22 de noviembre. Cañuelas, Argentina.

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No se puede discutir contra un hashtag

El debate en torno a la presencialidad educativa no se debe descontextualizar de la pandemia. Escribe: Fernando Abdo.

El debate sobre la presencialidad en las escuelas se ha transformado, lamentablemente, en una discusión de sordos, sin argumentos, al borde de lo dogmático. Lamentablemente, digo, porque hablamos de algo tan importante como la educación. Y si alguna vez pretendemos encontrar acuerdos que trasciendan los posicionamientos políticos, justamente es por allí que deberíamos empezar.

El primer punto sobre el que tendríamos que buscar un consenso bien podría ser: ¿estamos de acuerdo en la importancia de la presencialidad?

Es tan obvia la respuesta, que hasta parece redundante tener que dejarlo explicitado. Pero creo que todos vamos a coincidir en la importancia que la educación presencial tiene en la formación de nuestros chicos y chicas. Hay expertos en la materia que han dado sobrados argumentos sobre la construcción de la identidad y los recursos emocionales y sociales que se forman por medio de la interacción cotidiana.

También es cierto que en un país donde más de la mitad de los chicos y chicas son pobres, la educación no presencial puede resultar una barrera infranqueable para muchos, y agudizar las diferencias. Hay casas donde no hay computadoras, ni teléfonos inteligentes, o donde varios hermanos deben compartir una única herramienta digital, sin wi-fi ni datos. ¿Cómo no pretender una escuela igualadora para esos chicos y chicas, que parecen condenados a mirar la educación 2.0 con la ñata contra el vidrio?

Pero en este punto ya encuentro una primera gran contradicción. Porque los padres que se manifestaron públicamente -acompañados amablemente por dirigentes de la oposición- no son justamente los padres de estos chicos, sino mayoritariamente de otros que sí cuentan con algunos privilegios en la era digital.

Me tomo la licencia de opinar como “papá” durante un par de párrafos, como si acaso fuera posible ese tipo de disociación que ha propuesto algún excandidato a intendente que participó (por suerte ahora sí con barbijo) de la marcha autodefinida “apolítica”. 

El año pasado mi hijo tuvo su acto de egresado de la escuela primaria por Zoom. No se me ocurre un ejemplo mejor para explicar la carencia de lo presencial. Lo entiendo, lo vimos, lo sufrimos.

Pero también, en el marco de este intento de racionalizar la situación y contrastar con argumentos, me parece fundamental, prioritario y hasta obligatorio abandonar el carácter endógeno de la discusión. No es honesto pretender llevar el debate de forma descontextualizada de la pandemia. Todos, absolutamente todos los países que han tratado de disminuir los contagios han debido por momentos suspender la presencialidad en las escuelas.

La oposición política, y sus medios afines, han instalado este año el debate de forma deshonesta. Claro que los padres vamos a preferir a nuestros hijos en las escuelas. Pero la clase política debería ser responsable en este sentido, y coincidir en la búsqueda del bien superior, que es la vida. 

El año pasado el debate (también instalado de forma tendenciosa) fue: salud o economía. El gobierno priorizó la salud, y los medios y oposición se empeñaron en destacar el daño que las medidas de aislamiento provocaron en comerciantes y trabajadores.

Ahora, el planteo es igualmente tendencioso: escuela o todo lo demás. Cuando dicen “cierran las escuelas pero abren los bares” (o gimnasios, o restaurantes, o canchitas de fútbol); y proponen que “se cierre todo antes que las escuelas”, ¿dónde queda la defensa de los puestos de trabajo y de los vecinos que viven del deporte, la cultura, el turismo, etc.?

En este momento, cuando el sistema de salud está al límite, tanto desde el punto de vista de la infraestructura como humano, es indispensable disminuir la circulación. No hay otro camino. Y como se mencionó antes, el mundo ya comprobó que la presencialidad escolar genera circulación.

Tensionar a la sociedad promoviendo una grieta respecto de una decisión que el mundo ha considerado exitosa es una irresponsabilidad propia de un sector político y mediático que únicamente está detrás de un rédito electoral. 

Casualmente, el mismo sector político que cerró escuelas utilizando un criterio economicista (había pocos alumnos), que dejó de distribuir netbooks (y de fabricarlas en el país), que no abrió universidades en el conurbano porque los pobres no llegan a la universidad y que no entregaba artículos de limpieza ni papel higiénico en las escuelas.

Discutir contra un hashtag es una tarea imposible. Un esfuerzo inútil además, porque nunca la razón se pudo imponer a un dogma.

Todos queremos las escuelas abiertas. Todos queremos volver a la normalidad de una vez por todas. Lo mismo quiere el mundo entero. Pero esa normalidad debe construirse en base a la salud, y cuidando todo lo posible a la economía.

Todo lo demás, es chicana.

Fernando Abdo
Periodista, escritor.
Subsecretario de Comunicación de la Municipalidad de Cañuelas

 

Escrito por: Fernando Abdo