUCASA producía leche pasteurizada envasada en botellas de vidrio con tapa de aluminio sellado, crema en potes, yogur en frasco de vidrio, queso blanco untable y dulce de leche en versión clásico y repostero. “Hacíamos el mejor dulce de leche que probé en mi vida” se enorgullece Eli. La receta era del Ing. Victoria, pero el encargado de elaborarla y alma máter del manjar era el cañuelense Raúl “Cacho” Mujica.
Se destinaban hasta 400 mil litros a la producción de queso duro, Mar del Plata, Cuartirolo y Colonia. Durante muchos años la empresa contó con el lobense Carlos Recaite, a quien Eli describe como uno de los mejores queseros de la provincia de Buenos Aires. “En ese momento los fermentos de mayor calidad eran importados de Holanda, pero Recaite jamás usó un fermento importado; los preparaba él mismo con leche de la propia fábrica”.
“El queso blanco lo desarrollamos con el Ingeniero Victoria, lo preparábamos en tarros de 50 litros. Es un producto que tuvo un furor tremendo porque lo empezaron a fabricar La Armonía, Casanto y La Serenísima y pegó mucho en la gente. También empezamos a fabricar flan, un producto que salió gracias a la inventiva y capacidad de Jorge Crespo, quien desarrolló la máquina y todo lo necesario para elaborarlo”.
Desde su casa en el barrio Las Costas, Crespo se entusiasma cuando InfoCañuelas lo llama para recordar aquellos años de alquimista. Al igual que Eli, comenzó “tirando tarros” en la plataforma hasta ser parte del laboratorio, donde se dedicó a experimentar con nuevos productos.
“Lo primero que saqué fue el yogur con frutas, el primero que se fabricó en la república Argentina. Hasta ese momento todos los yogures frutados que había en el mercado eran con esencia. Nosotros desarrollamos uno con frutas naturales. Los que más salían eran el de frutilla y el de durazno. En algún momento hicimos de ciruela, pero no dio resultado”.
“El de frutilla era una bomba porque hasta traía frutillas enteras. La fórmula la saqué con un compañero, César Sosa. El problema que teníamos era unificar el PH, se ponía agrio enseguida, hasta que un día, luego de mucho experimentar, dimos con la fórmula correcta y fue un golazo”.
El segundo producto que se le debe a Crespo es el flan, y junto con la fórmula también se abocó al desarrollo de una máquina para elaborarlo. A finales de los ´70 Jorge estaba trabajando en un tercer lanzamiento que no llegó a concretarse: la leche chocolatada. “No pudimos conseguir una correcta suspensión del cacao en la leche, se nos asentaba en el fondo. Estuvimos a punto de lograrlo pero la empresa se vendió”.
EXPANSIÓN Y CAÍDA
El 22 de junio de 1967 el intendente Francisco Vita, el director de Ganadería de la Provincia, Néstor Bacigalupo y Juan Salé firmaron un convenio que establecía la obligatoriedad del expendio de leche embotellada. A partir de esa fecha quedó absolutamente prohibida la comercialización de leche suelta dentro de la planta urbana de Cañuelas, lo que obligó a mejorar las condiciones técnicas y sanitarias que ya eran muy buenas.
En diciembre de 1968 la firma adquirió una máquina pasteurizadora de procedencia sueca y una embotelladora con capacidad para 20 mil botellas/hora. En ese momento la producción ascendía a 149 mil botellas diarias. En ese mismo año arrendó en Antonio Carboni (Lobos) una sala de recibo y enfriado de leche con capacidad para 20 mil litros.
En su pico la planta llegó a tener 428 obreros, 90 % de Cañuelas. Tanto era el movimiento que en marzo de 1968 la empresa El Halcón anunció que extendería su recorrido hasta TUCASA con un primer colectivo que salía a las 6.45 desde la plaza principal haciendo escala en la estación de trenes. Un simple dato puede dar una idea de la magnitud de la firma: los balances los hacía Harteneck y López, uno de los estudios más importantes del país.
En 1973, con la incorporación de Juan Carlos Asci como socio, Juan Salé anunció la inversión de 500 millones de pesos para la creación de una planta “spray” para elaboración de leche en polvo, manteca y queso con destino a exportación. Asci era un experto del mercado lácteo que a lo largo de su vida abrió 24 plantas de leche en distintos países del mundo.
En ese año se estrenó la producción de leche en polvo que salió al mercado con la marca “TUCA”, el único producto que no llevó el clásico “TUCASA” en la etiqueta litografiada.
Un informe del Ministerio de Economía de 1978 ubica a TUCASA entre las 20 principales firmas exportadoras argentinas de queso, leche en polvo, manteca y caseína con destino a Estados Unidos, Brasil, Italia, Suiza, Sudáfrica, Australia y Japón, entre otros países.
Los empleados, acostumbrados al trato afable y familiar de Salé, encontraron en Asci a un hombre frío y distante al que le atribuyeron la crisis terminal. “Con la entrada de Asci la empresa se agrandó demasiado y creo que eso terminó siendo perjudicial. Nunca supimos por qué terminó quebrando. Un día Salé me llamó y me dijo ´Mire Carlos, creo que la empresa va a dejar de funcionar, porque vamos a hacer un negocio con don Pascual Mastellone, pero no lo diga porque está por verse´. A los 15 días ya era vox pópuli. En 1978 pasó a La Serenísima” rememora Eli.
Mariela Salé, la nieta del fundador, en base a los relatos familiares que fue escuchando y recopilando, no cree que Asci haya sido el responsable de la debacle. “Asci fue un engranaje fundamental para que TUCASA pudiera seguir creciendo. Mientras que los socios de Cañuelas eran personas que conocían el terreno de la leche, Asci conocía muy bien el mercado. En la etapa final el valor planchado del dólar terminó siendo determinante para el destino de la empresa. El contexto económico se encargó de dar por tierra toda buena intención. Ante ese panorama, Mastellone ofreció comprar la empresa y hacerse cargo de todos los pasivos. Fue un ofrecimiento que le hizo a mi abuelo, café de por medio y en los mejores términos que pueden mediar entre caballeros, porque, si bien competían en el mercado, lo hacían con las reglas de un juego limpio”.
La venta se concretó en 1978 y según testigos de la época, los accionistas Lüdi y Trípodi fueron los únicos que objetaron el traspaso, demorando la operación que finalmente terminó de sellarse en 1980.
¿Cuál es el recuerdo que queda de Don Juan Salé entre quienes fueron sus empleados? Eli lo pinta como “un hombre extraordinario por su capacidad, su forma de ser y su sencillez. Era muy tolerante y jamás escatimaba una ayuda. Fue un gran patrón”.
Tal vez por pedido de Salé, Carlos Eli continuó en la nueva planta de La Serenísima con el mismo rol, a cargo de casi 80 operarios, aunque la empresa cambió el perfil. Las botellas de vidrio salieron de circulación y de una ensachetadora que había en 1978 pasó a 24. Se instaló una máquina para botellas plásticas y luego una tetrapack. Eli fue despedido en 1989 y siguió trabajando muchos años más haciendo los repartos en el corralón de Peteto Caeiro y finalmente como concejal y coordinador de Delegación del intendente Héctor Rivarola. Hoy, con 77 años, sigue recordando con nostalgia aquellos años de laboratorista y jefe de planta junto a Salé.
“No hay que olvidar que ese hombre hizo apenas primer grado, y sin embargo era un libro abierto que construyó un imperio, fue intendente y presidente de la Asociación de Industrias Lácteas de la Provincia. Tenía una enorme capacidad de convencer al otro y una sencillez que no cambió nunca. Gracias a eso hizo de TUCASA una gran familia”.
Fotos y Documentos: Mariela Salé, Sonia Porciel, Pablo Garavaglia, Hilda Luiz, Patricia Eli y archivo InfoCañuelas.
Germán Hergenrether
Escrito por: Germán Hergenrether