Para la selección española de 1978 el Mundial de Argentina fue, sencillamente, "El Mundial de La Martona". Cuarenta años más tarde todavía resuenan los ecos de las supuestas deficiencias de confort y alimentación que los jugadores padecieron durante su estadía en el country de Cañuelas.
El Club de Campo La Martona (el más grande de América Latina) se inauguró en el verano de 1975. Dos años más tarde, concluido el sorteo del Mundial 1978, se iniciaron contactos con el entrenador de España, Ladislao Kubala, para lograr que sus muchachos se alojaran en el predio.
Los enviados de Kubala buscaron primero en sitios más cercanos a la ciudad de Buenos Aires pero ninguno les agradó del todo hasta que finalmente el apoderado de la Federación de Fútbol de España, Juan Borraejero, y el ayudante del director Técnico, Gustavo Biosca, terminaron optado por la "finca" de Alejandro Petión.
El lugar estaba en pañales. Las autoridades del country tuvieron que acelerar la finalización de los "Dormis-House", una suerte de monoambientes con habitación en planta alta destinados al alojamiento de España. El comedor de 500 m2, equipado con pantalla de proyección, se inauguró el 24 de mayo de 1978, apenas seis días antes del arribo del seleccionado desde Montevideo.
"Las habitaciones o Dormis-House son realmente confortables y totalmente amuebladas. Tienen una ventana mirando al este, por donde se puede ver la salida del sol... En la planta baja están los accesorios de cocina, un hermoso baño, una sala, y en la planta superior se encuentra el dormitorio" describían las publicaciones de la época. Se reservaron 10 habitaciones dobles y 11 simples, del 30 de mayo al 12 de junio.
La sala de los Dormis-House donde se alojó España.
En declaraciones al Diario de Burgos (3 de mayo de 1978) el gerente comercial del country, Julio Candra, explicó que se haría todo lo posible para garantizar la tranquilidad de la delegación. Por ejemplo, se buscaba que los socios no concurrieran al club durante todo el mes de junio para evitar la presencia de "curiosos" durante la concentración.
Un total de 200 agentes especiales enviados por el gobierno de facto, camuflados de campesinos o albañiles, custodiaban las adyacencias; mientras que en la cocina, además del propio personal, había dos policías disfrazados de cocineros que se ocupaban de probar cada bocado.
Dado que la cancha de fútbol de La Martona no tenía medidas reglamentarias, los entrenamientos se llevaban a cabo en el predio del gremio de mecánicos de SMATA, distante a 1 kilómetro.
A pesar que las comodidades parecían garantizadas, muy pronto comenzaron los problemas. "En la estancia La Martona el frío era hoy de apenas un grado sobre cero y los jugadores se lamentan del escaso calor de que disponen con las estufas eléctricas y una chimenea de leña. Y al calorcillo de los leños se pegan los hombres de Kubala en las largas tardes de la campiña que rodea a La Martona después de haber sudado la camiseta por las mañanas" publicó el Diario de Burgos en su edición del 2 de junio. El mismo día el diario Mediterráneo apuntó: "Los jugadores se quejan del frío ya que por las rendijas de las ventanas metálicas entra un viento frío que los tiene moqueando todo el día. San José mejora demasiado lento de su afección gripal y los demás andan tiritando, encogidos y algo encambronadillos contra el jefe, que dice que ese aire y ese frío les curte".
La derrota ante Austria en el debut y el permanente encierro resquebrajaron aún más el ánimo de La Roja. "Hacinados, aburridos, hastiados de la concentración, no hacen sino preguntar a los auxiliares —a Kubala no se atreven— si está prevista alguna visita a Buenos Aires. La Martona es una urbanización en proyecto. Solamente está edificada la estancia, de una sola planta, donde se alojan los jugadores en una especie de «bungalows» colindantes. El frío y el viento les impide pasear con comodidad, su tiempo transcurre lentamente en el restaurante donde, cuando no ingieren alimentos juegan a cartas o ven la televisión. La Martona es una especie de cárcel absurda. Los jugadores precisan un urgente relax, un día en Buenos Aires para hacer compras, por ejemplo, porque sus nervios han agotado la capacidad de resistencia" describió La Vanguardia en su edición del martes 6 de junio.
Los jugadores manifestaban el deseo secreto de darse una vuelta por la calle Florida, ya que veían por televisión que todos los días las selecciones realizaban ese paseo; pero en ese punto Kubala era inflexible y mantenía a ultranza el encierro.
El empate sin goles ante Brasil y la prematura eliminación a pesar de la victoria 1-0 sobre Suecia marcaron el triste regreso a Madrid. Los jugadores fueron recibidos con indiferencia y en todas las entrevistas aparecía una y otra vez el tema de La Martona como factor determinante.
Juanito y Lean en declaraciones a la agencia EFE aseguraron: "La organización ha sido desastrosa y el que diga lo contrario se miente a sí mismo. Se nos dijo que La Martona era una maravilla, que la concentración iba a ser estupenda y luego resultó que era de pena. Por eso nos queríamos marchar. Todo al revés de cuanto nos habían dicho. Cuando estábamos en Uruguay ante lo pésimo de los campos para entrenar pedimos salir hacia Buenos Aires y no aceptaron- Luego ya en La Martona todo lo que digamos del sufrimiento que pasamos es poco. Frío, comida desastrosa, una carne imposible de comer o unos spaghettis cuando lo que te ponían eran fideos y malos. Los errores organizativos eran tantos que no se produjo un plantón de los jugadores de verdadero milagro".
En declaraciones al ABC de Sevilla, el presidente de la Federación Española de Fútbol, Pablo Porta, argumentó que se había optado por La Martona debido a su bajo costo. "Si fuimos allí es porque era mucho más barato el alojamiento. Cincuenta dólares diarios por manutención y dormir mientras que otras selecciones pagaron de 115 dólares diarios para arriba".
Meses más tarde, haciendo un balance del Mundial, el periodista Manuel Gómez Arostegui, en Hoja del Lunes (1 de enero de 1979) escribió que La Martona fue un mero pretexto que la delegación utilizó para tapar su desempeño en la cancha. "Los grupitos, las disidencias, las pretensiones se configuran todas en las palabras La Martona. Y La Martona consumió más tinta que la propia actuación deportiva, que dejó bastante que desear".
En junio de 2011 Rubén Cano, integrante de aquel vapuleado equipo, volvió a La Martona en una entrevista para el diario As. " Noooooo. Está igual, viejo ¡Qué recuerdos!" expresó, emocionado, ante el periodista Fermín de la Calle, a metros de los Dormis que lo habían alojado 33 años antes. Relató que los custodiaban 300 militares y que el lugar parecía “un campo de concentración”; que pasaron un frío insoportable; que para matar el aburrimiento algunos “salían con los militares a cazar patos con metralleta” y que “El pibe que colocaron de pinche no sabía cocinar. Sólo hacía asados y spaghetti. El menú era asado y spaghetti por la mañana, asado y spaghetti a la comida y asado y spaghetti a la cena".
Lo cierto es que esa historia de heladas y calefacción escasa caló muy hondo en la memoria colectiva de España, tanto que la planta depuradora de líquidos cloacales de la ciudad de Cádiz, bautizada oficialmente como Juan de Dios Molina, se conoce popularmente como "La Martona". La explicación es sencilla: es el sobrenombre que le pusieron los trabajadores que la construían en la época del Mundial de Fútbol, mientras escuchaban las historias que llegaban desde Argentina.
Germán Hergenrether
Los dormis de La Martona que usaron los jugadores de España en 1978. (Fotogalería)
Escrito por: Germán Hergenrether