21 de noviembre. Cañuelas, Argentina.

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Dioses, semidioses y deidades menores

A propósito del escándalo de las vacunas VIP y la maquinaria desenfrenada que amenaza con llevarse puesto el Poder Judicial. Por Carlos Laborde.

Los Dioses del Olimpo griego, del Valhala wagneriano o del Hanan Pacha inca, son señores de vida y muerte. No tienen valoración del bien y el mal; por ende son amorales. La mitología también nos habla de semidioses, seres que han nacido por algún impropio descuido en ciertos lechos del Olimpo, del Valhala o del Cusco. Estos émulos intentan imitar y aún competir con sus hacedores, y pretenden también ser señores de vida y muerte. Pero no deberían aspirar a tanto.

Nuestro país dispone de cantidades muy limitadas de vacunas. No vale analizar, por ahora, si la escasez es fruto del error, la estupidez o la corrupción. Corresponde aplicarlas según pautas de equidad y justicia, o sea, pautas morales. Se fijó entonces un orden de vacunación que, por su característica de límite entre la vida y la muerte, adquirió la obligatoriedad de un canon moral.

Los semidioses entronizados en el poder han vulnerado este principio para favorecer a deidades menores (militantes, amigotes y afines); y esta mancha se extiende hasta los confines de la República. Es una inmoralidad absoluta, porque tanto los semidioses como sus protegidos tienen, o deberían tener, conciencia del bien y del mal, porque la amoralidad es patrimonio exclusivo de los Dioses. Además, el haber distribuido vacunas pagadas por el pueblo a quienes no les correspondía es un delito. Implica malversación de caudales públicos y abuso de autoridad, delitos —ambos— reprimidos por el Código Penal (arts. 260 y 248) y otros más del catálogo, en concurso real o ideal. ¿Se procesará a autores y partícipes necesarios por tal conducta, o se dará a estas deidades que se autoperciben por encima de la ley el tratamiento de los Dioses? Con estos hechos despreciables debería acabar la épica de la vacuna, que obscenamente utiliza el gobierno para acrecentar su caudal electoral, como si fuera el dueño de la misma y no el gestor de un servicio público. 

No sabemos si la indignidad se corregirá, porque el Presidente de la Nación nombró en reemplazo del vapuleado ex ministro de salud a su segunda de a bordo, funcionaria que no podía bajo ningún punto de vista desconocer la farsa que se desarrollaba ante sus propios ojos; o sea, era partícipe, cómplice o encubridora. Como suele ocurrir con el partido gobernante, más de lo mismo.

El creído semidiós se dirigió al Congreso y, por ende al pueblo, en el discurso de apertura de las sesiones del año 2021. En la ocasión, perdió sus atributos divinos para convertirse en gólem de su vecina semidiosa, tal vez para respetar la perspectiva de género y el cupo femenino en el Olimpo. Lo único que logró fue una pobre versión del “Yeneral González” del inolvidable Alberto Olmedo.

La deidad que se auto percibió Diosa en un recordado discurso por cadena nacional, en época de sonrisas y algarabías, no está tranquila. No debe ni puede estarlo. Percibe el posible naufragio. Tal vez esta angustia permanente que padece sea un mínimo acto de justicia. Los progresivos estragos que proyecta día a día para zafar de la cárcel destruyen golpe a golpe la institucionalidad del país, pero a ella no le importa. Sufre y se altera porque advierte que no le dan los tiempos y, en madrugadas de pesadilla, tal vez sueñe con un sórdido paraje de Ezeiza.

De todos modos, la auto percibida semidiosa todavía es poderosa y tramita un cúmulo de medidas de salvación. Las presentaremos por orden de aparición, como en los programas de los viejos teatros del pasado siglo.

1.- Proyecto de reforma de la justicia. Presunta iniciativa del gólem en el discurso de asunción del mando. Fracasó, ella misma lo repudió por insuficiente.
2.- Comisión Beraldi. Para que genere proyectos de reforma en la Corte Suprema, el Consejo de la Magistratura y el Ministerio Fiscal. Se expidió en forma favorable pero no se instrumentó.
3.- Remoción de jueces díscolos. Aquí ha logrado mayor éxito, pues el senado tiene amplio manejo de la cuestión. Así cayeron Bruglia, Castelli y Bertuzzi y nacieron los nombramientos de Bejas, Farah, Boico y Ramos Padilla. 
4.- Ataque al Procurador General de la Nación e intento de quedarse con el cargo. No le alcanzan los votos para concretarlo.
5.- Copamiento del Consejo de la Magistratura. Lo logró con la gentil (?) colaboración de parte de la oposición de ese mismo cuerpo. Sería bueno preguntarse cuál fue el catalizador.
6.- Modificación de la integración del Tribunal de Enjuiciamiento del Ministerio Fiscal y los alcances de sus funciones, designando militantes. En marcha con pronóstico de éxito. De prosperar, acabaría con la libertad funcional de los fiscales, que se convertirían en rehenes de ese tribunal.
7.- Proyecto de ley para quitarle el cargo vitalicio al Procurador General y para abrogar la necesidad de los dos tercios de votos para su nombramiento. No logra los votos necesarios.
8.- El disparate jurídico de poner en vigencia artículos fragmentados de una obra única, de interpretación integral, como el nuevo Código Procesal Penal, realizado además por una comisión sin facultades para ello. Lo pudo concretar por su manejo del senado. Sirve para mitigar el encarcelamiento de algunos secuaces que claman por ayuda.
9.- Resolución de ANSES para afectar la jubilación de los jueces. Logró promoverla por el dominio que tiene sobre el ente previsional, pero fue resistida y caerá ante la menor revisión judicial que se realice. De todos modos le sirve para fatigar la paciencia de los jueces honorables.
10.- Creación de un tribunal intermedio entre la Casación y la Corte. Pura chicana. Ese tribunal no pude ser nunca la instancia final pues la Corte Suprema es único árbitro definitivo de cualquier cuestión constitucional. Pueden nombrar ahí a todos sus amigos, pero jamás pueden sustraerse de la intervención de la Corte. Pérdida de tiempo (de ahí lo de chicana) y más gasto para el erario. Por ahora, carecen de votos para lograrlo.
11.- Pedidos de indulto y amnistía. Imposible el indulto pues requiere condena firme, y no dan los votos para la amnistía. Además, hay conflicto constitucional para aplicar estos institutos en causas de corrupción.
12.- La comisión bicameral de control de los jueces. Un disparate jurídico impulsado por “El Pelo”, de imposible concreción mientras rija la Constitución Nacional.
13.- Juicio por jurados. Aparte de las reservas sobre el sistema, debemos adecuarnos al mandato constitucional. No obstante, las leyes que reglamenten su ejercicio deberían ponderar la exclusión de determinadas materias, como la corrupción de funcionarios. Ello así porque dado el fanatismo y la conocida grieta que nos separa, resulta imposible concebir que pueda reunirse en un jurado la mayoría suficiente para condenar a determinadas deidades, o a otros capitoste políticos de cualquier signo, porque los votos de un jurado popular no serán otra cosa que el espejo del último resultado electoral, y dada la paridad de fuerzas, no habrá mayoría para llegar a un veredicto. 
14.- Soria, ministro de justicia. Hace ruido, avergüenza al gólem y lo deja más expuesto, pero el ministerio está inhibido de intervenir en la esencia de las causas judiciales. Solo puede ser un ariete de persecución y descrédito de jueces y fiscales y molestar en cuanto pueda en todos los aspectos administrativos del Poder Judicial que pasen por el ministerio. Pero si los jueces están firmes, de ahí no puede pasar.

Catorce pujos, parece una demasía, y lo es; todo se pergeñó en solo un año, con el manotazo desesperado que producen el miedo y la impotencia ante la realidad. Pero no alcanzan. La combi a Ezeiza está cargando pasajeros.

Cierro estas reflexiones sobre Dioses, semidioses y el ejercicio arbitrario de la autoridad (gen básico del peronismo desde el golpe nazi-fascista del 4 de junio de 1943), con la recordada frase que pronunció Cicerón en el senado romano, año 62 A.C., ante la conjura que gestaba Catilina para obtener el poder absoluto:
¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?

Carlos Laborde
Abogado y escritor

Escrito por: Carlos Laborde