A los nueve años Ezequiel ‘Junior’ Fernandes lloraba en la plaza del barrio Los Aromos por que no podía jugar al fútbol por su ceguera. Hoy, con 24, es campeón del mundo luego de que ‘Los Murciélagos’ obtuvieran días atrás la copa en Birmingham, Inglaterra.
Tras el triunfo por penales en la final ante China, es la tercera vez que Argentina obtiene el máximo trofeo del torneo para ciegos tras las consagraciones de los años 2002 y 2006. Además, es la primera vez que un cañuelense levanta una Copa del Mundo en algún deporte.
Las estadísticas detallan que del Mundial participaron 16 equipos, que Argentina integró ‘el grupo de la muerte’ –junto con China, Inglaterra y Alemania– y que en los cuartos de final la ‘albiceleste’ superó a Italia y en semifinales a Colombia. Datos relevantes aunque no tanto como la historia de superación de cada futbolista.
CAMPEÓN DEL MUNDO HECHO EN CASA
Junior juega de volante o delantero. Inició su carrera en el Cañuelas Fútbol Club (CFC) en el 2017 y desde 2019 está en Huracán. La primera convocatoria nacional le llegó en diciembre de 2018.
En dialogo con InfoCañuelas, el campeón del mundo Junior Fernandes repasó sensaciones de la experiencia mundialista y se sinceró: “Cuando salí de acá ya estaba conforme e iba para disfrutarlo. Después me gané la titularidad”.
“Estaba jugando como si no sintiera la presión de jugar un mundial, era como que no caía. La final la tomé como si estuviera jugando acá en la liga, sabiendo lo que nos jugábamos. Hay jugadores que se merecían ganar un título por todo lo que dejaron por la selección y yo les había prometido que iba a dejar todo en la cancha para poder ganar”.
“¡‘Qué final te jugaste pendejo’!, me dijo el técnico y ahí como que caí y con mis compañeros se me cayeron las lágrimas. Me alejé un poco del grupo y me puse a pensar lo que habíamos logrado”, se emocionó Junior.
“Se me pasó mi familia, cuando jugaba en el barrio, cuando pateaba con los jugadores de Cañuelas y dije que ‘loco estaba con ellos y ahora estoy en una final del mundo’. Las cosas que viví con mi papá”.
DE LA PELOTA EN BOLSA A CUMPLIR UN SUEÑO
De bebé Junior ya tenía problemas de visión, es ciego desde los ocho años por un desprendimiento de retina. Su padre “recorrió todo Argentina para que volviera a ver. Consultó médicos de Capital y provincia pero no había solución”, relató el cañuelense.
“Me costó mucho porque era acostarte a dormir y al otro día no ver más, me costó no poder ver la tele; pero bueno como siempre digo ‘el límite se lo pone uno’”. Aquellos primeros años de discapacidad visual fueron muy difíciles para el jugador y el partido por la superación apenas comenzaba.
La primera victoria que consiguió fue insertarse en el sistema escolar. “Era el 2007 u 2008 y en Cañuelas no había mucha inclusión, era complicado en toda Argentina. Por la pelea de mi papá, que metió abogado, pude arrancar la escuela. La peleé, como todo, porque a veces a los profesores les costaba”. Tras el arbitrio legal Junior cursó la primaria en la escuela Nº24 de Los Aromos.
La redonda llegó cuando apenas “empezaba a caminar como ciego”, recordó el campeón. Un día cualquiera descubrió el fútbol en la plaza del barrio por su hermano y unos jóvenes de Acción Católica. Tenía nueve años y lloraba “porque no podía jugar con mis hermanos, se me acerca una persona que me dice: ‘si que podes jugar’. Me pasó la pelota y dijo que tenía que haber una forma y bueno inventó la pelota con la bolsa y de ahí en más empecé a jugar”. Había conocido la pelota para ciegos
Esa persona de acción católica actualmente es su padrino y se llama Diego Valenzuela; “él me inventó”, ríe Junior.
A partir del descubrimiento, el nuevo desafío del cañuelense debía ser superar la barrera del sonido; para ello, en la cancha se guía por los gritos de sus compañeros. “Los oídos son mis ojos”, explicó el futbolista que desde entonces comenzó a jugar con los que lo incluían. “Me tienen que hablar siempre, sino no te la doy nunca”, remató.
El tiempo pasó y a los diez años llegó un nuevo descubrimiento. Por la televisión se enteró de la existencia del fútbol para ciegos y de una liga nacional. De tanto insistirle a su padre, accedió a llevarlo a los partidos.
En los años que siguieron perdió la fe y pensó que su sueño de jugar competitivamente se truncaría, pero entre el 2014 y 2015 conoció a Osvaldo Ruggero y al plantel de Cañuelas. Su anhelo se avivó al conocer la gestación de desarrollar la disciplina en el club.
Caso que vivía en la institución pero por unos años no hubo novedades. Finalmente un día Daniel Roncoli –ex presidente del CFC– le dijo que fuera al club porque empezaba el entrenamiento de fútbol para ciegos. “Le digo: ‘¿Daniel en serio?’, fui corriendo a mi casa, me puse zapatillas, una ropita así nomás y me fui”, rememoró Fernandes.
Ese primer entrenamiento fue muy raro para Junior porque nunca había jugado a la pelota con otros ciegos, siempre jugó con videntes. “Yo no sabía lo que era un ciego, seguía de largo todos los tiros y ellos la tenían re clara”, bromeó. Fue una nueva adaptación para el cañuelense que conjugó su estilo de potrero con los estándares de la disciplina.
Consciente de sus limitaciones por el tiempo perdido, Junior debió entrenar mucho más, ya tenía 17 años. Para su suerte, en el equipo de Cañuelas contó con la compañía de cuatro ex campeones de mundo en 2006 que estaban en su última etapa y lo ayudaron.
En los primeros partidos no entraba y reconoció que andaba mal. La suerte cambió cuando Mariela de los Santos comenzó a entrenarlo. Tras mejorar metió tres goles en un partido importante e inició su reconocimiento hasta recibir la primera convocatoria para integrar ‘Los Murciélagos’.
Luego todo fue muy rápido. Partidos en el primer equipo de ciegos del CFC, el arribo de la pandemia y la superación de una enfermedad que lo alejó de las canchas y la selección. La pausa competitiva lo ayudó a cambiar su manera de pensar y progresar. “Siempre digo que los sueños se cumplen trabajando y laburando”, culminó Junior.
Tras la decisión del CFC de no continuar con el fútbol para ciegos, quedó libre. Tuvo propuestas de Boca, River, Estudiantes y clubes del interior pero decidió jugar para el ‘Globo’ de Parque Patricios. Corría el 2019.
Actualmente, reside en el centro paralímpico en la Ciudad de Buenos Aires para ahorrar horas de viaje que aprovecha para entrenar tanto en Huracán como en la selección. Por otra parte, prepara un pronto viaje a Brasil donde jugará un torneo de dos semanas para el equipo brasilero INB de San Pablo.
Marcelo Romero
Escrito por: Marcelo Romero