“Si me preguntan por el estereotipo de Daniel Cherutti, te diría que era una persona encantadora. Lo comprabas y lo ponías sobre la mesa de luz”. Esa es una de las definiciones que lanza Eduardo Perel, el técnico que a finales de los años ´70 fue contratado por el Cañuelas Fútbol Club para profesionalizar la primera división. Desde su rol de entrenador tuvo la oportunidad de trabar una relación fluida con el cañuelense que ahora tiene pedido de captura internacional por una serie de delitos de lesa humanidad que se le imputan durante su actuación como agente operativo de la SIDE en la última dictadura militar.
Sin embargo el experimentado maestro -que ahora reside en Israel- nunca terminó de comprar esa imagen carismática que desplegaba el ex espía. Varios gestos y frases -algunas pronunciadas bajo los efectos liberadores del alcohol- le hicieron abrir los ojos y advertir que Cherutti tenía una doble cara y un pasado que ocultar.
En 1979 Héctor Vai -delegado de Cañuelas ante la AFA- acordó con el intendente de facto, Ernesto López Freire, sondear al profesor José D´Amico como técnico de Cañuelas. Le sobraban pergaminos: había dirigido la Selección Argentina en la década del ´60 y varios clubes como Ferro, Racing, Boca, River y Chacarita. D´Amico, que por entonces impartía un curso de técnico, declinó la invitación y le ofreció el puesto a su pupilo Perel, quien estaba finalizando la capacitación que lo convertiría en el técnico más joven del país.
Si bien la oferta no le pareció tentadora porque Cañuelas le quedaba lejos y surcar la estrecha ruta 205, sobre todo de noche, era un suplicio, Perel aceptó el convite. Se reunió con el presidente del CFC, Roberto Taberna, y el tesoreo Chiozzo para cerrar su incorporación. “Ni hablamos de plata. Les dije que iba a trabajar con ellos, pero que si las cosas no me gustaban, me iba a mi casa” rememora sobre su primer encuentro con la dirigencia tambera.
Para su sorpresa, se topó con una experiencia surrealista. “El que manejaba todo el pueblo era el cura Antonio Gatti. Creo que nunca entré tantas veces a una Iglesia como en Cañuelas. Cada vez que iba me empezaba a hablar de fútbol, me preguntaba cómo iba a plantear los partidos… Y el intendente me ofreció todo lo que necesitara para el equipo, tanto es así que un día de lluvia trasladó a los jugadores en unos camioncitos y les hablaba como si fueran soldados. Lo llamé a D´Amico y le dije: ´esto no es un club, están todos locos, el cura es el que maneja todo y el intendente me arenga a los jugadores, acá voy a durar menos que un suspiro”.
Mientras consolidaba el equipo con nombres de valía como Junco, González, Villalba, Coco Maestú, Capistrano, Dotti o Scrochi, apareció en escena Daniel Cherutti, quien presidía una comisión externa de apoyo al CFC.
Atraído por el trabajo innovador de Perel, que incluía novedosos conceptos de psicología social, Cherutti se puso a su disposición para conseguir material deportivo, gestionó el traslado del equipo al campo de los curas palotinos de Lobos para hacer una pretemporada y en 1980 logró que Cañuelas jugara un amistoso con la selección de Costa de Marfil cuando llegó al país con el propósito de prepararse para afrontar la Copa de África.
“Era un tipo entrador, un pibe bien que quería hacer cosas por el club para sacarlo de su letargo, por la memoria de su papá, que había sido presidente. Me dio la impresión de que quería convertirse en alguien influyente en el pueblo. Establecimos una cierta relación, tanto que varias veces me quedé a dormir en la casa de su familia y él también solía pasar por el negocio de ropa deportiva que yo tenía en Buenos Aires” cuenta el maestro.
El vínculo de Cherutti con el club y con Perel siguió por carriles normales hasta que sucedió lo impensado. Si bien el equipo jugaba bien dentro de las limitaciones presupuestarias, había cierto descontento de Perel con el rendimiento del arquero Etchebehere. Sabiendo que estaba en capilla, los amigos del guardameta siempre salían en su defensa y en una fecha disputada en “El Cajón” de la calle Del Carmen que Cañuelas terminó ganando 3 a 0 aprovecharon para desquitarse con gruesos insultos hacia el entrenador, lo que sacó de quicio a Cherutti.
“Se puso como loco, fue hasta su casa, buscó un revólver, volvió a la cancha y se puso a tirar tiros al aire. Se paró el partido y se lo llevaron a la comisaría, donde estuvo menos de diez minutos y lo largaron. Luego el partido se reanudó como si nada hubiera pasado. Una cosa de locos. Yo me quedé con ese detalle dando vueltas. ¿Por qué razón la policía no lo detuvo? Al poco tiempo finalizó mi contrato y no quise seguir. Fuimos a tomar un café, le conté que no quería volver a Cañuelas y le pregunté por qué había tirado esos tiros. Me dice ´a estos hijos de puta los voy a poner a todos en caja´. Nunca pasó nada, el padre Gatti manejó el tema y quedó en la nada”.
Si bien Perel se desvinculó de Cañuelas, siguió en contacto con Cherutti, que se arrimó buscando su consejo para iniciar el curso de técnico. “Siguió siendo el muchacho amable y encantador de siempre. Un día fue a mi casa, conoció a mi mamá, y cuando se fue mi vieja me dice ´qué muchacho tan educado´. Era así. En educación tenía un 10, pero cuando usted lo sacaba de sus temas habituales, perdía la compostura. La política, por ejemplo, lo sacaba de control. Si hablaba de los zurdos, se ofuscaba. Un día fuimos a comer a una parrilla a la vuelta de la Federación Argentina de Box y ahí me contó que estaba preocupado porque estaba por salir el libro Nunca Más. Creo que tomó de más y se le soltó la lengua. Ahí dijo algunas cosas incongruentes, pero después até cabos. Decía algo así como que había hecho algunas cosas de las que se arrepentía”.
Cherutti jamás habló con Perel sobre su función en los servicios de inteligencia. Para la mayoría de los cañuelenses trabajaba como productor de seguros en un local que tenía en la esquina de Av. Libertad y Belgrano aunque en algunos círculos se rumoreaba que pertenecía a la Policía Federal.
Perel terminó de confirmar sus sospechas en otro encuentro que mantuvieron entre 1981 y 1982 cuando Cherutti le contó que el padrino de su hijo era el general Otto Paladino. ¿Quién era Paladino? Nada más y nada menos que uno de los fundadores de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) y director de los servicios de inteligencia desde el último tramo del gobierno de María Estela Martínez de Perón hasta finales de 1976, ya con Videla en el poder.
Cherutti, nacido en Cañuelas el 18 de enero de 1947, fue miembro orgánico operativo de la SIDE entre principios y fines de 1970. Posiblemente Paladino, padrino de su hijo, fue quien promovió su ingreso al organismo del que se jubiló con carpeta médica. Junto con él ingresaron otros tres cañuelenses, dos con funciones operativas y un tercero en administración.
Desde 2001 Cherutti reside en el norte de Italia, donde regentea el restaurante La Mucca Argentina, que tuvo sucursales en Casinalbo, Módena, Romagnano Sesia y Pettenasco. Actualmente funciona un solo local en Módena, a cargo de sus hijos.
Si bien Perel profesa la religión judía, destaca que jamás advirtió en Cherutti algún rasgo de antisemitismo. “Conmigo siempre fue muy cordial, un caballero, pero sí había que tener cuidado con ciertos temas. Hablar de la izquierda, por ejemplo, lo descontrolaba de manera notable. Yo creo que él vivía preocupado por lo que había hecho. En el Nunca Más no salió nada de él porque sólo se publicaron los casos más emblemáticos y tal vez por eso se confió. Creo que en el fondo tenía la convicción de que los delitos iban a proscribir en algún momento”.
Germán Hergenrether
Escrito por: Germán Hergenrether