Lleno de momentos bellos y de espacios de intriga que nos empujan a interpelarnos, a sondear en nuestra propia butaca y buscar así nuestro propio lugar en la historia.
La puesta en escena de Mariano Aufranc es de alto vuelo. Una poética profunda se entremezcla con las posibilidades expresivas de los actores, que pudieron encontrar, cada uno, su punto de brillo.
Iluminación que crea climas, espacios que se resignifican, arrancan, van parar atrás, se adelantan y vuelven a empezar.
En algunos puntos del relato parecieran desdibujarse las señales o guiños al espectador que lo introducen al juego onírico, la farsa o las elípticas temporales. Podrían ponerse en juego cambios en la iluminación o en el lenguaje elegido para dichas escenas (algunas demasiado realistas para el caso).
Por lo demás, la puesta en escena, excelsa por cierto, tiene dos momentos brillantes que son el primer sueño de Lavalle y la farsa de la firma del Pacto. Escenas impactantes, majestuosas, con la música exacta y las energías y dinámicas actorales más logradas del espectáculo.
Con respecto a la música original, todo lo que se escucha es atinado y de una alta sensibilidad hacia las escenas que ilumina, pero la sensación es que falta mucho por escuchar. Hay momentos que bien podrían sonorizarse, y con el gusto y el talento de Kekes López, tendrían éxito asegurado.
En el marco de logradas actuaciones que muestran el enorme trabajo de cada uno, son de destacar las de Mariano Aufranc, Nicolás Cornador, Fernanda Inella y Silvia Mac Gill. Encarnan personajes entrañables, portadores de hermosos textos, hermosas voces, actuaciones precisas y avezadas.
Lo más inquietante es el texto y la trama elegida por Juan Manuel Rizzi, admirable por cierto, que parece una fuente inagotable de descubrimientos, y denotan tesón en la investigación y humildad para co-crear su propio texto final.
Rizzi corre el riesgo enorme, pero no menos encantador, de entregar su texto a un grupo de actores con un director... y dejar que fluya, vuele, se re pregunte, se re plantee y se juegue, para él, desde lugares inesperados.
Teniendo en cuenta que el tema es repensar la negritud como estrato social que se visibiliza, se empodera, se busca y encuentra, y esa negritud es el plafón de profundo contenido que alberga la línea dramática de las turbulencias de Lavalle y la fragilidad de un Pacto que se firmó, y al poco tiempo no se cumplió. Por instantes el exceso de información sin suficientes anclajes genera confusión y desconcierto en el público.
Hay elementos/personajes que hacen ruido en la línea argumental y parecieran corresponder a otro espectáculo (maravilloso sería que se escriba). Tornan nublado el relato y aparecen puestos caprichosamente, aparentemente, con el afán de poner todo lo investigado. Es el caso del personaje de Damasita, más congruente con un relato de amor, locura y muerte, digno de otra obra de teatro. O del amigo Danel, que emponcha los restos descuartizados de Lavalle y aparece también en modo muy caprichoso en lo que respecta a la propuesta general del relato.
Por otra parte, hubiera sido muy atinado ver y oír más las voces de Remedios y Encarnación Ezcurra, dos mujeres absolutamente involucradas en la diégesis del relato, una negra capitana, herida y empoderada, y otra rubia con apellido que queda a cargo de gran cantidad de cuestiones políticas que Rosas delega o abandona...y se hace carne con ese pueblo negro, rozando con mestizos y cuchillas.
Manuelito, personaje no escrito, absoluta creación de Cornador y Aufranc, es digno de una nota aparte y merece mencionarse como la revelación del espectáculo.
Virginia La Iácona
¿Cómo ha dormido, general? se exhibe en la sala teatral El Cultivo. Próxima función: sábado 17 de septiembre a las 21. Los tickets se pueden comprar on line a través de este link de Passline.
Escrito por: Virginia La Iácona