23 de febrero. Cañuelas, Argentina.

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Camuflaje

Parafraseando el tango de Enrique Francini y José García: “…Camouflage / apariencias engañosas / que no dejan ver las cosas / como son en realidad…” . Escribe: Carlos Laborde.

Trump y Milei durante la Conferencia de Acción Política Conservadora en Washington. Presidencia.

Trump y Milei durante la Conferencia de Acción Política Conservadora en Washington. Presidencia.

La llegada al poder de Javier Milei produjo una disrupción total en el esquema de la política argentina. Resulta prematuro señalar si será bueno o malo para la suerte de la República, pero lo cierto es que ocurrió y así debe valorarse. La verdad objetiva predomina sobre opiniones y pronósticos.

El presidente, que se mira en el busto de Julio César, no admite acuerdos, sólo acepta adhesiones incondicionales. Se está con él o contra él, y predica como Perón: al enemigo ni justicia. Son zurdos, ratas, hay que exterminarlos; o quitarles su esencia, cooptarlos y someterlos.

Esta praxis coincide con el estallido que se produjo en las organizaciones partidarias. La situación fáctica obligó a la asunción de posiciones ante los diversos hechos que evidenciaron rupturas importantes con lo que podríamos llamar el viejo orden. Hasta el peronismo, verticalista y dogmático por doctrina, ya no siente como antes la presión del dedo de Cristina, y hasta alguien de modesta estatura, como Kicillof, se le anima. Todo está revuelto, como diría Gramajo, el amigo de Roca.

¿Esto supone un estado de anarquía? No, aún no, porque el orden constitucional, golpeado, todavía resiste, mal que les pese a muchos ávidos de detentar poderes extraordinarios.

Como en la previa del mejor torneo de la AFA está abierto el libro de pases, y todos buscan al mejor postor. Amarillo, violeta, rojiblanco o azul es una mera cuestión cromática que admite tinturas de ocasión.

Vivimos un sistema de alianzas inestables donde el deporte de moda es el transfuguismo, cuyo precursor fue Borocotó y donde ahora lucen como estrellas de culto Patricia Bullrich y Margarita Stolbizer. Milei ha presentado lo básico de un proyecto que la sociedad aceptó, pero que se refiere sólo a lo económico. Logró aciertos significativos que se perciben en forma concreta. También obtuvo importantes mejoras en la seguridad y el control de la calle, lo que tampoco es menor. Sin embargo, dejó un vacío en otros aspectos trascendentes del estado, en particular el respeto institucional, la necesaria protección social y la malajunta en que ha incurrido con la propuesta y designación de funcionarios. 

El elector actual ya no sigue ideas, sigue personas, en una versión moderna de lo que fue el caudillismo, de tan lamentable legado en la Argentina. No se habla de La Libertad Avanza, ni del PRO ni del peronismo; se habla de Milei, Macri o Cristina. 

Este no es un detalle menor, es el símbolo de un deterioro en la manera de pensar la política. Seguir a un hombre o a una mujer y llevarlos a su condición de líderes entraña una subyacente obsecuencia, germen del fanatismo; el riesgo tan temido por nuestra Constitución de poner al arbitrio de una persona la honra y la hacienda de los ciudadanos.

No está todo está perdido, pero vamos por mal camino. Todavía tenemos una Corte Suprema que, tambaleante y con atraso, pone algunos límites. Pero su autonomía ya está sitiada por un postulante indeseable, Lijo, y por su licuación mediante la ampliación de integrantes para proveerla de adictos, ya al gobierno, ya a otra fuerza, que preste sus votos a cambio de determinados nombramientos y/o favores. Lo gracioso es que en estos enjuagues esté metido alguien que se presenta como el exterminador de la casta. Me corrijo, tal vez no sea gracioso sino triste, porque es el presidente de la República.

EE.UU. es la primera potencia mundial, y todo el mundo libre depende ahora del arbitrio de su presidente que, con mayoría en ambas cámaras y sus antecedentes, supone un riesgo para la humanidad. Trump no usa disfraz pero su conducta emula a un viejo payaso del siglo XX, payaso que no reía ni hacía reír, sino que bañó el mundo de sangre inocente. Ambos fueron elegidos por sus pueblos. Ambos pusieron a colectividades como enemigos: Hitler a judíos, gitanos y homosexuales; Trump a inmigrantes y grupos de identidades sexuales no binarias. Ambos promovieron campos de concentración; bien conocidos los del nazi, nuevos los de Estados Unidos, que ahora incluirá la base militar de Guantánamo. Ambos generaron deportaciones y traslados geográficos masivos (en esto podemos agregar a José Stalin que en la década de 1930 dispuso el traslado de seis millones de personas, con la muerte de un millón de ellas). Ambos reclamaron más espacio vital: el nazi media Europa para empezar; Trump apetece Canadá, Groenlandia y Panamá. Ambos recibieron apoyo de mandatarios de otros países: Hitler de Italia, España y Japón; Trump de Italia, Argentina y Hungría.

Nadie le discute a Trump que la inmigración debe ser controlada para evitar el ingreso de indeseables y delincuentes para preservar la salud del propio estado receptor. Pero la captura y expulsión masiva, de buenos y malos, resulta un exceso no justificable. Lo propio haber ordenado al sistema penitenciario federal que los transexuales se alojen en las cárceles que correspondan a su real condición biológica. Eso es someter a quienes, por ejemplo, lucen formas y modales de mujer a todos los abusos y torturas que son fáciles de suponer en tales establecimientos masculinos. 

Pues bien, Trump es el lumen de Javier Milei. La emulación puede ser también una forma de disfraz. ¿Estamos viviendo las relaciones carnales de dos presidentes, bendecidas por un padrino común, Elon Musk? Lo cierto es que nuestro presidente, en la ciudad suiza de Davos, utilizando la media verdad, que por obvio cálculo matemático es también media mentira, condenó sin derecho de defensa muchas conductas instaladas en la sociedad actual. En parte, le asiste razón al presidente, pero en parte cae en exageraciones que, potenciadas por su iracundia, llegan al ridículo y lo asocian con los dirigentes más cavernícolas del mundo. ¿Cuál es el verdadero Javier Milei? Porque el traje de disfraz le sienta bien a cualquiera.

Volviendo al tango de Francini/García:  “…En el corso de la vida / todo el año es carnaval. / Con careta de angelito / disfrazado va el chacal…”.

Escrito por: Carlos Laborde