La cercanía de las fiestas navideñas es un momento de empatía en el que nuestro ser se acopla a otros que sufren. Como si el sufrimiento tuviera un tiempo específico de acción. Esto sucede con el uso de la pirotecnia sonora.
Varios fueron los intentos durante los últimos años en el Honorable Concejo Deliberante de Cañuelas de abordar el tema de la pirotecnia y lograr una reglamentación pero en ningún caso se llegó a un consenso. Todos los proyectos presentados fueron archivados.
La sociedad ha ido evolucionando y modificando algunas prácticas que se encontraban arraigadas en las costumbres y tradiciones. Al mismo tiempo esta evolución ha permitido conocer aspectos de algunos usos y costumbres que dañan la salud.
Claros ejemplos son el uso de los agroquímicos en la agricultura, el cuidado de medio ambiente en el emplazamiento de industrias contaminantes o el proceso de separación de residuos, temas que en su momento generaron horas de debate y polémica, pero en todos los casos se tomaron decisiones que priorizaron la salud.
La reglamentación del uso de agroquímicos, como los requisitos ambientales para instalar una industria libre de contaminación, en ningún caso produjo cierre de industrias o merma en la producción agrícola; todo lo contrario, se modificaron y se utilizaron nuevas tecnologías para preservar la salud de la comunidad. El uso de la pirotecnia sonora debería estar en el mismo nivel de preocupación.
En Argentina hay numerables provincias y distritos que tienen reglamentado el uso de la pirotecnia sonora.
Un ruido o estruendo mayor de 65 decibeles produce daño. Ese es el límite recomendado, determinado por la Organización Mundial de la Salud. En la pirotecnia sonora como en la fogueta, fuente, mortero, mortero con bomba, entre otros, los decibeles producidos van desde 90 a 190 db, obviamente superando holgadamente este límite de 65 db.
La historia del uso de pirotecnia año a año ha dado índices de accidentes graves con daños significativos a nivel físico, sensorial o visual, con quemaduras de diferentes grados que gracias a las campañas de concientización ha ido mermando.
Las campañas de concientización son imprescindibles porque logran resultados muy positivos, pero con eso solo no alcanza; la reglamentación de uso es necesaria para el cumplimiento de cualquier norma.
En la comunidad existen personas con mayor vulnerabilidad de salud que otras: recién nacidos, personas con enfermedades crónicas o graves sensibilizadas, adultos mayores, con patologías neuro psicológicas/ psiquiátricas, Trastorno de espectro autista, Trastorno generalizado del desarrollo, Asperger y Síndrome de Down entre otras innumerables patologías en las que inciden los altos decibeles, ocasionando molestias y trastornos traumáticos para ellos y su familia.
Estos trastornos o alteraciones que modifican su bienestar y conducta hacen que en algunos casos la persona pierda el control de su cuerpo y de su conciencia de acción. Se producen aumento de la frecuencia cardiaca, desmayos, crisis de ansiedad y angustia, náuseas, debilitamiento, mareos, lesiones auditivas y sensoriales.
¿Tenemos dimensión de lo que pasa una familia con un niño o joven con trastorno de espectro autista cada Nochebuena, Navidad o Año Nuevo? Los invito a imaginar la escena que describo a continuación.
Una familia con un niño/joven autista no puede pasar las fiestas en cualquier lugar físico, sea Navidad, Año Nuevo o un cumpleaños, ir a un restaurante o a cualquier lugar. Debe buscar la comodidad para que nada lo altere. Sacarlo de su lugar de confort ya es un problema.
Para las fiestas, sobre todo en esta época del año, esa familia busca o habla con los vecinos para realizar acuerdos sobre el uso de la pirotecnia. Como la familia no puede obligar al vecino a no usarla, esa familia busca un lugar seguro de protección para ese niño/ joven, que puede ser una habitación alejada o frecuentemente el baño. Se le proporciona algún tipo de distracción y contención. Mientras todos festejan, brindan y salen a usar todo este tipo de pirotecnia, hay una persona encerrada con otra protegiéndola.
Ustedes piensen en su Nochebuena, su Navidad o fin de año poniéndose en el lugar de la persona que contiene. Les puedo asegurar que la angustia es indescriptible. Podría describir muchas escenas como estas pero sólo pretendo situarlos mentalmente en una realidad de muchos que pocos conocen.
Hay múltiples asociaciones de padres, proteccionistas de animales, investigadores, que argumentan con realidades estos trastornos que pueden durar el tiempo que duran los sonidos. A veces volver a su estado natural a la persona le puede demandar varias horas.
¿Saben cuáles son los trastornos que le produce esta alteración? Son tantos como personas con estas patologías. Pueden terminar en llanto descontrolado, autoagresiones -sobre todo en los oídos u orejas- mordeduras, aumento de movimientos estereotipados, etc.
Tuvimos en Cañuelas la posibilidad de cambiar estas realidades tan dolorosas. Quienes tenemos esa responsabilidad muchas veces nos vemos limitados por intereses políticos – partidarios que hacen que la empatía por el sufrimiento de otros se oculte detrás de los propios intereses.
Se legisló una ordenanza que le indica al Departamento Ejecutivo Municipal la obligación de emprender campañas de concientización permanentes sobre los perjuicios que la pirotecnia sonora causa en la salud. En el presupuesto de 2022 hay más de 22 millones de pesos destinados al área de Comunicación. Desde la promulgación de la ordenanza, en el año 2020 a la fecha, no ha habido una sola campaña sobre el tema.
¿Queda la responsabilidad en los ciudadanos cañuelenses de realizar las acciones que el gobierno debería promover?
Mientras no haya norma que regule, quienes empatizamos con del dolor del otro seguiremos promoviendo acciones individuales para colectivamente movilizar la conciencia y producir la empatía en quienes tienen en sus manos la posibilidad de cambiar la realidad. Por más luces, menos ruido, más salud.
Claudia Pelereteguy
Concejal de la UCR en Juntos
Escrito por: Claudia Pelereteguy