Esta semana varios medios repitieron incesantemente una noticia, que no tardó en ser replicada hasta el hartazgo en las redes sociales: Argentina es el país con más fallecidos por millón de habitantes. Dicho así, es la prueba fatal del fracaso de las medidas del gobierno para contener la pandemia.
Un sector –minoritario pero con gran poder mediático– sentenció que el gobierno de Alberto Fernández ya fracasó en el manejo de la crisis, y está dispuesto a hacer todo lo posible por probarlo. La noticia del número de muertes por millón, claro, es un anillo perfecto para el dedo medio de ese sector.
Sin embargo, quienes realmente tengan interés en el tema corroborarán sin problemas la falsedad de la publicación. Con leer la nota alcanza: en realidad se habla de un corte de los últimos 7 días, que compara la situación de todos los países con más de un millón de habitantes, sin diferenciar en qué estadío de la pandemia se encuentran ni cuántos muertos tuvieron antes.
No me crean. Investiguen por sí mismos. Desde el inicio de la pandemia Argentina contabiliza un promedio de 260 muertos por millón de habitantes. Es el décimo país de América, detrás de Perú, Bolivia, Chile, Brasil, Ecuador, Estados Unidos, México, Panamá y Colombia. Si nos comparamos con Brasil o Chile (para no ir al ejemplo de Perú), ambos países tuvieron 2,5 veces más muertos por millón de habitantes que Argentina. Lo mismo EEUU. No es casual que se trate de países con modelos de estado orientados a la derecha y sistemas de salud restringidos sólo a quienes pueden pagarlos.
Si –como proponen– se compara la cantidad de muertos por millón de todos los países del mundo, Argentina ni siquiera figura en la lista de los primeros veinte.
¿Por qué noticias como éstas –falsas o tendenciosas– llegan a tener tanto éxito, e instalarse con tanta fuerza en el imaginario social? Básicamente porque el principio aristotélico “la única verdad es la realidad” parece ya no aplicar a parte de la sociedad posmoderna.
El neologismo “post-truth” o posverdad elegido en el 2016 como la palabra del año por el Diccionario de Oxford, básicamente explica que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal.
Es decir: la gente ya no percibe la realidad en base a los hechos que ve reflejados en los medios, sino que por el contrario elige los medios que refuercen las creencias que ya tiene de antemano.
En nuestro país, así como Perón hizo suyo el concepto de Aristóteles que liga la verdad a la realidad, también el antiperonismo ha sido por mucho tiempo la expresión más cabal de la posverdad.
El “sentimiento” antiperonista, anti popular, es tan fuerte que ha llevado a una parte no menor de la sociedad argentina a creer ciegamente en postulados aún cuando hayan sido contundentemente refutados: el peronismo gobernó 70 años, Néstor no estaba en el cajón, se robaron dos PBI, a Nisman lo mató Cristina, Aníbal es la Morsa, y los ejemplos podrían seguir indefinidamente.
Es inútil desde la racionalidad combatir con argumentos una pseudoverdad arraigada desde lo emocional. No todos los días estamos preparados para aceptar que los Reyes Magos no son los padres.
La política toda debería hacer un gran esfuerzo para combatir la posverdad, pero no lo hace. Por el contrario, el antiperonismo alienta esa suerte de caos.
Con referencia a la pandemia, no importa si hay gente que crea que el virus no existe, o piense que la vacuna tendrá un microchip de Bill Gates o se desarrollará en base a fetos abortados. Mientras haya malestar, suma. Mientras se putee al gobierno, suma. Los micrófonos en las marchas anticuarentena son repudiados porque exponen esa mezcolanza de quienes son arriados por una fuerte campaña mediática del “me opongo sin saber a qué”.
Un repaso por los resultados de la última encuesta de la consultora Analogías (realizada a mediados de septiembre) explica en cierta forma esa creciente desesperación de algunos sectores por instalar malestar a toda costa.
Según el sondeo de Analogías, la principal preocupación del habitante de la Provincia de Buenos Aires es el colapso del sistema sanitario (31,6%), seguido de la posibilidad de contagiarse (19,3%). Es decir, casi la mitad de las personas siguen viendo la pandemia como algo cercano. El desempleo (17,5%) y la inflación (10,5%) son preocupaciones que están un escalón por debajo. Sin embargo, para los medios hegemónicos el cobro adelantado de Ganancias en la compra de dólares y la posible salida del país de las cadenas Starbucks o Falavella parecen ser las noticias más importantes.
(Paréntesis: quienes hoy despotrican por la posible pérdida de puestos de trabajo son los que callaron mientras se fundieron 25 mil Pymes en los años anteriores).
Siempre según Analogías, pese a una caída, la imagen positiva de Alberto Fernández (69%) y Axel Kicillof (60%) siguen estando altas. Y un dato interesantísimo: la pandemia parece haber puesto en relieve el trabajo de los intendentes, que en su conjunto suman un 66 por ciento de aprobación.
Ante estos datos, y ante un escenario de luz al final del túnel con la llegada del calor y el desarrollo de una vacuna, es más sencillo comprender la desesperación de quienes pretenden traer más caos a una situación inédita, terrible y dificilísima.
Pero hay que estar muy atentos a estos movimientos, para no comer curvas ni morder banquinas. Por sobre la pasión, a veces la racionalidad es la mejor receta contra las falsas verdades.
Fernando Abdo
Periodista
Subsecretario de Comunicación
de la Municipalidad de Cañuelas
Escrito por: Fernando Abdo