24 de noviembre. Cañuelas, Argentina.

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Una copa de básquet, 50 años transcurridos y la amistad intacta

Los “Minis” que en 1973 le regalaron el primer título al Cañuelas FC se reencontraron este sábado.

La reedición de la foto de 1973.

La reedición de la foto de 1973.


–¡Minuto!

Poniendo un pie en la línea demarcatoria lateral, con su estampa recia y varonil, el Gringo Delía recurrió al ardid reglamentario para que el reloj se congelara con la certeza de que sofocar el último hálito de enjundia local iba a ser suficiente para quedarse con el triunfo. Su equipo, repleto de variantes, homogéneo en la disposición táctica, solo podía ser superado si la caldera que era la cancha de básquet de Athletic de Lobos lograba provocar un desequilibrio emocional en ese grupo de niños que jugaban para quedar en la historia de su ciudad y de Cañuelas Fútbol Club. Tras el período de agujas quietas y hasta el sonido inminente de la chicharra final, el Albirrojo logró escindirse del clima adverso y las cuestiones accesorias, y lo definió con autoridad de campeón.  

Cuesta creer que el tiempo pueda ser tan antojadizo. Para algunos de los integrantes de aquel plantel, aquellos sesenta segundos tardaron más en pasar que estos cincuenta años que separan aquella victoria (37-34) de esta convocatoria que los reencontró este sábado 18 de noviembre de 2023 en el MicroEstadio Jorge Arín. Es lo que traslucen los abrazos y las anécdotas, los saludos y las complicidades, esa alma adolescente que aflora sin impostaciones y que es capaz de omitir arrugas, deponer adiposidades abdominales, disimular mechones de cabello caído, maquillar canas y minimizar los achaques que los años pudieron haberles legado. 

1973/2023

Para todos pasó una vida, con todas las circunstancias que eso supone, pero como les sucede a los integrantes de los grandes grupos, hay un presente que se extiende como un territorio eterno en el que aquellos sentimientos de los nueve o los diez años se mantienen invictos. No hace falta volver a ninguna parte para reconocer esas voces, completar aquellos chistes y recuperar ese brillo que en el fondo de la mirada trasciende como un pasaporte de quienes fueron y que, acaso, explique cabalmente quienes son.

En 1973, CFBC –la antigua sigla del club- decidió sumar a sus equipos federados en la Asociación de Básquetbol de Esteban Echeverría (A.B.E.E.), a la Categoría Mini. Y en su primera temporada oficial contra equipos de Monte Grande, Turdera, Tristán Suárez, Guillón, Llavallol, Ezeiza y Lobos, conquistó el título.

Carlos Penna, actual Presidente del Círculo de Vitalicios de la entidad, era el delegado de aquel equipo. Tenía 28 años y recién se había casado pero se hacía tiempo para coordinar los entrenamientos, preparar los partidos, llevar los fichajes y las planillas y conducir a la delegación con un estricto sentido de disciplina deportiva. Visiblemente emocionado por la convocatoria, recuerda.

El reencuentro en el MicroEstadio Jorge Arín.

–El alma mater del básquet formativo fueron Adrián García y Antonio Barboni, pero ellos, demostrando su grandeza, llegado el momento de competir a máximo nivel en los Torneos de la A.B.E.E, se dieron cuenta de que no estaban en condiciones de llevar ese equipo y propusieron a quien consideraban con más herramientas para dirigir esa categoría. La verdad, que dados todos los triunfos que consiguió en el club el Gringo Delía, no estaban errados pero recuerdo que en el momento designarlo entrenador motivó una gran polémica… Eran aquellos tiempos en que entre los clubes locales había mucha pica y en nuestro medio Delía estaba identificado con Estudiantes. Costó que nos pusiéramos de acuerdo en Comisión porque así como muchos valoraban sus condiciones, otros  sentían que era un sapo de otro pozo y no querían saber nada.

Marcelo Pelorosso era uno de los bases de ese equipo y una vez más volvió a llevar la pelota para la organización de esta celebración homenaje. Rastreó a sus compañeros, armó el grupo de WhatsApp, reservó la fecha, acordó los menú en La Sede -el restaurante del club-, estuvo en la realización de las camisetas conmemorativas que financió con el patrocinio del restaurante La Parrilla –mismo diseño, mismo número que en el ‘73–, agitó el picadito previo a la sesión fotográfica y se ocupó de la producción de la foto que recrea el cuadro emblemático del Museo del Club con una corrección y algunas ventajas que le posibilitará la tecnología: El Negro Gerardo Di Leo, quien cuando el plantel posó para la posteridad, llegó tarde pese a vivir a una cuadra de Lara y 25 de Mayo, tendrá su reparación histórica en la postal revival, mientras que los dos ausentes con aviso (Mauricio Caeiro y Juan Fernando Etchevers) serán incluidos por edición. El resto, estuvieron todos: en memoria del entrenador, Domingo Ismael Delía, uno de sus hijos, Pablo; Rubén Contreras; Gabriel Elorza; Germán Sendra; el espíritu de Gerardo Uhart, único jugador fallecido, a través de su esposa y su hija, y presente en el recuerdo de todos y con su camiseta n°11 como elemento material; Carlos Penna, el delegado; Jorge Magdalena, Luis García, Juan Rodríguez, Marcelo Pelorosso y Jorge Morales.   

Tras el almuerzo, del que participó el presidente de CFC Marcelo Ponce, por la Comisión Directiva actual, y en el que tuve la dicha de estar como ex presidente en representación de Jorge Arín, el mandatario en ese 1973, Penna por el Círculo de Vitalicios, entregó un diploma de reconocimiento a cada uno de los jugadores y a su DT –las familias de Uhart y Delía, recibieron el distintivo in memoriam–.

Almuerzo en el restó La Sede.

Chupete Contreras, nombrado como máxima autoridad de los Mini de 1973, y autor con esa zurda vigente del doble que definió el amistoso previo a la foto, remedó una de las vivencias de aquel partido definitivo en Lobos, que lo marcó.

–Tenía cuatro faltas y el Gringo Delía me dijo, te dejo en cancha pero si tenés que hacer el quinto foul que sea lejos del aro, para detener un tanto… Se me iba la máxima figura que tenían ellos, un pibe con un lomo tremendo para esa edad, jugaba un paquete, Yanito Ferro. Me le colgué del cuello pero como era tan fuerte se zafó y para no perderlo traté de seguir a la rastra y le marqué toda la espalda con las uñas. Me quería matar… Durante muchos años, cada vez que iba a Lobos a bailar o por cualquier otra cosa, se me aparecía este grandote que me la tenía jurada y me amenazaba… “¡Si no te vas, te mato!”. Me metía miedo y me tenía que volver… Después de muchos años fuimos con mi hermano a jugar un torneo de cartas al Club Salgado, y veo a un tipo que me resultaba conocido… Se me acercó, me dio la mano y me dijo: “Soy Yanito Ferro. Ya pasó, anduve mucho tiempo por Europa, soy otra persona…” y nos matamos de la risa.

Pablo Delía y Carlos Penna.

En 1976 la institución interrumpió la actividad y muchos basquetbolistas promisorios de este grupo vieron cercenada la posibilidad de desarrollarse en un deporte para el que poseían atributos innegables. Claro que este no es el lugar oportuno para detenerse en evaluaciones contra fácticas. Este es el momento de la felicidad y del disfrute, de la emoción y del recuerdo; ese instante que se prolongó durante cincuenta años en un grito que los hermana para siempre: ¡Dale, Campeón!   

Daniel Roncoli
 

Escrito por: Daniel Roncoli