Desde los albores de la historia, las religiones generaron mares de sangre. Convivieron matanzas de armas sofisticadas con la lanza y el machete, que aún se utilizan en las masacres africanas. Católicos y protestantes se mataron con ahínco, como hasta recién en Irlanda del Norte; y entre chiitas y sunitas los musulmanes lo siguen haciendo. El cigoto de estas sangrías es el dogmatismo. Consiste en asumir ciertas ideas o creencias como incuestionables, definitivamente verdaderas, sin lugar a duda alguna. En rechazar cualquier diálogo que no coincida con la rígida verdad que predica. Se considera infalible y no tolera otros pensamientos. De histórico origen religioso, desplegó sus tentáculos y atrapó la política, como en el nazismo, el fascismo, el comunismo y los distintos populismos de derecha e izquierda. El dogmatismo político se subsume en un líder que lo encarna y lo expresa. Las masas veneraron a Hitler, a Mussolini y a Stalin con entrega y sometimiento religioso. Igual adhesión lograron Castro, Putin y el dictador norcoreano. Y similares casos tuvimos en Argentina y Latinoamérica. (Una buena pregunta para hacerse hoy es si el presidente Milei tiende a transitar este camino, como sus modales lo asoman). Al dogmatismo se llega por un acto de fe o por un mecanismo racional que cree haber encontrado la piedra filosofal y allí se calcifica, no admite réplica y se convierte en dogma. Un gran ejemplo del primer caso son las religiones, del segundo, ciertas ideologías políticas. Quedan excluidos del dogmatismo quienes, si bien tienen una ideología determinada, admiten cuestionamientos, diálogos y están abiertos al cambio.
El fanatismo es la consecuencia pasional del dogma. El arrebato desmedido en defensa de creencias y opiniones. Deviene en intolerancia, sectarismo, extremismo. Sigmund Freud consideró el fanatismo como un mecanismo de defensa del individuo para enfrentar sus propias debilidades. Sostuvo que el fanático se entrega a una causa perdiendo la capacidad de razonamiento crítico. Asume un alto nivel de aceptación y sometimiento a los designios de un líder o referente, como puede observarse en los fundamentalismos religiosos y políticos. En tales regímenes para “ser” hay que “pertenecer”, hay que saber distinguir entre “nosotros” y “ellos” (nosotros somos la Verdad, ellos herejes; o nosotros somos la patria, ellos traidores, cipayos, vendepatrias…), y logradas estas pautas el líder tiene el dominio absoluto para manejar el grupo como un todo homogéneo. (Hoy es bueno observar con preventiva agudeza la conducta de Milei y de sus adeptos: él no admite contradicciones, ellos no discuten los actos de su líder, los sostienen a ultranza; el verticalismo se consolida).
En la primera mitad del siglo pasado, el filósofo y político italiano Antonio Gramsci instaló una teoría que se hizo carne: el poder se ejerce a través de la hegemonía cultural, donde una determinada elite impone sus conceptos como norma aceptada y vigente, y el instrumento de esa captación es la educación. Se desprende que quien controle la enseñanza tiene la herramienta para influir en las conductas y sentimientos de la masa y ejercer el poder en forma solapada a través de sus catecúmenos, que creen y transmiten. Recordemos a Perón, un verdadero precursor, discurseando por cadena oficial en su década 46/55: Yo les agradezco mucho a las madres que les enseñan a decir Perón antes que a decir papá. Para la primera parte es imprescindible el adoctrinamiento. La escuela primaria constituye entonces el primer eslabón de captación y del adoctrinamiento de la cultura de la ciudadanía al movimiento justicialista. Cabe decir que “adoctrinamiento de la cultura de la ciudadanía” no es otra cosa que el camino al pensamiento único, germen de populismos y dictaduras. Y Perón, que había residido en la Italia fascista varios años, no podía desconocer las ideas de Gramsci. Las universidades y colegios se convierten así en vehículos para trasladar conceptos a la masa que los recibe y que, catalizados según tiempo y lugar, los dogmatiza y los sostiene como verdad revelada. El Dr. Eugenio Zaffaroni, en la U.B.A. instaló el concepto de un engañoso “garantismo” que derramó por vía de sus prosélitos en otras universidades, en la doctrina y en la jurisprudencia, y que, entre otras consecuencias, contribuyó a la fuerte inseguridad que asola el país.
En la actualidad, la docencia ya no es catequística como en las religiones o en el viejo partido comunista; es por oposición o descarte, todo lo que contradiga el nuevo dogma no sirve, debe ser descartado, como animal enfermo que se saca del rebaño; no tiene lugar donde expresarse o debatir, queda fuera del cotidiano social y tiende a desparecer por ocultamiento. Se le cierran las puertas de editoriales, diarios y televisión. Se crea un nuevo dogma, el de “lo que está bien”, y se descarta “lo que está mal”. Qué está bien y qué está mal, se discierne en encumbrados cenáculos de poder global, se localiza en las más prestigiosas universidades del mundo y luego se globaliza. Es lo que los angloparlantes llaman woke y que reina en cuestiones como raza, género y orientación sexual. Son los “bienpensantes”.
Este nuevo mandato ha generado la cultura de la cancelación, que anatemiza todo aquello que no sea woke. Esto lo sufrimos en Argentina con la política de género y abolición del sexo natural, que militó desde el estado el kirchnerismo. El concepto natural de sexo fue cancelado y abducido por el de género cuando, en realidad, no son lo mismo: uno es originario, el otro una construcción social e incluso individual, como en el caso de la autopercepción. Tuvimos en estos días, en Córdoba, el extravagante caso de un hombre que se autopercibió mujer y, por ello, al cometer un delito, como manda la ley actual, fue trasladado a la cárcel de mujeres. Resultado: violó a otra reclusa que quedó embarazada (1). En la misma línea está el llamado lenguaje inclusivo, que canceló de facto el idioma castellano, militándose el desquicio en todas las oficinas públicas y medios de comunicación controlados por el estado. También impusieron en la Provincia de Buenos Aires, dentro de los textos de la ESI (educación sexual obligatoria) contenidos que cancelan el derecho educacional de los padres y bordean los límites éticos de gran parte de la sociedad para militar dogmáticamente sus doctrinas de género (2). Estos estímulos ex catedra, pueden llevar a los adolescentes a severas desviaciones, como la ingesta nociva de hormonas para visibilizar su “autopercepción” deseada. En el Reino Unido, ya están dando la vuelta, regresando del desquicio: se prohibió el uso libre de bloqueadores de la pubertad y hormonas en los menores, y se eliminó la ideología de género de los contenidos de educación sexual. Nunca es tarde para encontrar el equilibrio (3).
Gramsci argumentaba que el poder no sólo se ejerce a través de la coerción y la represión, sino también a través de la hegemonía cultural. No son ahora los gurúes del espíritu, los grandes sacerdotes, ni los victoriosos generales los que imponen en occidente sus dogmas, sino las clases intelectualmente dominantes, quienes dictan qué es lo bueno y qué es lo malo, qué se publica y qué no se publica, y cómo se modifican o mutilan obras, películas y textos ya consagrados (4). El actual presidente de la República, en un acto de cesarismo, ha expresado su deseo de realizar una purga ideológica en el servicio exterior de la Nación. Horrible intención, que lo emparenta con el más rancio estalinismo. Ignora que el requisito constitucional es la idoneidad y no la sumisión ideológica y que un buen funcionario debe cumplir la instrucción del gobierno mas no está obligado a plegarse a título personal a su doctrina. Para que se entienda adonde lleva este camino, basta volver a recordar a Juan D. Perón en su primer gobierno: El adoctrinamiento dado a los agentes y funcionarios de la administración pública no ha dado en general los resultados esperados. Por ello, cabe señalar la necesidad de seleccionar ideológicamente al personal de la administración pública con el propósito de que todos los agentes del estado estén sinceramente identificados con la doctrina nacional. Los encargados de las grandes reparticiones serán responsables de la identificación ideológica de los agentes de sus dependencias a fin de eliminar de ellas a los funcionarios que no estén plenamente identificados con el gobierno, con la doctrina y con el movimiento justicialista. Puede entenderse con esta caza de brujas que la cultura de la cancelación ya estaba inventada hace rato y que Milei asume conductas que lo acercan mucho al populismo peronista. Con sus actos, su discurso y su gestualidad se proyecta como “el líder”, y demuestra que le encanta serlo.
En la actualidad, la inalienable libertad del individuo está tan amenazada por los supervivientes fanatismos dogmáticos como por la solapada agresión de los “bien pensantes” canceladores. También por los que vitorean la libertad pero con su conducta engañosa la prostituyen. Hay una tendencia reduccionista a limitar la libertad a la mera libertad económica, importante pero no excluyente. No nos dejemos encandilar por eventuales éxitos económicos, necesarios pero insuficientes. Sacrificar la libertad política en aras de la economía es peligroso. El ejemplo lo dio la Unión Soviética: una potencia mundial y una sociedad de esclavos. No sólo de pan vive el hombre.
¿Está el argentino medio preparado para advertir que le están ofreciendo joyas de vidrio, saber rechazarlas, y defender su libertad? ¿O prefiere seguir las huellas del rebaño?
• (1) Patricia Blanco. “Se autopercibe mujer, está acusada de violencia de género y violó y embarazó a una presa en la cárcel”. Infobae 11-11-2024
• (2) “El debate por la ESI llegó al Senado”. Infobae, 10-11-2024.
• (3) Claudia Peiró. “ESI: también es polémico el contenido de los textos destinados a nivel inicial y primarias en las escuelas bonaerenses”. Infobae, 11-11-2024
• (4) Carlos Laborde. InfoCañuelas “Yo prohíbo…tú censuras…él cancela…” del 17 de mayo de 2023.
Escrito por: Carlos Laborde