Comenzaré esta columna con algunas definiciones que enmarcaran lo que se desarrollará más adelante. En este sentido es importante entender de qué hablamos cuando hablamos de patrimonio.
La UNESCO lo define de la siguiente manera: El patrimonio es el legado cultural que recibimos del pasado, que vivimos en el presente y que transmitiremos a las generaciones futuras. No se limita a monumentos y colecciones de objetos. Comprende también expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza, saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional. Pese a su fragilidad, el patrimonio cultural inmaterial o patrimonio vivo es un importante factor del mantenimiento de la diversidad cultural.
Luego de este marco y volviendo a nuestra localidad en un año tan especial como es el del bicentenario, me encuentro transitando festejos que distan mucho de lo que deberían ser.
Se ha decidido que los festejos de nuestro bicentenario sean actos políticos de inauguración de obras y distinción a personalidades.
En este punto me pregunto: ¿En algún momento se incluyó a los vecinos en la inauguración de estas obras, que son muchas y algunas tan importante y esperadas por la comunidad? ¿Se consultó a profesionales acerca de su impacto? ¿O fueron impuestas?
Y la respuesta parece siempre la misma, vemos que la planificación se olvidó y el problema lo arreglará el que viene. Y a raíz de esto surge una segunda pregunta, ¿esto es lo que queremos que trascienda a nuestras futuras generaciones?
Lo mismo sucede con las distinciones: se les da una medallita, una palmada en la espalda y a su casa, en vez de invitarlos a participar, crear y aportar en el bicentenario algún proyecto que nos una como comunidad.
Por otro lado, se han organizado festejos con bandas musicales importantes, centros tradicionalistas y charlas en la plaza principal. Teniendo en cuenta que estas propuestas implican una gran inversión económica, me vuelvo a preguntar: ¿se contempló el trabajo de los colegios en los mismos? Porque no he visto participación escolar. Los artistas que participaron en estos festivales, ¿qué aporte hicieron al bicentenario y a nuestra comunidad?
Por último, he visto en estas semanas el hallazgo de un mural importante en la ex imprenta del semanario El Ciudadano y la preocupación de ciertas personas para su protección. Me pregunto también en este caso, más allá de la importancia de la obra, ¿se han contactado con su autor? Su conocimiento en las artes en este bicentenario sería algo importante para los jóvenes y para que su hacer no se pierda.
Ojalá esta preocupación por el mural no derive en el olvido del autor, como todo lo que está acopiado en el museo.
Algo que se reitera constantemente en nuestro pueblo es el tema del legado patrimonial que tiene la Iglesia Nuestra Señora Del Carmen, entre cuyas sombras se siguen perdiendo bienes que parecen ocultarse a la comunidad.
Por todo lo expuesto creo que es un buen momento de pensar el “entre todos”, de evaluar si alguna vez los vecinos -los verdaderos participantes del bicentenario- estaremos incluidos en decisiones de planificación; de pensar juntos qué Cañuelas queremos para nuestras futuras generaciones; de unirnos en pensar actividades que trasciendan.
Un momento de reflexión con todos nuestros jóvenes, un lugar donde nuestro patrimonio museable sirva como materia educativa y no como lugar de penitencia y abandono.
Un lugar donde las personas mayores sean reconocidas e incluidas en programas de patrimonios inmateriales para seguir trasmitiendo su conocimiento y que muchos oficios no se pierdan.
Si se quiere invertir dinero, que no sea en “pan y circo”. Hay otras prioridades como la Guardia del Juncal, el arbolado público, el conocimiento de las estancias, la construcción de un espacio museable a la altura de nuestro patrimonio, algo que ha estado abandonado por años.
Para la gestión cultural es necesario decisión política y no utilizar el presupuesto para hacer politiquería. Hay mucha gestión pendiente en temas patrimoniales y que deberían ser la base para empezar a construir el Cañuelas de aquí a los próximos años y más allá del signo político pensemos que está en juego nuestra identidad y de reconocernos como el pueblo en que han forjado su trabajo nuestros antepasados, que tanto conocimiento y esfuerzo dispensaron en su construcción.
Como conclusión final y retomando la definición de patrimonio que esbocé al comienzo, pensemos que nuestra verdadera identidad se construye “entre todos participando y decidiendo”; no con titiriteros que orquestan acciones para la construcción personal y la de sus amigos.
Sergio Medrano
Lic. en Conservación y Restauración de Bienes Culturales
Docente de la Universidad de San Martín.
Escrito por: Sergio Medrano