Primero fue el perro de la funcionaria Valeria Ríos enterrado de manera furtiva durante la madrugada entre tumbas humanas. Luego los integrantes de una familia paraguaya agarrando las palas y cavando una fosa para inhumar a su ser querido ante la falta de personal. A posteriori apareció un ataúd en el Nicho 67 con un cuerpo que, de acuerdo a todos los indicios, ya fue cremado hace ocho años. En medio de un generalizado silencio, ahora se suma otro episodio inadmisible a esta lista de escándalos e irregularidades en el Cementerio Municipal de Cañuelas: Fermín Salazar y su familia fueron retirados de la bóveda que tenían paga hasta 2050 y colocados sin autorización en tierra.
Para quienes ignoran la historia de Fermín Salazar (en su documento figuraba como ‘Fermino’), fue un reconocido comerciante gastronómico, miembro fundador de Cocatra, concejal de la UCR y benefactor del Hogar de Ancianos San José, institución a la que donó su casa. El 30 de abril de 2008 mató a su esposa Pepa -víctima de una enfermedad terminal- y luego se pegó un tiro, poniendo fin a una tristeza insuperable que arrastraban desde 1974 a raíz de la muerte de su único hijo en un accidente de tránsito.
Cinco días antes de este trágico pacto, Fermín y Pepa trasladaron a su hijo Carlos (que estaba en un nicho) a la bóveda del sector K que luego ocuparon los tres. Allí permanecieron hasta hace aproximadamente un año cuando se ordenó su traslado a tierra.
“Hace dos meses fui al cementerio a visitar a mi madre y de paso pasé por la tumba de Fermín a dejar unas florcitas. Me llamó la atención que faltaban las placas de la bóveda” dijo a InfoCañuelas una de las pocas personas que solía visitarlo y que desconoce dónde se encuentran ahora.
La bóveda de la familia Salazar está vacía. Sobre la puerta se ven marcas de las placas arrancadas. Los tres féretros están superpuestos en una improvisada tumba del sector R. En un extremo se ve apoyado un trozo suelto e irregular de mármol sobre el que se pegaron con adhesivo las placas de la bóveda original, una de ellas firmada por la familia de Elvio Rodríguez (gran amigo de Fermín en Cocatra) y otra en memoria de “Carlitos” Salazar.
El traslado se hizo sin ningún respeto por la memoria de quien fuera una personalidad de Cañuelas. “Los ataúdes fueron tirados en el pozo de un metro y medio como una bolsa de papas. Ni siquiera se tomaron el trabajo de bajarlos con sogas. Cuando los revolearon al pozo, uno de los ataúdes se rompió todo”, reveló una persona que fue testigo involuntario del procedimiento.
¿Por qué se realizó el traslado? ¿Quién lo autorizó? “Un día, hará como un año, se descubrió que uno de los ataúdes perdía líquido. Entonces, como no hay familiares a los que consultar, el ex director Paco Carabajal armó un expediente y lo mandó a Legales del municipio. Aparentemente alguien propuso comunicarse con la UCR para ver si el Partido quería remplazar el cajón dañado, pero al final se decidió llevarlos a tierra a los tres y dejar la bóveda libre para arrendar. Dijeron que no iba a pasar nada porque no había parientes” explicó a InfoCañuelas una fuente que conoce varios detalles de lo ocurrido.
CRÓNICA DE UNA TRISTEZA SIN FIN
A las 14.30 del 30 de abril de 2008 Fermín y su esposa se encerraron en la habitación. A las 14.45 mandaron a su empleada a Dumbo a comprar jugo. “Lo único que me llamó la atención fue que me dieron la llave de la casa, para poder entrar. Como Dumbo estaba cerrado, me fui hasta DIA%. Cuando volví me topé con un papelito pegado en la entrada que decía ´Chiquita, no te asustes´. Encontré a la abuela en la cama, pensé que durmiendo, y el abuelo estaba en el piso, como ahogándose en su propia sangre. No sé cómo hice para salir corriendo sin desmayarme”, contó en su momento Leonor Dasneves, de 23 años. Ella era una de las personas a cargo de cuidarlos y la última que los vio con vida.
En la cocina había cartas de despedida, dinero para pagar tasas e impuestos y una esquela a modo de disculpas escrita con pulso tembloroso: “Nadie tuvo la culpa de lo que nos pasó; es que no podemos vivir más”.
La autopsia determinó que Josefa Vargetto, de 85 años, murió de un disparo en la cabeza al igual que su esposo, de 86 años, quien agonizando fue trasladado al Hospital Marzetti donde se decretó su muerte cerebral. Una bala de calibre 38 le había atravesado el cráneo de lado a lado.
Sus allegados contaron a la prensa que jamás pudieron superar la muerte de Carlos, ocurrida en 1974 en un accidente automovilístico. El joven estudiante de ingeniería tenía poco más de veinte años cuando chocó contra un camión saliendo de Cañuelas, un día de niebla. Esa pérdida fue un golpe tan duro que Fermín y Pepa decidieron vender la “Parrilla del ´64” y volver a Ramos Mejía, donde habían nacido. Años más tarde regresaron a Cañuelas para continuar con la actividad gastronómica.
Fermín también se dedicó al transporte de cargas y fue socio fundador de la Cooperativa Cañuelense de Transporte (Cocatra). El 6 de enero de 1986, en un accidente ocurrido en Mendoza, falleció uno de sus choferes, Héctor Cerega, lo que significó un nuevo mazazo difícil de superar. En ese momento resolvió vender todos sus camiones y seguir trabajando solamente en gastronomía.
Fue concejal de la UCR entre 1995 y 1999. Tiempo después, ya jubilado, colaboraba con el Asilo de Ancianos cocinando sus famosas busecas. En sus últimos años fue un incondicional colaborador del Pequeño Hogar Madre Teresa, creado por la Dra. Haydeé Martínez.
“Fermín era un hombre extremadamente bueno y solidario. Desde que comenzamos el hogar siempre nos ayudó en la organización de las comidas. Cocinaba para 150 o 200 personas y no sólo trabajaba el día de los eventos, sino en los días previos, indicándonos todo lo que había que comprar y hacer. Incluso en algunos momentos, secundado por su amigo, el señor Suárez, hizo de carpintero arreglando las camas de los chicos. Tenía una gran capacidad de trabajo a pesar de su edad avanzada. Sabíamos que estaba mal por la situación de su esposa. La última cena en la que trabajó coincidía con un aniversario del fallecimiento de su hijo. Estuvo en la preparación de la comida, pero no quiso estar en el momento de la comida. Nos dijo que estaba triste por lo de Carlitos” recordó la Dra. Martínez al enterarse de su muerte.
Tenía dos hermanas y un hermano en Ramos Mejía, todos ellos octogenarios y en buena posición económica (su único hermano fue piloto de aviación comercial). Por tal motivo, y al no tener una descendencia, decidió donar su casa al Asilo de Ancianos. En 2007 citó en su domicilio a un abogado, a la escribana Elena Lamarca y a dos testigos para dejar escrito el legado.
Todo indica que Fermín preparó de manera muy meticulosa el final de sus vidas. Josefa había sido operada de la cadera, pero no pudo volver a caminar. Tampoco comía y ya casi no podía valerse por sí misma. En los días previos un médico de Aymed que la revisó le habría detectado un tumor intestinal. Eso llevó a Fermín a acelerar los trámites en el cementerio municipal.
En la víspera les comentó a sus empleadas, Leonor y “Poly” Endara, que ya había pagado para siempre su “casita”, como le decía a la bóveda. La misma que ahora le arrebataron.
Escrito por: Germán Hergenrether