Las elecciones se consumaron. El sainete audiovisual de los candidatos tendrá dos años de descanso. El éxito de la oposición —siete de cada diez argentinos votaron contra el gobierno— no generó mayor algarabía, pero dejó surcos profundos que deberíamos considerar. En especial, cómo se distribuyeron esos votos según segmentos geográficos, sociales, económicos y, aunque suene raro, éticos.
Los mapas de la República que publicaron los diarios del lunes en colores azul y amarillo dan una muestra interesante: Juntos por el Cambio ganó en todas las provincias que más producen, con mejor nivel de vida, mayor educación, gobiernos con más alternancia y democracia interna. Conforman la franja amarilla, central, de los mapas, desde los Andes al océano. Triunfó también en la Patagonia, pero por motivos más locales.
El perokirchnerismo ganó en aquellas provincias del norte manejadas desde años por señores feudales, que se reeligen constantemente o se alternan en forma dinástica. Provincias que no producen lo suficiente, son deficitarias, sus pobladores viven del empleo público, tienen extensos bolsones de miseria y abunda la pobreza, la indigencia y, en algunas, la educación y la salud son lamentables. Lo mismo ocurre en el Gran Buenos Aires, donde el oficialismo hizo pie en las zonas más paupérrimas y con peor acceso educativo. Igual no alcanzó; Juntos ganó la Provincia de Buenos Aires.
Aquí, en el propio Partido de Cañuelas, el perokirchnerismo solo ganó en Ruta 3, derrame de La Matanza; en Máximo Paz, lindero con Ezeiza; y en Udaondo. Juntos ganó en Vicente Casares, Cañuelas –ciudad– y Uribelarrea. Pensemos.
Otro dato significante es la votación en las cárceles. Los resultados confirmados nos indican que en la Provincia de Buenos Aires el Frente de Todos obtuvo 5.718 votos contra sólo 762 de Juntos. Y en la Ciudad Autónoma, 744 para el Frente de Todos y 207 para Juntos por el Cambio. Tal vez sea por esto que salieron a vociferar en los palcos que habían ganado la elección. Pues bien, en este segmento tuvieron razón.
¿Qué muestra el mapa? Muestra que hay formas de gobernar, de conducir un país al progreso, de acabar de una vez con la rémora de la Colonia, del vasallaje, del atraso que impuso España a sus colonias, de los caudillejos; y abrirse al mundo, que no muerde; como cuando la Argentina acogió a quienes hicieron la grandeza de las ahora provincias prósperas: nuestra “patria gringa”, a las que debemos agregar la “opulenta” ciudad de Buenos Aires, que en la década del 20 llegó a tener un 40% de inmigrantes. Las provincias avanzadas y prósperas generan el 80% del PBN y arrastran el pesado furgón de aquellas que tienen gobiernos presididos por caudillos entronizados en el poder.
Es tema de interesante estudio analizar cómo se llegó a esto desde que nos constituimos como Nación dentro de los límites del que fuera el Virreinato del Río de la Plata. No se trata de discriminar, es sano y positivo que en un país de tan extensa territorialidad existan diferencias varias en sus núcleos poblacionales, pero el apego a la identidad y a la tradición nunca puede ser motivo de atraso, injusticia, miseria y muerte.
Quedan dos años de mandato constitucional para el actual gobierno. Nos seguimos preguntando qué gobierno. Como la palabra del Presidente carece de valor alguno, sólo nos queda deducir el rumbo que se impondrá al país a través de los signos y hechos que exhiben, y son lamentables. Mandan de urgencia, tipo golpe de mano, para su aprobación antes del ingreso de los nuevos legisladores electos, a más de cien DNU, dictados durante la pandemia, de los más diversos contenidos, de dudosa legalidad, que ya han sido cuestionados públicamente por la oposición. Entre esos DNU, está la derogación de la ley del gobierno anterior que limitaba o sometía a determinados protocolos a los extranjeros que pretendían ingresar al país portando antecedentes delictuales. Se volvió a la permisividad anterior sin tener en cuenta que el país está inmerso en una ola delincuencial, en muchos casos violenta, y que muchos de los delincuentes que se han logrado capturar son extranjeros que ingresaron al país amparados por esa permisividad. La Argentina admite así albergar criminales en su casa.
La derogación del índice de aumentos a los jubilados, aprobada cuando los vándalos atacaron el Congreso a pedradas, que daba mejores ingresos a los jubilados que su actual reemplazo: el dedito parado de Fernández.
En la Pcia. de Buenos Aires proyectan derogar la ley del gobierno de María Eugenia Vidal que impide la reelección indefinida de los intendentes. Una regresión descomunal para la vida republicana, en la que la alternancia es código. Pretenden volver a las factorías autoritarias en símil con los feudos de las provincias del norte. O sea, que no tienen empacho en someter los sanos intereses de la nación al interés espurio de un grupo de caudillejos que mantienen a su gente sumergida y viven en Puerto Madero. La única ventaja para el gobierno es que estos sujetos les consiguen votos en el suburbano. Generar poder, tener poder; lo demás no importa. Populismo en estado puro.
La derrota acentuó sus nunca olvidados ataques a la prensa, a la que consideran una especie de partido opositor. Los alfiles de esa guerra están desempolvando sus falaces argumentos, los usados en la época de la Vda. de Kirchner, de la famosa “ley de medios”.
En forma paralela, sacaron del panteón a 678 y pergeñan un engendro de idéntico estilo. La prensa libre observa preocupada para advertir cuándo y por dónde vendrá el golpe. En este contexto, se produce un ataque incendiario contra la sede del diario Clarín. ¿Será el principio? Preocupante.
El nuevo canto de sirena del devaluado presidente es su llamado a una mesa de diálogo. Humo. ¿De qué van a dialogar si no tienen plan ni proyecto para exponer; si dentro del propio Todos son una bolsa de contradicciones? Hay cosas que, fácticamente, son imposibles.
Mientras tanto, la violencia en la Patagonia arrecia sin que el gobierno federal haga nada pese a que se está menoscabando, esta vez en serio, la tan alardeada soberanía nacional. ¿Qué más se va a esperar? Todavía se puede liberar la zona con daños mínimos, luego será más cruento.
En Juntos por el Cambio se observa una prudente celebración del éxito y el deseo de mantener la unidad camino a 2023. No obstante, mantienen fuertes pujas internas, de nivel personal y partidario, para el armado de una opción de gobierno. Surgen entusiastas deseos individuales de crecimiento que se deberán manejar con mesura, pues pueden generar conflictos de resultado imprevisible, gravosos para la coalición. Pero tiene una gran ventaja sobre el oficialismo: ninguno de sus integrantes renuncia ni cuestiona los principios básicos, fundacionales, de la coalición. O sea, que la disputa queda marginada a personalismos, partidismos o a detalles operativos, pero la médula está firme: libertad, democracia, república.
Muy distinto a lo que ocurre en el Frente de Todos, donde los criterios fundacionales nunca existieron (sólo el deseo de la Vda. de Kirchner y la ambición desmedida de poder del peronismo) y ahora se encuentran gobernando en una situación límite donde tienen que tomar decisiones ideológicas que los dividen: asumen el populismo kirchnerista, línea Cuba, Nicaragua, Venezuela (la línea del papelón de la injerencia en la política interna de Chile); o el de los gremialistas corporativistas altamente corruptos reforzados ahora con el ingreso de Pablo Moyano; o la línea tradicional del peronismo original; o la ruptura institucional que pregonan las organizaciones sociales? En la plaza del “festejo” por el “triunfo” estuvieron todos. ¿Qué se hace? ¿Quién manda? ¿Con qué sector debe dialogar la oposición?
Juntos por el Cambio juega con las negras y espera. Que manden los proyectos, y se verá; que manden el acuerdo con el Fondo con la carta de intención convalidada por el organismo internacional, y se verá. Excelente conducta ante un adversario que consuetudinariamente ha sido falaz y engañoso.
Paralelamente a las dos fuerzas mayoritarias aparece en C.A.B.A., en forma por ahora local, un personaje vociferante, irascible, que logró seducir con un discurso de ruptura a los votantes jóvenes y se alzó con un importante porcentaje de los votos. No se priva de nada cuando agitando su cabellera se convierte en una especie de profeta maldito, y sus seguidores saltan como fanáticos poseídos. Su prédica muestra desprecio por el orden constitucional establecido y carece de la menor sensibilidad social. Sobre esta base, que está a la vista de todos, aparecieron alarmantes noticias periodísticas por la presencia en sus actos de símbolos y banderas que en EE.UU. representan ideas filo nazis, el supremacismo blanco y el racismo, y que se utilizarían públicamente en nuestra política por primera vez.
La sociedad debe observar con cautela el desarrollo. La filmación de sus discursos en el palco de campaña muestra una gestualidad que no difiere demasiado de la de los actos de masas en ciertos países de Europa del siglo pasado. Recordemos que los psicópatas primero llenan las plazas, y luego llenan los cementerios.
Carlos Laborde
Abogado y escritor
Escrito por: Carlos Laborde