26 de abril. Cañuelas, Argentina.

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Mi encuentro con el cardenal Jorge Bergoglio

Escribe Guillermo Cimadevilla.

Pocas semanas antes de que se convirtiera en Papa conocí al cardenal Jorge Bergoglio en un congreso internacional de iglesias en el que fue principal orador. 

Yo estaba asignado como único fotógrafo oficial del evento. Había mucho para cubrir con las fotos porque eran muchísimos participantes que habían venido de varios países. Había mucha expectativa por las palabras del cardenal, que de hecho fue el último orador. 

Terminado su discurso, un auto lo esperaba para regresar a Buenos Aires y hacia allí se dirigía Bergoglio rodeado de gente que se querían fotografiar con él de manera que tuve que trabajar rápido. Al llegar al vehículo las personas se apartaron un poco; yo en cambio lo acompañé hasta que subió al asiento trasero y lo ayudé a ingresar al habitáculo. Antes de cerrar la puerta se asomó un poco y con una sonrisa me dio la mano diciendo “¡Usted sí que trabaja fuerte! ¿Cómo se llama?”.

La agradecí el comentario y le dije mi nombre. “Lo felicito Guillermo, ¡lo suyo no es fácil!” acotó. 

Le agradecí nuevamente su observación y le comenté que había fotografiado a mucha gente importante, incluso presidentes de varios países; sin embargo era la primera vez que alguien reparaba en el trabajo del fotógrafo. Me sonrió con esa expresión cálida que todos conocemos y me dijo que oraría por mí. Me pidió que yo también orara por él. Cerró la puerta y me saludó con la mano mientras el coche se alejaba. 

Siempre me había parecido una persona sumamente bondadosa, sensible e inteligente. Mi breve contacto con él confirmó mis presunciones y desde entonces sentí un especial aprecio.

Pocas semanas después del Congreso escuché en la radio que se había convertido en el nuevo Papa, lo cual me alegró muchísimo. Ahora lamento mucho su partida. Fue un gran hombre. Que en paz descanse.
 

Escrito por: Guillermo Cimadevilla