Cuenta la leyenda que Cayo Julio César Augusto Germánico, emperador romano (37-41 DC), más conocido como Calígula, designó cónsul —el más alto rango del imperio— a su caballo preferido, Incitatus.
No sabemos si llegó a prestar juramento.
La calidad de los nombramientos parecería ser directamente proporcional a la aptitud del gobernante.
El tiempo pasa pero ciertas cosas no cambian.
El presidente Milei, aunque no designó a un perro de su canil, propuso para la Corte Suprema al Dr. Ariel Lijo.
Veinte siglos pasados desde Calígula implican algún progreso.
Ahora, enfadado porque el senado contraría su voluntad, lo designó por decreto, al mejor estilo de las dictaduras militares.
Hablar de las negativas características éticas y técnicas de Lijo sería redundante ya que abundan en diarios y televisión. Vale solo recordar como síntesis que estadísticamente es el juez más ineficaz de Comodoro Py; el que tiene mayores demoras en causas de corrupción; el que fue denunciado penalmente por enriquecimiento ilícito y ante el Consejo de la Magistratura por mal desempeño del cargo; y el que según su currículo no tiene antecedentes profesionales ni académicos que lo hagan merecedor de aspirar al cargo de ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Además, importante por el perjuicio económico causado al país, fue Lijo quien cajoneó durante diecinueve años la denuncia de Elisa Carrió por la venta de las acciones de YPF al grupo Eskenazi, que ahora por sentencia de la jueza Loretta Preska de EE.UU. le cuesta a nuestro país 16.000 millones de dólares. (Gracias Cristina Kirchner, gracias Kiciloff, gestores del aquel acuerdo, por tan elogiable gestión de gobierno. Nada nuevo. Se conoce el vínculo Kirchner-Eskenazi.)
Lijo es una figura impresentable para la cabeza del Poder Judicial de la Nación, salvo para la mirada de los obsecuentes y provocadores que, cada vez más fanáticos, rodean al presidente; como pudo observarse en la incidencia entre Santiago Caputo y Facundo Manes en el Congreso de la Nación. (Hace casi un año expresé en esta columna los antecedentes del candidato Lijo en detalle, vale recordar el artículo Alijando la nave publicado en este portal el 28 de mayo de 2024).
Milei está empecinado con Lijo, está obcecado pese al descrédito de esta figura que, de alguna manera, lo contagia y le hace perder apoyo independiente.
La contradicción a sus designios enoja su arrogancia cesarista, se altera y reacciona mal. La pregunta que le hacen:—¿por qué Lijo?—, lo atribula. Claro, la respuesta es difícil.
El presidente afirmó en un reportaje que no conocía a Lijo. Tal vez algún fallo de memoria por su intensa actividad. El prestigioso periodista Carlos Pagni publicó en La Nación (6-3-25) que el entonces diputado Javier Milei estaba involucrado en un posible ilícito por la promoción de una criptomoneda: Coin X. Parecería el mismo mecanismo utilizado ahora para difundir Libra. ¿Y quién fue el juez que archivó aquella causa? El Dr. Javier Lijo, no otro.
Este aporte de Carlos Pagni nos mostraría dos contradicciones presidenciales: la señalada de que no conocía a Lijo y la que sostuvo en un reportaje televisivo acerca de que no era experto en criptomonedas, que él se especializaba en macroeconomía. Bueno, al parecer algún contacto con las criptomonedas Milei tiene.
Estas cosas ocurren dentro de un contexto novedoso que no podemos perder de vista: el conflicto mundial entre las democracias republicanas que se fundamentan en la institucionalidad, y los populismos que se basan en los deseos de un líder. Estos se amparan en la democracia electiva y no en la democracia de gestión, cuando son ambas las componentes de concepto integral de democracia. El pueblo me votó a mí, piensan, y yo tengo su mandato. Entonces gobierno como quiero, gestiono como quiero, al que me contradice lo echo. No me hacen falta ni legisladores ni jueces, yo soy el consagrado, el ungido por la voluntad popular, soy el César. No resulta extraño que, tal vez por una revelación del inconsciente, la principal cuenta de X aplaudidora del presidente se llame Milei emperador. En esta estructura de pensamiento no hay ninguna diferencia entre Cristina Kirchner y Javier Milei, ambos se proclaman mesías de la patria, redentores del pueblo argentino. Ambos comparten el síndrome de Hybris: abuso de poder, omnipotencia, impulsividad, desprecio por las ideas ajenas, ansias de reconocimiento, arrogancia. Y conllevan una merma de sus frenos inhibitorios, lo que los hace peligrosos en función del poder que manejan.
Los hermana su lucha contra los controles republicanos, que encarnan en la condena al periodismo libre y la vocación de cooptar el Poder Judicial. Ella lo intentó y por muy poco no pudo; él está en esa lucha. Ya vivimos la experiencia con ella, veremos qué nos depara la suerte con él.
Es histórico: todo poder sin control se desboca. Es físico: todo líquido sin continente se desparrama.
¿Será posible que los argentinos no podamos salir del genoma de los caudillos? ¿Será acaso por el estigma que tan bien describe Jorge Luis Borges en su Poema Conjetural?
Milei nos había prometido alinearnos con el mundo libre; ahora, siguiendo a Trump, se abstuvo de votar a favor de Ucrania y así se alinea con Putin y sus secuaces de Corea del Norte, Bielorrusia y Siria.
¡Qué triste ver la obsecuencia de nuestro presidente con el desaforado Donald Trump! ¡Qué diferencia con la actitud viril que tuvo en 1985 el Dr. Raúl Alfonsín plantándose ante Reagan en aquel acto de los jardines de la Casa Blanca!
¿Tenemos una línea de política internacional coherente o somos furgón de cola de un norteamericano con vocación de sátrapa?
Muchos pensarán que esto es lo que conviene, que somos apenas una pulga en la pata del elefante, que debemos ser prácticos. Es una posición que aparenta mucho realismo. Pero de haberla cultivado en 1810 y 1816, todavía dependeríamos de los sucesores del virrey Cisneros.
Aquellos que han luchado con honor para que seamos un pueblo libre y soberano, nos piensan desde sus tumbas y merecen respeto.
Escrito por: Carlos Laborde